V E N D E T T A
2010-11-11 19:44:39 UTC
CARLOS MARX o KARL MARX
FUE UN JUDIO ALEMAN Y FUNDADOR DEL SOCIALISMO o COMUNISMO; ERA UN
CHANCHITO JUDÍO :
El Marx del que nadie habla
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"Los Marx Levy eran la familia de rabinos MAS prominentes de Austria.
Asi como los Kaganovich (Cohen en Khazar o rabino) en Rusia. El
asesino serial mas grande de la historia Lazar Moshe Kaganovich , el
chacal del Kremlin , asesino para Stalin era nieto de rabinos. Dentro
de las asesinadas estuvo Svetlana , la segunda esposa de Stalin , para
colocar en el lecho de Stalin a Rosa Kaganovich , la controladora
judia del dictador" .
DERROCHADOR Y MAL PAGADOR
Por Fernando Díaz Villanueva
El padre del socialismo, el hombre que dedicó su vida a liberar a la
clase trabajadora de sus cadenas, el abnegado filósofo y economista,
autor del ensayo que más ha influido en la historia de la humanidad,
nunca tuvo un empleo. Nunca.
Karl Marx, rebautizado Carlos en España por no se sabe bien qué
razones, se pasó la vida pidiendo dinero prestado para no devolverlo
jamás. Fue el arquetipo elevado al cubo de lo que él denunciaba: un
vago, un caradura, un ser irascible, egoísta y desalmado que vivió,
literalmente, a costa de los que le rodearon durante sus 64 años de
vida.
Tras el célebre retrato que John Mayall le hizo en Londres allá por
1875, algo se atisba: muestra un hombre con barba muy poblada pero
anárquica, medio negra medio cana, que sube por los lados de la cara,
tapando las orejas, hasta llegar al pelo, con el que se funde en un
amasijo greñoso y descuidado. Aunque lleva una levita limpia bajo la
que esconde la mano, el retratado no parece un sabio, sino un mendigo
al que algún alma caritativa, por alguna razón difícil de explicar, ha
decidido inmortalizar.
Y no, la suya no fue una pose contestataria precursora del
perroflautismo contemporáneo: eso de ir hecho un guarro para hacer
méritos revolucionarios no se puso de moda hasta 1968; Marx era tal
cual: tenía auténtica fobia al aseo personal. Tanta, que terminaron
por salirle purulentos forúnculos por todo el cuerpo: en la cara, en
la espalda, en el trasero y hasta en el pene. Se quejaba amargamente
de ello en sus cartas, y esperaba –escribió por las mismas fechas en
que andaba componiendo la primera parte de El Capital... con el
trasero hecho cisco– que la burguesía, mientras existiera, tuviera
"motivos" para recordar sus forúnculos.
Su escaso apego por el aseo se juntaba con su desmesurada afición a la
bebida, el tabaco y la vida nocturna. Pasaba las noches en vela
discutiendo con unos y con otros para luego, ya de amanecida,
recostarse sobre un sofá y dormitar todo el día. Luego, si estaba de
buenas se metía en la biblioteca, donde consultaba libros y periódicos
para ir apuntalando las tesis... que ya traía fabricadas de casa. Con
un estilo de vida semejante, lo último que podía hacer era ganarse el
pan honradamente.
La pregunta que asalta al curioso es cómo él, un simple filósofo
alemán exiliado en Londres sin más patrimonio que su pluma y con una
familia que mantener, pudo vivir así tantos años. Simple: pidiendo
prestado y procurando, a la vez, no atender los vencimientos de pago.
Gracias al inmenso archivo epistolar que se conserva, y que ha sido
estudiado en infinidad de ocasiones, se calcula que Marx disfrutó de
una renta media de unas 200 libras anuales, es decir, tres o cuatro
veces lo que ganaban los obreros ingleses, a la sazón los mejor
pagados del mundo. Traducido a las circunstancias de nuestro tiempo y
lugar, estaríamos hablando de 80 ó 90.000 euros brutos al año. Y todo
por no hacer casi nada. Jamás hubo de enfrentarse al mercado y
satisfacer las necesidades de otros mediante el trabajo, que es lo que
exige el sistema capitalista. ¿Explotación? Nada: esa es una vaina que
aireó Marx tras birlar la idea a Jean-Pierre Proudhon y a Johann
Rodbertus. Este último le acusó de plagio, y Engels hubo de acudir en
socorro de su amo. Con éxito: de Marx se sabe mucho y del infeliz de
Rodbertus, nada.
Su primera fuente de ingresos fue su propia familia, que vivía
holgadamente en la ciudad alemana de Tréveris. El padre, Herschel, un
competente abogado judío, se había convertido al protestantismo para
prosperar en la vida e integrarse en la sociedad prusiana. La madre,
Henrietta Pressburg, era holandesa, hija de un rabino y buena paridora
de 8 vástagos, a los que no les faltó de nada. Por esa razón el joven
Karl pudo estudiar en la universidad y convertirse luego en el
perfecto ejemplar de revolucionario de salón. Nunca visitó una
fábrica, un taller, ni siquiera una imprenta. En una ocasión su amigo
Engels, magnate del textil con intereses mercantiles en Inglaterra, le
invitó a visitar un telar de algodón, pero él, hecho a las comodidades
de la ciudad y a pasar la tarde en la taberna, declinó la invitación.
Parece mentira, pero es así: el emancipador del proletariado muy pocas
veces vio a un proletario con sus propios ojos.
Durante años, hasta bien entrado en la edad adulta, vivió de sus
padres. Recibía un estipendio periódico, que reclamaba ofuscado por
carta si no le llegaba a tiempo. Al morir su padre, en 1838, tomó su
parte de la herencia –la respetable cantidad de 6.000 francos de oro–
y se la gastó íntegra. Lo mismo haría al fallecer Henrietta, aunque
ahí tuvo que conformarse con menos, ya que había ido pidiendo
anticipos a la parentela holandesa (por cierto, la otra rama de esa
misma familia, fue la que dio lugar a la superconocida multinacional
Phillips).
Finiquitada la ubre paterna, y ya de romería política por Europa, se
especializó en desvalijar a los amigos y a los militantes con que iba
topando por los clubes de exiliados alemanes, de donde procuraba no
salir sino lo imprescindible, no fuese a ser que tuviera que aprender
un nuevo idioma o integrarse en un país distinto al suyo. Por lo
general, lo que pedía no lo devolvía. Buscaba las excusas más
insospechadas para escaquearse; algunas de ellas ciertas, como el
argumento de la numerosa prole que trajo al mundo junto a su esposa,
Jenny von Westphalen.
Económicamente hablando, Jenny tampoco era manca. Hija de un barón
prusiano –de ahí el von del apellido–, recibió una generosa dote al
casarse y, luego, continuos préstamos de su familia. Pero los
Westphalen se iban muriendo, y la fuente, consecuentemente,
secándose...
Cuando en casa no había ni para comer ni forma de recurrir a los
prestamistas de confianza, los Marx recurrían al mercado crediticio
ordinario, es decir, al usurero de la esquina, que siempre han
existido porque siempre ha habido manirrotos como el autor de El
Capital. Pero incluso los auténticos profesionales del riesgo evitaban
al matrimonio en los peores momentos de éste. En 1850, el casero les
puso en la calle con cuatro niños y todos los muebles, que tuvieron
que empeñar para liquidar las cuentas de la carnicería y la panadería.
Entonces se acogieron a la beneficencia. Su pequeño hijo Guido murió
aquel invierno de frío siendo un bebé.
A pesar de los contratiempos, Marx no tenía intención de cambiar.
"Lleva una vida de intelectual bohemio –se lee en un informe redactado
por aquellos días por la policía prusiana, que le seguía los pasos–.
Pocas veces se lava, se acicala o se cambia de ropa, y a menudo está
borracho. No tiene una hora estipulada para irse a la cama o
levantarse por la mañana. A menudo se pasa la noche en vela y al
mediodía se tumba en el sofá con la ropa puesta, donde duerme hasta la
tarde. Cuando entras en la habitación de Marx, el humo y las
emanaciones del tabaco hacen llorar los ojos... Todo está sucio y
cubierto de polvo, y sentarse se convierte en una tarea peligrosa".
Una joya de hombre.
A Marx le salvó su amistad con el ricacho Engels, al que sangró a
modo. Durante cuarenta años, el multimillonario del textil estuvo
dando dinero a Marx, al principio como apoyo para que se dedicase a
escribir libros y luego, a partir de 1869, ya de modo formal: le hizo
beneficiario de una asignación vitalicia.
Teniendo en cuenta que, por aquellas mismas fechas, Engels se había
retirado del negocio, asegurándose antes una buena pensión de
jubilación, su amigo Marx se convirtió en el rentista de un rentista.
Las dos mentes más preclaras del socialismo, los padres de El Capital,
fueron unos rematados rentistas, figura que sólo fue posible en el
siglo XIX gracias a la extraordinaria prosperidad que había forjado el
capitalismo. Una paradoja y una verdad ligeramente incómoda... que no
todos están dispuestos a reconocer.
----------- 0-------------- 0---------------
LEA CÓMO ISRAEL HA ENGAÑADO A MILLONES DE SOCIALISTAS HACIÉNDOLES
CREER QUE LOS GRINGOS Y SOCIOS SON CULPABLES DE TODOS LOS MALES DEL
MUNDO .
EL SOCIALISMO ES UN SISTEMA DISEÑADO PARA EXTERMINAR O ESCLAVIZAR A LA
HUMANIDAD :
http://club.telepolis.com/otokan/so.html
LOS SOCIALISTAS son los fieles esclavos y servidores de los judios y
con su ayuda los judios le quitaron el poder a los gringos e ingleses
que conformaban la séptima potencia mundial. Hoy Israel controla la
O.N.U y muchos otros poderosos entes financieros, politicos y
economicos, Israel pasa a ser la OCTAVA Y ULTIMA POTENCIA MUNDIAL :
http://club.telepolis.com/otokan/IMPERIO%20CAIDO.html
LA DESTRUCCIÓN DE ISRAEL está garantizada y profetizada debido a sus
infidelidades contra el Creador y sus diez mandamientos :
http://groups.google.com/group/abadon/web/errores-de-israel
ASÍ ASESINAN Y PERJUDICAN LOS SOCIALISTAS al resto de la población
mundial :
http://groups.google.com/group/pachucos/topics
FUE UN JUDIO ALEMAN Y FUNDADOR DEL SOCIALISMO o COMUNISMO; ERA UN
CHANCHITO JUDÍO :
El Marx del que nadie habla
Loading Image...
"Los Marx Levy eran la familia de rabinos MAS prominentes de Austria.
Asi como los Kaganovich (Cohen en Khazar o rabino) en Rusia. El
asesino serial mas grande de la historia Lazar Moshe Kaganovich , el
chacal del Kremlin , asesino para Stalin era nieto de rabinos. Dentro
de las asesinadas estuvo Svetlana , la segunda esposa de Stalin , para
colocar en el lecho de Stalin a Rosa Kaganovich , la controladora
judia del dictador" .
DERROCHADOR Y MAL PAGADOR
Por Fernando Díaz Villanueva
El padre del socialismo, el hombre que dedicó su vida a liberar a la
clase trabajadora de sus cadenas, el abnegado filósofo y economista,
autor del ensayo que más ha influido en la historia de la humanidad,
nunca tuvo un empleo. Nunca.
Karl Marx, rebautizado Carlos en España por no se sabe bien qué
razones, se pasó la vida pidiendo dinero prestado para no devolverlo
jamás. Fue el arquetipo elevado al cubo de lo que él denunciaba: un
vago, un caradura, un ser irascible, egoísta y desalmado que vivió,
literalmente, a costa de los que le rodearon durante sus 64 años de
vida.
Tras el célebre retrato que John Mayall le hizo en Londres allá por
1875, algo se atisba: muestra un hombre con barba muy poblada pero
anárquica, medio negra medio cana, que sube por los lados de la cara,
tapando las orejas, hasta llegar al pelo, con el que se funde en un
amasijo greñoso y descuidado. Aunque lleva una levita limpia bajo la
que esconde la mano, el retratado no parece un sabio, sino un mendigo
al que algún alma caritativa, por alguna razón difícil de explicar, ha
decidido inmortalizar.
Y no, la suya no fue una pose contestataria precursora del
perroflautismo contemporáneo: eso de ir hecho un guarro para hacer
méritos revolucionarios no se puso de moda hasta 1968; Marx era tal
cual: tenía auténtica fobia al aseo personal. Tanta, que terminaron
por salirle purulentos forúnculos por todo el cuerpo: en la cara, en
la espalda, en el trasero y hasta en el pene. Se quejaba amargamente
de ello en sus cartas, y esperaba –escribió por las mismas fechas en
que andaba componiendo la primera parte de El Capital... con el
trasero hecho cisco– que la burguesía, mientras existiera, tuviera
"motivos" para recordar sus forúnculos.
Su escaso apego por el aseo se juntaba con su desmesurada afición a la
bebida, el tabaco y la vida nocturna. Pasaba las noches en vela
discutiendo con unos y con otros para luego, ya de amanecida,
recostarse sobre un sofá y dormitar todo el día. Luego, si estaba de
buenas se metía en la biblioteca, donde consultaba libros y periódicos
para ir apuntalando las tesis... que ya traía fabricadas de casa. Con
un estilo de vida semejante, lo último que podía hacer era ganarse el
pan honradamente.
La pregunta que asalta al curioso es cómo él, un simple filósofo
alemán exiliado en Londres sin más patrimonio que su pluma y con una
familia que mantener, pudo vivir así tantos años. Simple: pidiendo
prestado y procurando, a la vez, no atender los vencimientos de pago.
Gracias al inmenso archivo epistolar que se conserva, y que ha sido
estudiado en infinidad de ocasiones, se calcula que Marx disfrutó de
una renta media de unas 200 libras anuales, es decir, tres o cuatro
veces lo que ganaban los obreros ingleses, a la sazón los mejor
pagados del mundo. Traducido a las circunstancias de nuestro tiempo y
lugar, estaríamos hablando de 80 ó 90.000 euros brutos al año. Y todo
por no hacer casi nada. Jamás hubo de enfrentarse al mercado y
satisfacer las necesidades de otros mediante el trabajo, que es lo que
exige el sistema capitalista. ¿Explotación? Nada: esa es una vaina que
aireó Marx tras birlar la idea a Jean-Pierre Proudhon y a Johann
Rodbertus. Este último le acusó de plagio, y Engels hubo de acudir en
socorro de su amo. Con éxito: de Marx se sabe mucho y del infeliz de
Rodbertus, nada.
Su primera fuente de ingresos fue su propia familia, que vivía
holgadamente en la ciudad alemana de Tréveris. El padre, Herschel, un
competente abogado judío, se había convertido al protestantismo para
prosperar en la vida e integrarse en la sociedad prusiana. La madre,
Henrietta Pressburg, era holandesa, hija de un rabino y buena paridora
de 8 vástagos, a los que no les faltó de nada. Por esa razón el joven
Karl pudo estudiar en la universidad y convertirse luego en el
perfecto ejemplar de revolucionario de salón. Nunca visitó una
fábrica, un taller, ni siquiera una imprenta. En una ocasión su amigo
Engels, magnate del textil con intereses mercantiles en Inglaterra, le
invitó a visitar un telar de algodón, pero él, hecho a las comodidades
de la ciudad y a pasar la tarde en la taberna, declinó la invitación.
Parece mentira, pero es así: el emancipador del proletariado muy pocas
veces vio a un proletario con sus propios ojos.
Durante años, hasta bien entrado en la edad adulta, vivió de sus
padres. Recibía un estipendio periódico, que reclamaba ofuscado por
carta si no le llegaba a tiempo. Al morir su padre, en 1838, tomó su
parte de la herencia –la respetable cantidad de 6.000 francos de oro–
y se la gastó íntegra. Lo mismo haría al fallecer Henrietta, aunque
ahí tuvo que conformarse con menos, ya que había ido pidiendo
anticipos a la parentela holandesa (por cierto, la otra rama de esa
misma familia, fue la que dio lugar a la superconocida multinacional
Phillips).
Finiquitada la ubre paterna, y ya de romería política por Europa, se
especializó en desvalijar a los amigos y a los militantes con que iba
topando por los clubes de exiliados alemanes, de donde procuraba no
salir sino lo imprescindible, no fuese a ser que tuviera que aprender
un nuevo idioma o integrarse en un país distinto al suyo. Por lo
general, lo que pedía no lo devolvía. Buscaba las excusas más
insospechadas para escaquearse; algunas de ellas ciertas, como el
argumento de la numerosa prole que trajo al mundo junto a su esposa,
Jenny von Westphalen.
Económicamente hablando, Jenny tampoco era manca. Hija de un barón
prusiano –de ahí el von del apellido–, recibió una generosa dote al
casarse y, luego, continuos préstamos de su familia. Pero los
Westphalen se iban muriendo, y la fuente, consecuentemente,
secándose...
Cuando en casa no había ni para comer ni forma de recurrir a los
prestamistas de confianza, los Marx recurrían al mercado crediticio
ordinario, es decir, al usurero de la esquina, que siempre han
existido porque siempre ha habido manirrotos como el autor de El
Capital. Pero incluso los auténticos profesionales del riesgo evitaban
al matrimonio en los peores momentos de éste. En 1850, el casero les
puso en la calle con cuatro niños y todos los muebles, que tuvieron
que empeñar para liquidar las cuentas de la carnicería y la panadería.
Entonces se acogieron a la beneficencia. Su pequeño hijo Guido murió
aquel invierno de frío siendo un bebé.
A pesar de los contratiempos, Marx no tenía intención de cambiar.
"Lleva una vida de intelectual bohemio –se lee en un informe redactado
por aquellos días por la policía prusiana, que le seguía los pasos–.
Pocas veces se lava, se acicala o se cambia de ropa, y a menudo está
borracho. No tiene una hora estipulada para irse a la cama o
levantarse por la mañana. A menudo se pasa la noche en vela y al
mediodía se tumba en el sofá con la ropa puesta, donde duerme hasta la
tarde. Cuando entras en la habitación de Marx, el humo y las
emanaciones del tabaco hacen llorar los ojos... Todo está sucio y
cubierto de polvo, y sentarse se convierte en una tarea peligrosa".
Una joya de hombre.
A Marx le salvó su amistad con el ricacho Engels, al que sangró a
modo. Durante cuarenta años, el multimillonario del textil estuvo
dando dinero a Marx, al principio como apoyo para que se dedicase a
escribir libros y luego, a partir de 1869, ya de modo formal: le hizo
beneficiario de una asignación vitalicia.
Teniendo en cuenta que, por aquellas mismas fechas, Engels se había
retirado del negocio, asegurándose antes una buena pensión de
jubilación, su amigo Marx se convirtió en el rentista de un rentista.
Las dos mentes más preclaras del socialismo, los padres de El Capital,
fueron unos rematados rentistas, figura que sólo fue posible en el
siglo XIX gracias a la extraordinaria prosperidad que había forjado el
capitalismo. Una paradoja y una verdad ligeramente incómoda... que no
todos están dispuestos a reconocer.
----------- 0-------------- 0---------------
LEA CÓMO ISRAEL HA ENGAÑADO A MILLONES DE SOCIALISTAS HACIÉNDOLES
CREER QUE LOS GRINGOS Y SOCIOS SON CULPABLES DE TODOS LOS MALES DEL
MUNDO .
EL SOCIALISMO ES UN SISTEMA DISEÑADO PARA EXTERMINAR O ESCLAVIZAR A LA
HUMANIDAD :
http://club.telepolis.com/otokan/so.html
LOS SOCIALISTAS son los fieles esclavos y servidores de los judios y
con su ayuda los judios le quitaron el poder a los gringos e ingleses
que conformaban la séptima potencia mundial. Hoy Israel controla la
O.N.U y muchos otros poderosos entes financieros, politicos y
economicos, Israel pasa a ser la OCTAVA Y ULTIMA POTENCIA MUNDIAL :
http://club.telepolis.com/otokan/IMPERIO%20CAIDO.html
LA DESTRUCCIÓN DE ISRAEL está garantizada y profetizada debido a sus
infidelidades contra el Creador y sus diez mandamientos :
http://groups.google.com/group/abadon/web/errores-de-israel
ASÍ ASESINAN Y PERJUDICAN LOS SOCIALISTAS al resto de la población
mundial :
http://groups.google.com/group/pachucos/topics