TORREBLANCA®
2010-12-26 13:37:43 UTC
Manuel Malaver
La Razón / ND
2010: el peor año de Chávez
26 December, 2010
Que Hugo Chávez haya terminado el 2010 borrando de un plumazo los
resultados de las elecciones parlamentarias del 26-S al hacerse
aprobar una Ley Habilitante que lo convierte en el poder legislativo
del país durante 18 meses; que, además, haya aprovechado la tragedia
de cientos de miles de venezolanos que perdieron vidas, salud y casas
en las vaguadas de diciembre para emerger como un demagogo trágico-
cómico capaz de echar mano a los recursos histriónicos que hagan falta
para maquillar su maltrecha imagen entre los más pobres; y que, por
último, esté reprimiendo sin piedad a los estudiantes que salieron a
protestar el jueves porque una Asamblea Nacional espúrea y moribunda
les arrebató la autonomía universitaria, no es sino consecuencia de
que ya es una minoría hincada como una espina purulenta contra la
voluntad mayoría de los venezolanos y que decidió gobernar recurriendo
a la fuerza y la violencia de los cabecillas de estados forajidos para
ver si sobrevive a las batallas políticas que lo esperan en el 2011 en
las calles y en el 2012 en los centros de votación.
De modo que, lo que presenciamos es un Chávez que huye despavorido y
en derrota, y que tal como proceden algunos acosados que tratan a toda
costa de interrumpirle el paso al enemigo que lo persigue de cerca,
incendia pueblos y ciudades, dinamita puentes y carreteras, envenena
ríos y cisternas, arrasa con reservas de alimentos y cosechas, y en
conjunto, destruye lo poco que dejó de la dominación de un territorio
que ocupó por la fuerza, el engaño, la traición, el cohecho y el
colaboracionismo.
Tarea esta última la más difícil de lograr, pues la Venezuela que
resta de 11 años de satrapía militarista, marxistoide, delirante y
mentalmente desequilibrada, no es sino un país en ruinas, física,
cultural y moralmente desarticulado, con sus inmensos recursos
traspasados a gobiernos extranjeros y los pocos que han permanecido en
el territorio nacional usados para enriquecer a la claque que rodea al
dictador por puro afán de lucro y tratar de corromper a los pobres que
azotados, ya por las catástrofes naturales, ya por las políticas
oficiales, se cuelgan de promesas que Chávez, mejor que nadie, sabe no
va a cumplir.
En otras palabras: que el 2011 será un 2010 llevado al extremo, con
más devaluación del bolívar e incremento de su peor efecto, la
inflación; desbordamiento del hampa que ya cobra la vida de 20 mil
venezolanos al año; continuación de la caída del PIB como una
consecuencia de la destrucción del aparato productivo interno y de la
conversión de Venezuela en un país monoproductor y monoexportador de
petróleo; del deterioro de los servicios públicos y del abandono de la
infraestructura física nacional al convertirla en casi inexistente, y
en suma, plagado de enfermedades y bajísimos índices de escolaridad
por que el gobierno no invierte en salud, ni educación, sino en
propaganda para convencer y autoconvencerse de que “son las mejores
del mundo”.
Pero paralelo a la destrucción de Venezuela en sus bases físicas
primordiales, Chávez hizo añicos al sistema democrático que, luego de
haberlo derrotado en dos golpes de estado, permitió participara y le
reconoció el triunfo en las elecciones presidenciales de 1998, pero en
absoluto para que, como había prometido, contribuyera a la
recuperación de la economía, profundizara la democracia y la libertad
y las hiciera accesible a todos, para tender las manos a los más
pobres y rescatarlos del olvido y el abandono, y crear un país
inclusivo donde la paz, la modernidad, la administración honesta de
los recursos, la eficiencia y el bienestar fueran la vía para poner
fin a las injusticias, los desequilibrios y la desigualdad.
Chávez, por el contrario, lo que traía camuflado en sus alforjas era
el proyecto de restaurar el sistema comunista y soviético, marxista y
totalitario, stalinista y castrista que más de 2000 millones de seres
humanos venían desmantelando desde las reformas que Deng Siao Ping
introdujo en China a finales de los 70 y fue enterrado definitivamente
bajo a los escombros de la caída del Muro de Berlín en noviembre de
1989 por decisión de los países de Europa del Este y de la exUnión
Soviética… pero que el teniente coronel de Sabaneta de Barinas decidió
remacharle a Venezuela a trancas y barrancas, con las armas o sin las
arnas, por las malas o por las buenas, lenta pero implacablemente, y
previo desmontaje de las instituciones democráticas y la incautación
de la independencia de los poderes y del estado de derecho.
Y es así como lleva 11 años, no solo rebanando las libertades, y
despedazando de a poquito la democracia, sino despilfarrando la
riqueza petrolera (la única que nos queda) al empeñarse en forjar una
alianza internacional anticapitalista, antiimperialista y
antinorteamericana, que, como en los tiempos de la perdida Guerra
Fría, cumpliera la tarea en la que habían fracasado Stalin, Mao,
Breznev, Kim Il Sung, Pol Pot y Fidel Castro.
Es un delirio que ha significado el despilfarro del BILLON DE DOLARES
que percibió el tesoro nacional durante el último ciclo de alza de los
precios del crudo que duró del 2003 y 2008, que ha dejado a Venezuela
en escombros, mientras los aliados que, supuestamente, acompañarían a
Chávez en su cruzada de restauración del socialismo y la Guerra Fría,
los gobiernos de Brasil, Argentina, por ejemplo, no solo salen de la
recesión sino que se declaran abiertamente capitalistas e insertos en
la economía globa, sino que otros, como Ecuador, Nicaragua y Bolivia
asumen sus propias políticas y se alejan del áspero y anacrónico
socialismo chavista, en tanto que Cuba emprende una serie de reformas
económicas con las que, simplemente, reintroduce el capitalismo en la
isla.
O sea, que solo Chávez mantiene y trata de implementar un sistema
político y económico fracasado en el pasado, en el presente y hacia el
futuro, que ya le ha impuesto enormes costos a Venezuela, que la
mantienen dividida y partida en dos por el odio y el rencor que a
diario predica este demagogo que se aprovecha de la tragedia de
cientos de miles de damnificados para simular que los quiere y que,
ahora sí, después de 11 años y de haber despilfarrado un BILLON DE
DOLARES, va a ocuparse de resolver sus problemas.
Problemas que durante el 2010 quedaron más al desnudo que nunca, con
una devaluación del bolívar del 300 por ciento, el colapso del sistema
eléctrico nacional que dejó durante meses a miles de pueblos y
ciudades con cortes diarios de suministro de energía de hasta 8 horas,
y la pérdida de 200 mil toneladas de alimentos importados que se
dejaron podrir en puertos, silos y almacenes porque la corrupción y la
incompetencia de la burocracia estatal fue incapaz de colocarlas en
mercados, bodegas, operativos y demás lugares de expendios públicos.
Pero 2010 fue también el año de las elecciones parlamentarias del 26
de septiembre, en las cuales, más de la mitad de los electores
convirtió a Chávez en minoría nacional, le quitó la mayoría calificada
en la AN y eligió 67 diputados que impidieran que el sistema
totalitario, stalinista y castrista convirtiera a Venezuela en una
cárcel con un carcelero vitalicio que extendía sus facultades hasta
trasmitirle, vía herencia, tal aberración a sus descendientes, fueran
hijos, sobrinos y nietos.
Chávez ha respondido desconociendo la voluntad popular, anulando el
poder legislativo, convirtiéndose en el segundo dictador del
continente después de Raúl Castro, en el jefe de un estado forajido
que intenta evitar lo que sin duda ya es inevitable:
Su desalojo del poder ya sea en el 2011 a través de la aplicación del
Artículo 350 de la Constitución, o en el 2012, en las elecciones
presidenciales, en las que, sin importar los trucos y triquiñuelas que
invente, la represión y la violencia que aplique, saldrá de Miraflores
convertido en un acusado que tendrá que dar cuenta de sus actos en
tribunales nacionales e internacionales, y en los consultorios de
médicos psiquiatras que estudiarán el regreso de un síndrome de
desequilibrio mental que se creyó desaparecido en Venezuela con la
muerte de aquel presidente de comienzos del siglo XX que se llamó
Cipriano Castro .
La Razón / ND
2010: el peor año de Chávez
26 December, 2010
Que Hugo Chávez haya terminado el 2010 borrando de un plumazo los
resultados de las elecciones parlamentarias del 26-S al hacerse
aprobar una Ley Habilitante que lo convierte en el poder legislativo
del país durante 18 meses; que, además, haya aprovechado la tragedia
de cientos de miles de venezolanos que perdieron vidas, salud y casas
en las vaguadas de diciembre para emerger como un demagogo trágico-
cómico capaz de echar mano a los recursos histriónicos que hagan falta
para maquillar su maltrecha imagen entre los más pobres; y que, por
último, esté reprimiendo sin piedad a los estudiantes que salieron a
protestar el jueves porque una Asamblea Nacional espúrea y moribunda
les arrebató la autonomía universitaria, no es sino consecuencia de
que ya es una minoría hincada como una espina purulenta contra la
voluntad mayoría de los venezolanos y que decidió gobernar recurriendo
a la fuerza y la violencia de los cabecillas de estados forajidos para
ver si sobrevive a las batallas políticas que lo esperan en el 2011 en
las calles y en el 2012 en los centros de votación.
De modo que, lo que presenciamos es un Chávez que huye despavorido y
en derrota, y que tal como proceden algunos acosados que tratan a toda
costa de interrumpirle el paso al enemigo que lo persigue de cerca,
incendia pueblos y ciudades, dinamita puentes y carreteras, envenena
ríos y cisternas, arrasa con reservas de alimentos y cosechas, y en
conjunto, destruye lo poco que dejó de la dominación de un territorio
que ocupó por la fuerza, el engaño, la traición, el cohecho y el
colaboracionismo.
Tarea esta última la más difícil de lograr, pues la Venezuela que
resta de 11 años de satrapía militarista, marxistoide, delirante y
mentalmente desequilibrada, no es sino un país en ruinas, física,
cultural y moralmente desarticulado, con sus inmensos recursos
traspasados a gobiernos extranjeros y los pocos que han permanecido en
el territorio nacional usados para enriquecer a la claque que rodea al
dictador por puro afán de lucro y tratar de corromper a los pobres que
azotados, ya por las catástrofes naturales, ya por las políticas
oficiales, se cuelgan de promesas que Chávez, mejor que nadie, sabe no
va a cumplir.
En otras palabras: que el 2011 será un 2010 llevado al extremo, con
más devaluación del bolívar e incremento de su peor efecto, la
inflación; desbordamiento del hampa que ya cobra la vida de 20 mil
venezolanos al año; continuación de la caída del PIB como una
consecuencia de la destrucción del aparato productivo interno y de la
conversión de Venezuela en un país monoproductor y monoexportador de
petróleo; del deterioro de los servicios públicos y del abandono de la
infraestructura física nacional al convertirla en casi inexistente, y
en suma, plagado de enfermedades y bajísimos índices de escolaridad
por que el gobierno no invierte en salud, ni educación, sino en
propaganda para convencer y autoconvencerse de que “son las mejores
del mundo”.
Pero paralelo a la destrucción de Venezuela en sus bases físicas
primordiales, Chávez hizo añicos al sistema democrático que, luego de
haberlo derrotado en dos golpes de estado, permitió participara y le
reconoció el triunfo en las elecciones presidenciales de 1998, pero en
absoluto para que, como había prometido, contribuyera a la
recuperación de la economía, profundizara la democracia y la libertad
y las hiciera accesible a todos, para tender las manos a los más
pobres y rescatarlos del olvido y el abandono, y crear un país
inclusivo donde la paz, la modernidad, la administración honesta de
los recursos, la eficiencia y el bienestar fueran la vía para poner
fin a las injusticias, los desequilibrios y la desigualdad.
Chávez, por el contrario, lo que traía camuflado en sus alforjas era
el proyecto de restaurar el sistema comunista y soviético, marxista y
totalitario, stalinista y castrista que más de 2000 millones de seres
humanos venían desmantelando desde las reformas que Deng Siao Ping
introdujo en China a finales de los 70 y fue enterrado definitivamente
bajo a los escombros de la caída del Muro de Berlín en noviembre de
1989 por decisión de los países de Europa del Este y de la exUnión
Soviética… pero que el teniente coronel de Sabaneta de Barinas decidió
remacharle a Venezuela a trancas y barrancas, con las armas o sin las
arnas, por las malas o por las buenas, lenta pero implacablemente, y
previo desmontaje de las instituciones democráticas y la incautación
de la independencia de los poderes y del estado de derecho.
Y es así como lleva 11 años, no solo rebanando las libertades, y
despedazando de a poquito la democracia, sino despilfarrando la
riqueza petrolera (la única que nos queda) al empeñarse en forjar una
alianza internacional anticapitalista, antiimperialista y
antinorteamericana, que, como en los tiempos de la perdida Guerra
Fría, cumpliera la tarea en la que habían fracasado Stalin, Mao,
Breznev, Kim Il Sung, Pol Pot y Fidel Castro.
Es un delirio que ha significado el despilfarro del BILLON DE DOLARES
que percibió el tesoro nacional durante el último ciclo de alza de los
precios del crudo que duró del 2003 y 2008, que ha dejado a Venezuela
en escombros, mientras los aliados que, supuestamente, acompañarían a
Chávez en su cruzada de restauración del socialismo y la Guerra Fría,
los gobiernos de Brasil, Argentina, por ejemplo, no solo salen de la
recesión sino que se declaran abiertamente capitalistas e insertos en
la economía globa, sino que otros, como Ecuador, Nicaragua y Bolivia
asumen sus propias políticas y se alejan del áspero y anacrónico
socialismo chavista, en tanto que Cuba emprende una serie de reformas
económicas con las que, simplemente, reintroduce el capitalismo en la
isla.
O sea, que solo Chávez mantiene y trata de implementar un sistema
político y económico fracasado en el pasado, en el presente y hacia el
futuro, que ya le ha impuesto enormes costos a Venezuela, que la
mantienen dividida y partida en dos por el odio y el rencor que a
diario predica este demagogo que se aprovecha de la tragedia de
cientos de miles de damnificados para simular que los quiere y que,
ahora sí, después de 11 años y de haber despilfarrado un BILLON DE
DOLARES, va a ocuparse de resolver sus problemas.
Problemas que durante el 2010 quedaron más al desnudo que nunca, con
una devaluación del bolívar del 300 por ciento, el colapso del sistema
eléctrico nacional que dejó durante meses a miles de pueblos y
ciudades con cortes diarios de suministro de energía de hasta 8 horas,
y la pérdida de 200 mil toneladas de alimentos importados que se
dejaron podrir en puertos, silos y almacenes porque la corrupción y la
incompetencia de la burocracia estatal fue incapaz de colocarlas en
mercados, bodegas, operativos y demás lugares de expendios públicos.
Pero 2010 fue también el año de las elecciones parlamentarias del 26
de septiembre, en las cuales, más de la mitad de los electores
convirtió a Chávez en minoría nacional, le quitó la mayoría calificada
en la AN y eligió 67 diputados que impidieran que el sistema
totalitario, stalinista y castrista convirtiera a Venezuela en una
cárcel con un carcelero vitalicio que extendía sus facultades hasta
trasmitirle, vía herencia, tal aberración a sus descendientes, fueran
hijos, sobrinos y nietos.
Chávez ha respondido desconociendo la voluntad popular, anulando el
poder legislativo, convirtiéndose en el segundo dictador del
continente después de Raúl Castro, en el jefe de un estado forajido
que intenta evitar lo que sin duda ya es inevitable:
Su desalojo del poder ya sea en el 2011 a través de la aplicación del
Artículo 350 de la Constitución, o en el 2012, en las elecciones
presidenciales, en las que, sin importar los trucos y triquiñuelas que
invente, la represión y la violencia que aplique, saldrá de Miraflores
convertido en un acusado que tendrá que dar cuenta de sus actos en
tribunales nacionales e internacionales, y en los consultorios de
médicos psiquiatras que estudiarán el regreso de un síndrome de
desequilibrio mental que se creyó desaparecido en Venezuela con la
muerte de aquel presidente de comienzos del siglo XX que se llamó
Cipriano Castro .