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Jose Marti - el verdadero
(demasiado antiguo para responder)
redflag
2008-01-29 14:03:26 UTC
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"Una revolución es necesaria todavía...
[...]

Si alguien te tomara en serio, Mamabicho, creería que Marti
era responsable de inspirar varias generaciones de malos poetas.
La mayoría de ellos residen en Miami, componiendo versos trasnochados
de odio y dolor, lanzados como alfileres de vudú hacia Fidel y contra
el pueblo cubano.

Apuesto cualquier cosa que tienes una estatua de San Lazaro
en tu casa con ofrendas de velas, un tabaco a medio fumar y una
copita de ron y sabe Dios que otra brujería. ¡Eres un fucking retrogrado!
nosidetpa
2008-01-30 17:12:45 UTC
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POR SI NO SABES GUSANO CULO ROTO
ESAS DECLARACIONES DE MARTI FUERON HECHAS ANTES Q JOSE ENRIQUE RODO LO
CONVENCIERA DE Q SE VOLCARA PARA LAS CAUSAS POPULARES
COSA Q MARTI MUY BIEN HIZO
LUCHAR CONTRA EL IMPERIO
ASI Q DEJA DE DECIR PELOTUDECES

<***@hotmail.com> wrote in message news:e820e932-bf16-4530-8cc3-***@v67g2000hse.googlegroups.com...
"Una revolución es necesaria todavía...


...la revolución contra las revoluciones", declara José Martí. Y luego,
le dice no al socialismo, habla del capitalismo, defiende el libre
comercio, expresa su admiración por Norteamérica y proyecta su
pensamiento sobre las fraternas y abiertas relaciones de inversión y
de comercio que deberán existir entre una Cuba independiente y los
Estados Unidos de América.

José L. Solís

Durante decenas de años, Fidel Castro ha usado la figura de José Martí
para "fundamentar" su quehacer revolucionario; incluyendo especiales
esfuerzos teorizantes en busca de vincular el socialismo al
pensamiento del Apóstol de la independencia cubana. Pero ahora mas que
nunca, en estos días, al calor de su última revolución "cultural
televisiva", Castro trata de presentarse como un profundo y convencido
martiano. Por ello, se hace necesario hoy volver a afirmar, en estos
días alrededor del l06 aniversario de la muerte del Apóstol: Nada más
ajeno a Fidel Castro y a su engendro revolucionario que José Martí. He
aquí, inicialmente, estas tres glosas martianas, como muestra
irrefutable del abismo que separa a estos hombres, uno profundamente
civilista, demócrata, amante de la libertad individual; el otro,
autócrata, militarista, caudillo.

Durante decenas de años, Fidel Castro ha usado la figura de José Martí
para "fundamentar" su quehacer revolucionario; incluyendo especiales
esfuerzos teorizantes en busca de vincular el socialismo al
pensamiento del Apóstol de la independencia cubana. Pero ahora mas que
nunca, en estos días, al calor de su última revolución "cultural
televisiva", Castro trata de presentarse como un profundo y convencido
martiano. Por ello, se hace necesario hoy volver a afirmar, en estos
días alrededor del l06 aniversario de la muerte del Apóstol: Nada más
ajeno a Fidel Castro y a su engendro revolucionario que José Martí. He
aquí, inicialmente, estas tres glosas martianas, como muestra
irrefutable del abismo que separa a estos hombres, uno profundamente
civilista, demócrata, amante de la libertad individual; el otro,
autócrata, militarista, caudillo.

En carta dirigida al general Máximo Gómez, Octubre 20 de l884, Martí
dice: "...es mi determinación de no contribuir en un ápice, por amor
ciego a una idea en que me está yendo la vida, a traer a mi tierra a
un régimen de despotismo personal, que sería más vergonzoso y funesto
que el despotismo político que ahora soporta, y más grave y difícil de
desarraigar, porque vendría excusado por algunas virtudes, establecido
por la idea encarnada en él, y legitimado por el triunfo". Y más
adelante, en esa misma carta, Martí precisa que es establecimiento de
las libertades públicas "el único objetivo digno de lanzar un país a
la lucha".

Asimismo, antes de ofrendar su vida, el l9 de mayo de l895,
combatiendo con las armas en la mano en la campiña cubana al ejército
colonial español, Martí proclama: "El respeto a la libertad y al
pensamiento ajenos, aún el ente más infeliz, es mi fanatismo: si muero
o me matan será por eso".

Y del socialismo, ¿qué pensaba José Martí?

"El hombre que quiere ahora que el Estado cuide de él para no tener
que cuidar

él de sí, tendrá que trabajar entonces en la medida, por el tiempo y
en la labor que plugiese el Estado asignarle, puesto que a éste, sobre
quien caerían todos los deberes, se darían naturalmente todas las
facultades necesarias para recabar los medios de cumplir aquéllos -
dice el Apóstol comentando el tratado de Herbert Spencer "La Futura
Esclavitud", en uno de sus trabajos publicado en abril de l884. Y
continúa precisando en este comentario, José Martí : "De ser siervo de
sí mismo, pasaría el hombre a ser siervo del Estado. De ser esclavo de
los capitalistas, como se llama ahora, iría a ser esclavo de los
funcionarios. Esclavo es todo aquél que trabaja para otro que tiene
dominio sobre él; y en ese sistema socialista dominaría la comunidad
al hombre, que a la comunidad entregaría todo su trabajo". Y más
adelante señala Martí lo que a su juicio pasaría en una sociedad
socialista: "El funcionario autocrático abusará de la plebe cansada y
trabajadora. Lamentable será, y general, la Servidumbre".

José Martí era antimperialista, pero ¿era Martí antinorteamericano?
¿Qué pensaba Martí del capitalismo y de la sociedad democrática que ve
en sus largos anos de exilio desarrollarse en Norteamérica? Y ¿cómo
pensaba José Martí que debían ser las leyes que rigiesen el comercio
en general y las relaciones de una Cuba independiente con los Estados
Unidos de América?

En su largo exilio, Martí escribe sobre la Norteamérica que observa y
vive en unos artículos publicados en The Hour, así como también habla
de los temas que responden a las preguntas anteriormente formuladas,
en los periódicos La América, La Nación y en The New York Herald. He
aquí, de aquellos artículos suyos, unas glosas:

"Allí ha sido también, en Madison Square, la feria que contamos ahora,
la feria de ganado y de las lecherías, preparada en tres meses por
unos cuantos ricos que merecen serlo, puesto que no tienen empacho en
que los vean cuidando de su hacienda honradamente, que es como echar
cimientos a la patria..."

"Un país de periódico vivo, donde cada interés no bien asoma, ya tiene
su diario, y en el acceso todos los interesados en común, de modo que
no hay injuria ni sospecha sin voz y sin prensa que la publique y
tribunal dispuesto a censurarla; un país, prendado, sí, de la
libertad..."

"Estoy, al fin, en un país donde cada uno parece ser dueño de sí. Se
puede respirar libremente, por ser aquí la libertad, fundamento,
escudo y esencia de la vida. Aquí uno puede sentirse orgulloso de su
especie. Todos trabajan, todos leen..."

"No es los Estados Unidos ciertamente, donde los hombres osarán buscar
sementales para la tiranía".

"...Así es la libertad la esencia de la vida. Cuanto sin ella se hace es
imperfecto, mientras en mayor grado se la goce, con más flor y fruto
se vive. Es la condición ineludible de toda obra útil. Esto, que en
todo es cierto, ¿cómo no ha de serlo en el comercio y en la industria?
... La protección ahoga la industria ... altera y descalabra las leyes del
comercio ... Sólo la libertad trae consigo la paz y la riqueza".

"Los Estados Unidos, por ejemplo, preferirían contribuir a la solidez
de la libertad de Cuba, con la amistad sincera a su pueblo
independiente que los ama, y les abrirá sus licencias todas..."

"Al pueblo de los Estados Unidos mostramos en silencio, para que haga
lo que deba, estas legiones que pelean por lo que pelearon ellos ayer,
y marchan sin ayuda a la conquista de la libertad que ha de abrir a
los Estados Unidos la isla que hoy cierra el interés español".

Además de las proyecciones contenidas en estos dos últimos párrafos,
extraídos de la carta que firma junto al Apóstol el general Máximo
Gómez, fechada el 2 de mayo de 1895 y publicada por el The New York
Herald, en esa misiva Martí y Gómez precisaban que, en la Cuba
independiente, "al calor de la República firme", los "capitales
desocupados" y las "muchedumbres ociosas" hallarían en la isla "la
calma de la propiedad y un crucero amigo".

El claro conocimiento de la vida y de la obra escrita de José Martí es
el peor enemigo del autócrata Fidel Castro y uno de los valores
fundamentales que deberán servir de brújula al pueblo cubano en su
camino de reencuentro con la libertad, con el establecimiento de la
verdadera soberanía y la independencia de la patria cubana.

Así, ahora, para terminar, nada mejor que seguir recurriendo
directamente, sin medias tintas, a la palabra de José Martí, con este
párrafo, contenido en el sexto tomo, página 360, de sus Obras
Completas (Habana: Editorial Nacional de Cuba,1963-l973), y que recoge
el profesor e historiador cubano Carlos Ripoll, en su libro José
Martí: Pensamientos :

"Una revolución es necesaria todavía: la que no haga presidente a su
caudillo, la revolución contra las revoluciones: el levantamiento de
todos los hombres pacíficos, una vez soldados, para que ellos ni nadie
vuelvan a serlo jamás".

Libros consultados: Además del libro de Ripoll ya mencionado, La Gran
Enciclopedia Martiana, Editorial Martiana Inc., Badalona, España y
Biografia de José Martí, de Carlos Márquez Sterling, impreso por
Manuel Pareja, Barcelona, España..

José L Solís
Periodista retirado. Escritor.
nosidetpa
2008-01-31 20:42:13 UTC
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CONTAS SOLAMENTE LA PARTE Q TE SIRVE
DEJATE DE LOKAS PASIONES
Post by nosidetpa
POR SI NO SABES GUSANO CULO ROTO
ESAS DECLARACIONES DE MARTI FUERON HECHAS ANTES Q JOSE ENRIQUE RODO LO
CONVENCIERA DE Q SE VOLCARA PARA LAS CAUSAS POPULARES
COSA Q MARTI MUY BIEN HIZO
LUCHAR CONTRA EL IMPERIO
ASI Q DEJA DE DECIR PELOTUDECES
En honor al apostol Jose Marti no te voy a contestar con los insultos
que te mereces. Lo hare en otra ocasion.

En ninguna ocasion durante su maravillosa y corta vida de lucha y de
abnegacion por Cuba, EN NINGUNA, nuestro apostol Jose Marti hablo o
escribio a favor del marxismo, ni siquiera escribio algo positivo
sobre el socialismo de Karl Marx. EN NINGUN MOMENTO DE SU VIDA. Todo
lo contrario.

Este articulo lo explica muy bien:

jueves, febrero 01, 2007

José Martí y el ideal republicano.

"... El respeto a la libertad y al pensamiento ajenos, aun del ente
más infeliz, es en mí fanatismo: si muero, o me matan, será por eso."
José Martí. (1)

En el 154 aniversario de su natalicio.

Ángel Luis Martínez Acosta (*)

Este 28 de enero recordamos el 154 aniversario del natalicio de José
Martí, Héroe Nacional de la República de Cuba, en el contexto de un
proceso de traspaso de poder de Fidel Castro hacia su hermano Raúl.
Alrededor de este hecho se han generado muchas expectativas dentro y
fuera de la isla. Tal parece que la pregunta que muchos analistas se
han hecho durante años en el sentido de "¿qué pasará cuando Fidel
desaparezca?", tendrá una respuesta en un breve plazo de tiempo.

Independientemente de los resultados de este cambio de manos de poder
y del futuro rumbo político de Cuba, es bastante razonable pensar en
la necesidad de cambios en el modo de gobernar así como en el
contenido mismo de la política aplicada hasta el momento.

Si finalmente Raúl Castro logra mantenerse en el poder hay que tomar
en consideración algunas realidades. Primero, no podrá gobernar del
modo autocrático en que lo hizo su hermano porque no tiene su carisma
en la relación con el pueblo, ni la "aureola" de líder del movimiento
revolucionario inicial, ni el apoyo incondicional de un grupo de los
llamados "dirigentes históricos". Segundo, porque una vez muerto Fidel
el pueblo estará en libertad de romper esa especie de "pacto secreto"
mediante el cual el gobernante cubano se mantuvo por más de 45 años en
el poder más absoluto. A partir de ese momento el descontento
acumulado, las frustraciones, desengaños y sobre todo la pésima
situación socio-económica en que se encuentra el país, condicionarán
el surgimiento de protestas sociales hasta ahora impensables. Tercero,
por la presión que tanto la oposición interna como el exilio político
ejercerán en favor de cambios en el país a lo que se unirán organismos
internacionales, organizaciones no gubernamentales y una parte
significativa de la opinión pública mundial. Cuarto, porque dejará de
recibir poco a poco la ayuda económica que recibe en estos momentos de
algunos países, dirigentes u organizaciones y fundamentalmente de
Venezuela donde su presidente, el Sr. Chávez, actúa como el "heredero
por excelencia" del ideario de Fidel y en estas condiciones no va a
permitir rivalidad de ningún tipo en su delirio de una Venezuela líder
del mundo subdesarrollado y de él como su máximo dirigente.

Este es, a mi juicio, un momento propicio para iniciar el rescate -si
cabe el término- del ideario martiano de manos de quienes durante
todos estos años lo han tergiversado y malinterpretado con el objetivo
de justificar su permanencia en el poder y la aplicación de métodos de
gobierno de corte totalitario.

En este sentido hay que destacar que existe un definido ideario
republicano martiano, es decir, un sistema de ideas coherentes y
sostenidas a lo largo de toda su vida en favor de un tipo de gobierno,
de un tipo de gobernante, y de unos mecanismos y métodos de gestión
estatal, que fuesen garantes de la más amplia democracia en favor de
la mayoría del pueblo.

La guerra de independencia de 1895, concebida y preparada por él
durante muchos años, sólo puede entenderse como "guerra republicana" -
y no sólo "necesaria"-, es decir, de una guerra concebida con un
profundo sentido republicano, como el medio a través del cual se
obtendría la independencia política de España con el fin de instaurar
una república democrática bajo el principio fundador de "con todos y
para el bien de todos"; república que sería a su vez el medio por el
cual se transformaría toda la estructura social así como la conciencia
de los propios cubanos hasta lograr que Cuba pudiese erigirse como
nación libre y soberana por propia voluntad y capacidad y ocupar el
lugar que por derecho le correspondía en el contexto de los demás
países.

Este principio fundador de su ideario ha sido groseramente
tergiversado durante los últimos 45 años al menos en tres momentos.
Primero, cuando se afirma que Martí fue el autor intelectual del
asalto al cuartel Moncada. Un análisis detenido del pensamiento
martiano nos demuestra que Fidel no sólo hizo todo lo contrario a lo
que Martí señalaba, sino que en ese momento fueron Marx, Engels y
Lenin -sobre todo la obra de este último "El Estado y La Revolución"-
los verdaderos autores intelectuales de dicha acción. Segundo, cuando
se afirma que el ideario martiano se funde con el ideario marxista-
leninista. Esto, además de ser un contrasentido, es una manifestación
de una supina ignorancia -cuando no traición- de la esencia del
pensamiento político martiano. Tercero, al afirmarse que dicho
principio se identifica con el concepto de dictadura del proletariado
ya que no sólo son incompatibles sino que se manifiestan como
antagónicos. Cuarto, al alentarse desde el gobierno de modo velado o
directo a realizar investigaciones que de alguna manera "mostrasen" la
filiación o simpatía de Martí por el socialismo.

No pueden pasarse por alto que los tres primeros aspectos antes
señalados aparecen en el cuerpo de la Constitución de la República de
1976. Ya no se trata sólo de simples tergiversaciones o juego de
palabras: a partir de ese momento son tergiversaciones
"institucionalizadas" y quien se oponga o adopte una actitud crítica
podrá ser perseguido y juzgado.

Martí no sólo fundamentó su ideal republicano en el concepto de una
patria con todos y para todos, sin exclusiones de ningún tipo, sino
que, consecuentemente, se opuso a toda forma de dictadura, tanto de
"derecha" como de "izquierda". En este sentido señalaba: "...
¡Líbrenos el que libra, de los pueblos hemipléjicos, que sólo de un
lado se desarrollan, y del otro quedan atáxicos! No hay pueblo en la
tierra que tenga el monopolio de una virtud humana:- pero hay un
estado político que tiene el monopolio de todas las virtudes:- la
libertad ilustrada: no aquella libertad que es entendida por el
predominio violento de la clase pobre vencida sobre la clase rica un
tiempo vencedora -que ya se sabe esa es nueva y temible
tiranía;-..." (2)

No puede olvidarse que la causa del enfrentamiento, en 1884, entre los
máximos dirigentes de la revolución del 95 fue precisamente la
oposición de Martí a los planes de Gómez y de Maceo de preparar la
guerra de modo que el mando militar pudiese actuar de manera autónoma,
sin el control del futuro gobierno, de modo que no se repitiesen los
errores de la guerra del 68. En su conocida carta al General Máximo
Gómez de 1884, a raíz de este enfrentamiento, afirma:

"... Pero hay algo que está por encima de toda la simpatía personal
que Vd. pueda inspirarme, y hasta de toda razón de oportunidad
aparente; y es mi determinación de no contribuir en un ápice, por amor
ciego a una idea en que me está yendo la vida, a traer a mi tierra a
un régimen de despotismo personal, que sería más vergonzoso y funesto
que el despotismo político que ahora soporta, y más grave y difícil de
desarraigar, porque vendría excusado por algunas virtudes, establecido
por la idea encarnada en él, y legitimado por el triunfo". (3)

El análisis detallado de lo ocurrido en Cuba desde antes de 1959
demuestra, a mi juicio, que Fidel Castro sustituyó con su despotismo
personal el despotismo político que imperaba en Cuba bajo el gobierno
de Batista. Y como advirtiera Martí ese despotismo ha sido más grave y
difícil de desarraigar. Cuba se convirtió poco a poco en un gran
campamento militar con un comandante en jefe al frente y donde al
pueblo se le otorgó como único gran derecho acatar y solicitar más
órdenes. Premonitoriamente ya Martí, en la carta antes citada a Máximo
Gómez, había destacado: "¡Un pueblo no se funda, General, como se
manda un campamento;..."

Menos aún puede pretenderse la existencia de un acercamiento del
pensamiento martiano a la ideología socialista en general y, muchísimo
menos, al marxismo-leninismo en particular. En sus escritos se puede
constatar que estudió con determinada profundidad el pensamiento
socialista de su época hasta al punto de saber distinguir sus
diferentes variantes. "Socialismo.- Lo primero que hay que saber es de
qué clase de socialismo se trata, si de la Icaria cristiana de Cabet,
o las visiones socráticas de Alcott, o el mutualismo de Prudhomme, el
familisterio de Guisa, o el Colins-ismo de Bélgica, o el de los
jóvenes hegelianos de Alemania:..." (4) Pero aún fue más allá en el
estudio de las teorías sociales de su época según se desprende de las
siguientes palabras: "... Nuestros jóvenes estudiantes deberían
reunirse, y estudiar asiduamente en privado a más del francés, el
inglés y el alemán. Vive hoy fuera de su tiempo el que no puede leer
estas lenguas. Las malas traducciones barcelonesas de unas cuantas
obras literarias e históricas, y uno que otro ensayo filosófico de
autor madrileño, calcado generalmente sobre la traducción francesa de
algún libro alemán, no bastan a darnos idea del cambio radical e
imponente que en las postrimerías de este siglo está sufriendo en
todos sus aspectos la vida universal. Sólo la entrada del mundo viejo
en el cristianismo es comparable a esta entrada a que asistimos del
mundo actual en el porvenir." (5)

Son innumerables las palabras y hechos de identificación de Martí con
los trabajadores, con los humildes, con los pobres de la tierra, o el
reconocimiento de que un mundo nuevo que se nos echa encima amasado
por los trabajadores. Son conocidos sus contactos con dirigentes
socialistas en España y México. Pero se olvida con demasiada
frecuencia que reconocer la existencia de las injusticias sociales y
luchar por el mejoramiento de las condiciones de vida de millones de
personas no significa comulgar con las ideas socialistas y mucho menos
con las ideas comunistas.

En el artículo que publicó en 1883 con motivo de la muerte de Carlos
Marx deja esclarecida su posición: "Karl Marx ha muerto. Como se puso
del lado de los débiles, merece honor. Pero no hace bien el que señala
el daño, y arde en ansias generosas de ponerle remedio, sino el que
enseña remedio blando al daño. Espanta la tarea de echar a los hombres
sobre los hombres. Indigna el forzoso abestiamiento de unos hombres en
provecho de otros. Mas se ha de hallar salida a la indignación, de
modo que la bestia cese, sin que se desborde, y espante." (6)

Honra a Marx porque se puso al lado de los débiles y trató de
mejorarlos, pero se distancia de él en cuanto a los métodos:
"espanta", "indigna". En otro momento del mismo artículo señala: "...
Karl Marx estudió los modos de asentar al mundo sobre nuevas bases, y
despertó a los dormidos, y les enseñó el modo de echar a tierra los
puntales rotos. Pero anduvo de prisa, y un tanto en la sombra, sin ver
que no nacen viables, ni de seno de pueblo en la historia, ni de seno
de mujer en el hogar, los hijos que no han tenido gestación natural y
laboriosa."

La teoría comunista tiene como principio político el establecimiento
de una "dictadura del proletariado", es decir, el predominio de una
clase social o de un grupo. En este sentido destaca: "... nadie más
que los siervos sienten la necesidad de ser señores; y como la gente
trabajadora ha tenido tanto que sufrir del señorío de los que la
emplean, le han entrado veleidades de déspota, y no se contenta con
hermanarse con los que la han hecho penar, sino que, yendo más allá de
toda razón, quiere ponerse encima de ellos, quiere sujetarlos a los
términos que impedirían a los empleadores la misma dignidad y libertad
humana que los empleados para sí reclaman.

Ahí está su debilidad, en su injusticia: y por esta vez al menos, ahí
está su derrota." (7)

En mi criterio Martí define aquí el fracaso de la ejecutoria política
del comunismo en el poder: la propia injusticia que representa el
establecimiento de una dictadura conlleva lógicamente a su derrota. Es
una criatura marcada para morir desde su propio nacimiento tal y como
la historia se ha encargado de demostrar.

Martí también arremete contra el principio económico del comunismo: el
dominio sobre los principales medios de producción del país. Una vez
que el Estado tenga este control en detrimento de la gestión
individual, señala Martí: "El hombre que quiere ahora que el Estado
cuide de él para no tener que cuidar él de sí, tendría que trabajar
entonces en la medida, por el tiempo y en la labor que plugiese al
Estado asignarle, puesto que a éste, sobre quien caerían todos los
deberes, se darían naturalmente todas las facultades necesarias para
recabar los medios de cumplir aquéllos. De ser siervo de sí mismo,
pasaría el hombre a ser siervo del Estado. De ser esclavo de los
capitalistas, como se llama ahora, iría a ser esclavo de los
funcionarios. Esclavo es todo aquel que trabaja para otro que tiene
dominio sobre él; y en ese sistema socialista dominaría la comunidad
al hombre, que a la comunidad entregaría todo su trabajo." (8)

Este control del Estado conlleva el surgimiento literal de un ejército
de funcionarios (burócratas) que son los encargados de organizar,
dirigir y controlar toda la actividad económica del país. Esta
posibilidad no fue ajena a Martí: "Y como los funcionarios son seres
humanos, y por tanto abusadores, soberbios y ambiciosos, y en esa
organización tendrían gran poder, apoyados por todos los que
aprovechasen o esperasen aprovechar de los abusos y por aquellas
fuerzas viles que siempre compra entre los oprimidos el terror,
prestigio o habilidad de los que mandan, este sistema de distribución
oficial del trabajo común llegaría a sufrir en poco tiempo de los
quebrantos, violencias, hurtos y tergiversaciones que el espíritu de
individualidad, la autoridad y osadía del genio, y las astucias del
vicio originan pronta y fatalmente en toda organización humana." (9)

El comunismo en el poder sólo puede sostenerse a condición de
imponerse como sistema totalitario, es decir: control absoluto del
Estado en todos los órdenes; censura masiva de todas las formas de
expresión subordinándolas a un pensamiento oficial único; eliminación
de la independencia y autonomía de los poderes ejecutivo, legislativo
y jurídico y subordinación a un órgano de control (partido) superior;
imposición permanente en el poder de un dirigente que gobierna de
manera autocrática; represión de toda actividad económica
independiente; creación y mantenimiento de un permanente estado de
confrontación contra un enemigo interior o exterior real o ficticio;
exaltación del nacionalismo, del triunfalismo y del unanimismo;
propaganda continuada de contenido populista y demagógico apelando
constantemente al patriotismo y al sentimiento revolucionario; la
represión, marginación y discriminación contra todo el que se oponga o
no siga el dictado de la "nomenklatura" en el poder; constante
adoctrinamiento en favor de la superioridad del sistema socio-político
imperante y en detrimento de otras formas de gobierno; monopolio de la
"verdad" ideológica suprema en manos de unos cuantos "elegidos" en el
poder; etc.

Es imposible tratar en este breve espacio todo el contenido del
pensamiento republicano martiano aunque todo lo expuesto creo que
ofrece una idea bastante general de las líneas principales de su
ideario. He dejado para último este fragmento como muestra de su
objetivo supremo en la lucha por la independencia de Cuba y base de la
república:

"La república, en Puerto Rico como en Cuba, -afirmaba Martí- no será
el predominio injusto de una clase de cubanos sobre las demás, sino el
equilibrio abierto y sincero de todas las fuerzas reales del país, y
del pensamiento y deseo libres de los cubanos todos. No queremos
redimirnos de una tiranía para entrar en otra. No queremos salir de
una hipocresía para caer en otra. Amamos a la libertad, porque en ella
vemos la verdad. Moriremos por la libertad verdadera; no por la
libertad que sirve de pretexto para mantener a unos hombres en el goce
excesivo, y a otros en el dolor innecesario. Se morirá por la
república después, si es preciso, como se morirá por la independencia
primero." (10)



--------------------------------------------------------------------------------

Relación de Notas:

(1) "Carta al General Máximo Gómez." New York, mayo 12, 1894. Obras
Completas. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 1975. Tomo 3.
Página 166.
(2) Artículo "Trabajadores franceses." En "La América." Nueva York,
noviembre de 1883. Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales. La
Habana, 1975. Tomo 8. Página 381.
(3) "Carta al General Máximo Gómez". Nueva York, 20 de octubre de
1884. Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana,
1975. Tomo 1. Página 177.
(4) Nota en "Cuaderno de apuntes. No. 18." (1894). Obras Completas.
Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 1975. Tomo 21. Página 386.
(5) Artículo en " La Opinión Nacional". 14 de febrero de 1882. Obras
Completas. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 1975. Tomo 23.
Página 200.
(6) Carta al Director de "La Nación"." Nueva York, 29 de marzo de
1883. Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana,
1975. Tomo 9. Página 388.
(7) Carta al Director de "La Nación"." Nueva York, Abril 27 de 1886.
Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 1975. Tomo
10. Páginas 413 a 414.
(8) Artículo sobre "La futura esclavitud", de Herbert Spencer. En "La
América."Nueva York, abril de 1884. Tomo 15. Página 391.
(9) Íbídem.
(10) José Martí. Artículo "¡Vengo a darte Patria!". De Patria, Nueva
York, 14 de marzo de 1893. Obras Completas. Editorial de Ciencias
Sociales. La Habana, 1975. Tomo 2. Página 255.

(*) [Ángel Luis Martínez Acosta. Es autor del libro "Las ideas
republicanas de José Martí. Selección de Textos". Todos estos temas
son tratados en detalle en su página web: Las ideas republicanas de
José Martí.]
Post by nosidetpa
"Una revolución es necesaria todavía...
...la revolución contra las revoluciones", declara José Martí. Y luego,
le dice no al socialismo, habla del capitalismo, defiende el libre
comercio, expresa su admiración por Norteamérica y proyecta su
pensamiento sobre las fraternas y abiertas relaciones de inversión y
de comercio que deberán existir entre una Cuba independiente y los
Estados Unidos de América.
José L. Solís
Durante decenas de años, Fidel Castro ha usado la figura de José Martí
para "fundamentar" su quehacer revolucionario; incluyendo especiales
esfuerzos teorizantes en busca de vincular el socialismo al
pensamiento del Apóstol de la independencia cubana. Pero ahora mas que
nunca, en estos días, al calor de su última revolución "cultural
televisiva", Castro trata de presentarse como un profundo y convencido
martiano. Por ello, se hace necesario hoy volver a afirmar, en estos
días alrededor del l06 aniversario de la muerte del Apóstol: Nada más
ajeno a Fidel Castro y a su engendro revolucionario que José Martí. He
aquí, inicialmente, estas tres glosas martianas, como muestra
irrefutable del abismo que separa a estos hombres, uno profundamente
civilista, demócrata, amante de la libertad individual; el otro,
autócrata, militarista, caudillo.
Durante decenas de años, Fidel Castro ha usado la figura de José Martí
para "fundamentar" su quehacer revolucionario; incluyendo especiales
esfuerzos teorizantes en busca de vincular el socialismo al
pensamiento del Apóstol de la independencia cubana. Pero ahora mas que
nunca, en estos días, al calor de su última revolución "cultural
televisiva", Castro trata de presentarse como un profundo y convencido
martiano. Por ello, se hace necesario hoy volver a afirmar, en estos
días alrededor del l06 aniversario de la muerte del Apóstol: Nada más
ajeno a Fidel Castro y a su engendro revolucionario que José Martí. He
aquí, inicialmente, estas tres glosas martianas, como muestra
irrefutable del abismo que separa a estos hombres, uno profundamente
civilista, demócrata, amante de la libertad individual; el otro,
autócrata, militarista, caudillo.
En carta dirigida al general Máximo Gómez, Octubre 20 de l884, Martí
dice: "...es mi determinación de no contribuir en un ápice, por amor
ciego a una idea en que me está yendo la vida, a traer a mi tierra a
un régimen de despotismo personal, que sería más vergonzoso y funesto
que el despotismo político que ahora soporta, y más grave y difícil de
desarraigar, porque vendría excusado por algunas virtudes, establecido
por la idea encarnada en él, y legitimado por el triunfo". Y más
adelante, en esa misma carta, Martí precisa que es establecimiento de
las libertades públicas "el único objetivo digno de lanzar un país a
la lucha".
Asimismo, antes de ofrendar su vida, el l9 de mayo de l895,
combatiendo con las armas en la mano en la campiña cubana al ejército
colonial español, Martí proclama: "El respeto a la libertad y al
pensamiento ajenos, aún el ente más infeliz, es mi fanatismo: si muero
o me matan será por eso".
Y del socialismo, ¿qué pensaba José Martí?
"El hombre que quiere ahora que el Estado cuide de él para no tener
que cuidar
él de sí, tendrá que trabajar entonces en la medida, por el tiempo y
en la labor que plugiese el Estado asignarle, puesto que a éste, sobre
quien caerían todos los deberes, se darían naturalmente todas las
facultades necesarias para recabar los medios de cumplir aquéllos -
dice el Apóstol comentando el tratado de Herbert Spencer "La Futura
Esclavitud", en uno de sus trabajos publicado en abril de l884. Y
continúa precisando en este comentario, José Martí : "De ser siervo de
sí mismo, pasaría el hombre a ser siervo del Estado. De ser esclavo de
los capitalistas, como se llama ahora, iría a ser esclavo de los
funcionarios. Esclavo es todo aquél que trabaja para otro que tiene
dominio sobre él; y en ese sistema socialista dominaría la comunidad
al hombre, que a la comunidad entregaría todo su trabajo". Y más
adelante señala Martí lo que a su juicio pasaría en una sociedad
socialista: "El funcionario autocrático abusará de la plebe cansada y
trabajadora. Lamentable será, y general, la Servidumbre".
José Martí era antimperialista, pero ¿era Martí antinorteamericano?
¿Qué pensaba Martí del capitalismo y de la sociedad democrática que ve
en sus largos anos de exilio desarrollarse en Norteamérica? Y ¿cómo
pensaba José Martí que debían ser las leyes que rigiesen el comercio
en general y las relaciones de una Cuba independiente con los Estados
Unidos de América?
En su largo exilio, Martí escribe sobre la Norteamérica que observa y
vive en unos artículos publicados en The Hour, así como también habla
de los temas que responden a las preguntas anteriormente formuladas,
en los periódicos La América, La Nación y en The New York Herald. He
"Allí ha sido también, en Madison Square, la feria que contamos ahora,
la feria de ganado y de las lecherías, preparada en tres meses por
unos cuantos ricos que merecen serlo, puesto que no tienen empacho en
que los vean cuidando de su hacienda honradamente, que es como echar
cimientos a la patria..."
"Un país de periódico vivo, donde cada interés no bien asoma, ya tiene
su diario, y en el acceso todos los interesados en común, de modo que
no hay injuria ni sospecha sin voz y sin prensa que la publique y
tribunal dispuesto a censurarla; un país, prendado, sí, de la
libertad..."
"Estoy, al fin, en un país donde cada uno parece ser dueño de sí. Se
puede respirar libremente, por ser aquí la libertad, fundamento,
escudo y esencia de la vida. Aquí uno puede sentirse orgulloso de su
especie. Todos trabajan, todos leen..."
"No es los Estados Unidos ciertamente, donde los hombres osarán buscar
sementales para la tiranía".
"...Así es la libertad la esencia de la vida. Cuanto sin ella se hace es
imperfecto, mientras en mayor grado se la goce, con más flor y fruto
se vive. Es la condición ineludible de toda obra útil. Esto, que en
todo es cierto, ¿cómo no ha de serlo en el comercio y en la industria?
... La protección ahoga la industria ... altera y descalabra las leyes del
comercio ... Sólo la libertad trae consigo la paz y la riqueza".
"Los Estados Unidos, por ejemplo, preferirían contribuir a la solidez
de la libertad de Cuba, con la amistad sincera a su pueblo
independiente que los ama, y les abrirá sus licencias todas..."
"Al pueblo de los Estados Unidos mostramos en silencio, para que haga
lo que deba, estas legiones que pelean por lo que pelearon ellos ayer,
y marchan sin ayuda a la conquista de la libertad que ha de abrir a
los Estados Unidos la isla que hoy cierra el interés español".
Además de las proyecciones contenidas en estos dos últimos párrafos,
extraídos de la carta que firma junto al Apóstol el general Máximo
Gómez, fechada el 2 de mayo de 1895 y publicada por el The New York
Herald, en esa misiva Martí y Gómez precisaban que, en la Cuba
independiente, "al calor de la República firme", los "capitales
desocupados" y las "muchedumbres ociosas" hallarían en la isla "la
calma de la propiedad y un crucero amigo".
El claro conocimiento de la vida y de la obra escrita de José Martí es
el peor enemigo del autócrata Fidel Castro y uno de los valores
fundamentales que deberán servir de brújula al pueblo cubano en su
camino de reencuentro con la libertad, con el establecimiento de la
verdadera soberanía y la independencia de la patria cubana.
Así, ahora, para terminar, nada mejor que seguir recurriendo
directamente, sin medias tintas, a la palabra de José Martí, con este
párrafo, contenido en el sexto tomo, página 360, de sus Obras
Completas (Habana: Editorial Nacional de Cuba,1963-l973), y que recoge
el profesor e historiador cubano Carlos Ripoll, en su libro José
"Una revolución es necesaria todavía: la que no haga presidente a su
caudillo, la revolución contra las revoluciones: el levantamiento de
todos los hombres pacíficos, una vez soldados, para que ellos ni nadie
vuelvan a serlo jamás".
Libros consultados: Además del libro de Ripoll ya mencionado, La Gran
Enciclopedia Martiana, Editorial Martiana Inc., Badalona, España y
Biografia de José Martí, de Carlos Márquez Sterling, impreso por
Manuel Pareja, Barcelona, España..
José L Solís
Periodista retirado. Escritor.
Fortinbras
2008-02-01 12:32:07 UTC
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Post by nosidetpa
CONTAS SOLAMENTE LA PARTE Q TE SIRVE
DEJATE DE LOKAS PASIONES
Ese es el ideario martiano. Sabemos que los aduladores de tiranos de
Bush y de pichones de tiranos como Musharraf, nunca comprenderan
el ideario de Marti. Ustedes prefieren doblegarse ante tiranos porque
tienen la
mente enferma por ideologias extranjerizantes de un judio equivocado
cuya vision era el odio y el revanchismo. De esa ideologia infernal,
en ningun pais del mundo, ha salido nada bueno. Por eso todos ustedes
terminaran en el estercolero de la historia.
Palestina sera libre.
El Mambi
Saludos cordiales

Fortinbras
--
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nosidetpa
2008-02-01 17:25:00 UTC
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UDS NO SON ESBIRROS
SON MAMAPINGAS
TODOS LO SABEMOS A ESO
ADEMAS DE GUSANOS COBARDES
CACAREAN PERO NO HACEN NADA
Post by nosidetpa
CONTAS SOLAMENTE LA PARTE Q TE SIRVE
DEJATE DE LOKAS PASIONES
Nosedena (con acento en la a) -- (te viene muy bien el nombrete):

Todo lo contrario Don Nosedena. Nosotros no somos como los esbirros
castro-fascistas. Nosotros no inventamos cuentos de camino sobre Jose
Marti, como esa barbaridad de que Jose Marti fue el "autor intelectual
del ataque al Moncada" y otras imbecilidades por el estilo producto de
la mente de un tirano, psicopata y asesino. Nosotros reconocemos y
apoyamos el anti-imperialismo de Marti. No queremos que Cuba sea parte
de Estados Unidos. No fuimos, no somos, ni nunca seremos anexionistas.
Cuba es Cuba y los Estados Unidos son los Estados Unidos, que no se
entienda al reves. Reconocemos y concordamos en sus elogios a los
principios democraticos de esta gran nacion y de todas las naciones
democraticas del mundo. Queremos, igual que el, a la patria de
Lincoln. Creemos, al igual que el, en una Cuba democratica y basada en
la ley, donde el poder civil este por encima del militar.Condenamos,
igual que el, las ideologias marxistas y absolutistas, llamense
fascismo, nazismo o comunismo. Queremos una Cuba donde no existan
pobres y todo ciudadano pueda tener una vida decorosa. Creemos en la
reunificacion de la familia cubana y en todo el ideario martiano.
Creemos, al igual que el, que los cubanos que vivimos en el exilio y
los que viven en la isla esclavizada somos un solo pueblo. Creemos en
una Cuba: "Con todos y para el bien de todos.", sin un tirano con
poder absoluto por medio siglo, sin Comites de Chivatos en cada
cuadra, sin esbirros Segurosos- perros de presa de la Seguridad del
Estado, sin unos cuantos generales millonarios que sean los due~nos de
la economia, sin libretas de racionamientos, y sin paredones de
fusilamiento. Creemos, igual que el, en una Cuba donde exista la
libertad de prensa, libertad de religion, y libertad del hambre y del
miedo.

Ese es el ideario martiano. Sabemos que los aduladores de tiranos de
Castro y de pichones de tiranos como Chavez y Evo, nunca comprenderan
su ideario. Ustedes prefieren doblegarse ante tiranos porque tienen la
mente enferma por ideologias extranjerizantes de un equivocado aleman
cuya vision era el odio y el revanchismo. De esa ideologia infernal,
en ningun pais del mundo, ha salido nada bueno. Por eso todos ustedes
terminaran en el estercolero de la historia.

Cuba sera libre.

El Mambi
Post by nosidetpa
POR SI NO SABES GUSANO CULO ROTO
ESAS DECLARACIONES DE MARTI FUERON HECHAS ANTES Q JOSE ENRIQUE RODO LO
CONVENCIERA DE Q SE VOLCARA PARA LAS CAUSAS POPULARES
COSA Q MARTI MUY BIEN HIZO
LUCHAR CONTRA EL IMPERIO
ASI Q DEJA DE DECIR PELOTUDECES
En honor al apostol Jose Marti no te voy a contestar con los insultos
que te mereces. Lo hare en otra ocasion.
En ninguna ocasion durante su maravillosa y corta vida de lucha y de
abnegacion por Cuba, EN NINGUNA, nuestro apostol Jose Marti hablo o
escribio a favor del marxismo, ni siquiera escribio algo positivo
sobre el socialismo de Karl Marx. EN NINGUN MOMENTO DE SU VIDA. Todo
lo contrario.
jueves, febrero 01, 2007
José Martí y el ideal republicano.
"... El respeto a la libertad y al pensamiento ajenos, aun del ente
más infeliz, es en mí fanatismo: si muero, o me matan, será por eso."
José Martí. (1)
En el 154 aniversario de su natalicio.
Ángel Luis Martínez Acosta (*)
Este 28 de enero recordamos el 154 aniversario del natalicio de José
Martí, Héroe Nacional de la República de Cuba, en el contexto de un
proceso de traspaso de poder de Fidel Castro hacia su hermano Raúl.
Alrededor de este hecho se han generado muchas expectativas dentro y
fuera de la isla. Tal parece que la pregunta que muchos analistas se
han hecho durante años en el sentido de "¿qué pasará cuando Fidel
desaparezca?", tendrá una respuesta en un breve plazo de tiempo.
Independientemente de los resultados de este cambio de manos de poder
y del futuro rumbo político de Cuba, es bastante razonable pensar en
la necesidad de cambios en el modo de gobernar así como en el
contenido mismo de la política aplicada hasta el momento.
Si finalmente Raúl Castro logra mantenerse en el poder hay que tomar
en consideración algunas realidades. Primero, no podrá gobernar del
modo autocrático en que lo hizo su hermano porque no tiene su carisma
en la relación con el pueblo, ni la "aureola" de líder del movimiento
revolucionario inicial, ni el apoyo incondicional de un grupo de los
llamados "dirigentes históricos". Segundo, porque una vez muerto Fidel
el pueblo estará en libertad de romper esa especie de "pacto secreto"
mediante el cual el gobernante cubano se mantuvo por más de 45 años en
el poder más absoluto. A partir de ese momento el descontento
acumulado, las frustraciones, desengaños y sobre todo la pésima
situación socio-económica en que se encuentra el país, condicionarán
el surgimiento de protestas sociales hasta ahora impensables. Tercero,
por la presión que tanto la oposición interna como el exilio político
ejercerán en favor de cambios en el país a lo que se unirán organismos
internacionales, organizaciones no gubernamentales y una parte
significativa de la opinión pública mundial. Cuarto, porque dejará de
recibir poco a poco la ayuda económica que recibe en estos momentos de
algunos países, dirigentes u organizaciones y fundamentalmente de
Venezuela donde su presidente, el Sr. Chávez, actúa como el "heredero
por excelencia" del ideario de Fidel y en estas condiciones no va a
permitir rivalidad de ningún tipo en su delirio de una Venezuela líder
del mundo subdesarrollado y de él como su máximo dirigente.
Este es, a mi juicio, un momento propicio para iniciar el rescate -si
cabe el término- del ideario martiano de manos de quienes durante
todos estos años lo han tergiversado y malinterpretado con el objetivo
de justificar su permanencia en el poder y la aplicación de métodos de
gobierno de corte totalitario.
En este sentido hay que destacar que existe un definido ideario
republicano martiano, es decir, un sistema de ideas coherentes y
sostenidas a lo largo de toda su vida en favor de un tipo de gobierno,
de un tipo de gobernante, y de unos mecanismos y métodos de gestión
estatal, que fuesen garantes de la más amplia democracia en favor de
la mayoría del pueblo.
La guerra de independencia de 1895, concebida y preparada por él
durante muchos años, sólo puede entenderse como "guerra republicana" -
y no sólo "necesaria"-, es decir, de una guerra concebida con un
profundo sentido republicano, como el medio a través del cual se
obtendría la independencia política de España con el fin de instaurar
una república democrática bajo el principio fundador de "con todos y
para el bien de todos"; república que sería a su vez el medio por el
cual se transformaría toda la estructura social así como la conciencia
de los propios cubanos hasta lograr que Cuba pudiese erigirse como
nación libre y soberana por propia voluntad y capacidad y ocupar el
lugar que por derecho le correspondía en el contexto de los demás
países.
Este principio fundador de su ideario ha sido groseramente
tergiversado durante los últimos 45 años al menos en tres momentos.
Primero, cuando se afirma que Martí fue el autor intelectual del
asalto al cuartel Moncada. Un análisis detenido del pensamiento
martiano nos demuestra que Fidel no sólo hizo todo lo contrario a lo
que Martí señalaba, sino que en ese momento fueron Marx, Engels y
Lenin -sobre todo la obra de este último "El Estado y La Revolución"-
los verdaderos autores intelectuales de dicha acción. Segundo, cuando
se afirma que el ideario martiano se funde con el ideario marxista-
leninista. Esto, además de ser un contrasentido, es una manifestación
de una supina ignorancia -cuando no traición- de la esencia del
pensamiento político martiano. Tercero, al afirmarse que dicho
principio se identifica con el concepto de dictadura del proletariado
ya que no sólo son incompatibles sino que se manifiestan como
antagónicos. Cuarto, al alentarse desde el gobierno de modo velado o
directo a realizar investigaciones que de alguna manera "mostrasen" la
filiación o simpatía de Martí por el socialismo.
No pueden pasarse por alto que los tres primeros aspectos antes
señalados aparecen en el cuerpo de la Constitución de la República de
1976. Ya no se trata sólo de simples tergiversaciones o juego de
palabras: a partir de ese momento son tergiversaciones
"institucionalizadas" y quien se oponga o adopte una actitud crítica
podrá ser perseguido y juzgado.
Martí no sólo fundamentó su ideal republicano en el concepto de una
patria con todos y para todos, sin exclusiones de ningún tipo, sino
que, consecuentemente, se opuso a toda forma de dictadura, tanto de
"derecha" como de "izquierda". En este sentido señalaba: "...
¡Líbrenos el que libra, de los pueblos hemipléjicos, que sólo de un
lado se desarrollan, y del otro quedan atáxicos! No hay pueblo en la
tierra que tenga el monopolio de una virtud humana:- pero hay un
estado político que tiene el monopolio de todas las virtudes:- la
libertad ilustrada: no aquella libertad que es entendida por el
predominio violento de la clase pobre vencida sobre la clase rica un
tiempo vencedora -que ya se sabe esa es nueva y temible
tiranía;-..." (2)
No puede olvidarse que la causa del enfrentamiento, en 1884, entre los
máximos dirigentes de la revolución del 95 fue precisamente la
oposición de Martí a los planes de Gómez y de Maceo de preparar la
guerra de modo que el mando militar pudiese actuar de manera autónoma,
sin el control del futuro gobierno, de modo que no se repitiesen los
errores de la guerra del 68. En su conocida carta al General Máximo
"... Pero hay algo que está por encima de toda la simpatía personal
que Vd. pueda inspirarme, y hasta de toda razón de oportunidad
aparente; y es mi determinación de no contribuir en un ápice, por amor
ciego a una idea en que me está yendo la vida, a traer a mi tierra a
un régimen de despotismo personal, que sería más vergonzoso y funesto
que el despotismo político que ahora soporta, y más grave y difícil de
desarraigar, porque vendría excusado por algunas virtudes, establecido
por la idea encarnada en él, y legitimado por el triunfo". (3)
El análisis detallado de lo ocurrido en Cuba desde antes de 1959
demuestra, a mi juicio, que Fidel Castro sustituyó con su despotismo
personal el despotismo político que imperaba en Cuba bajo el gobierno
de Batista. Y como advirtiera Martí ese despotismo ha sido más grave y
difícil de desarraigar. Cuba se convirtió poco a poco en un gran
campamento militar con un comandante en jefe al frente y donde al
pueblo se le otorgó como único gran derecho acatar y solicitar más
órdenes. Premonitoriamente ya Martí, en la carta antes citada a Máximo
Gómez, había destacado: "¡Un pueblo no se funda, General, como se
manda un campamento;..."
Menos aún puede pretenderse la existencia de un acercamiento del
pensamiento martiano a la ideología socialista en general y, muchísimo
menos, al marxismo-leninismo en particular. En sus escritos se puede
constatar que estudió con determinada profundidad el pensamiento
socialista de su época hasta al punto de saber distinguir sus
diferentes variantes. "Socialismo.- Lo primero que hay que saber es de
qué clase de socialismo se trata, si de la Icaria cristiana de Cabet,
o las visiones socráticas de Alcott, o el mutualismo de Prudhomme, el
familisterio de Guisa, o el Colins-ismo de Bélgica, o el de los
jóvenes hegelianos de Alemania:..." (4) Pero aún fue más allá en el
estudio de las teorías sociales de su época según se desprende de las
siguientes palabras: "... Nuestros jóvenes estudiantes deberían
reunirse, y estudiar asiduamente en privado a más del francés, el
inglés y el alemán. Vive hoy fuera de su tiempo el que no puede leer
estas lenguas. Las malas traducciones barcelonesas de unas cuantas
obras literarias e históricas, y uno que otro ensayo ...
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nosidetpa
2008-02-02 17:42:24 UTC
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Y??? UDS LOS GUSANOS SIGEN SIENDO UNA GALLINITAS COBARDONAS
CACAREAR DE LEJOS
PELEARLA??? NI LOKO
MUCHA FILOSOFIA BARATA Y NADA DE ACCION
C A G O N E S
Post by nosidetpa
UDS NO SON ESBIRROS
SON MAMAPINGAS
TODOS LO SABEMOS A ESO
ADEMAS DE GUSANOS COBARDES
CACAREAN PERO NO HACEN NADA
Don No-se-de-na (con acento en la a):

Al no poder contestar de una forma civil y correcta, porque la verdad
no esta de tu parte, sales de nuevo con tus insultos, producto de una
mente enferma y baja. Ya te dije que no te iba insultar porque estoy
hablando del apostol de la independencia de Cuba. En otra ocasion te
contestare de la forma que gentuza castro fascista, como tu, se
merece.

A mis hermanos latinos (tu no estas entre ellos) les envio un
interesante articulo sobre Marti y el Socialismo.


José Martí y el Socialismo

por Ángel Luís Martínez Acosta

Profesor cubano residente en España. Es autor, articulista y fundador
de la Sociedad de Filosofía en Cuba. Licenciado en ciencias políticas
de la Universidad de La Habana. Ha sido profesor de filosofía marxista-
leninista, historia de filosofía, dialéctica y teoría de conocimiento
en Cuba.

Han sido innumerables los intentos velados o manifiestos de algunos
intelectuales cubanos y extranjeros de presentar el pensamiento
martiano como cercano a la ideología marxista. Este enfoque ha seguido
varias tendencias y argumentaciones.

El punto de partida de esta práctica es la aceptación del
planteamiento leninista de que: "La doctrina de Marx es omnipotente
porque es verdadera. Es completa y armónica, y brinda a los hombres
una concepción integral del mundo..." (1) Esta afirmación es uno de
los axiomas más importantes del marxismo-leninismo y es el principal
fundamento teórico de la denominada objetividad y cientificidad de
esta ideología. A partir de este presupuesto cualquier otra teoría que
intente ofrecer respuestas a los innumerables campos de investigación
es calificada de no científica.

Aceptado este axioma los comunistas cubanos se encontraron con un gran
problema que pudiera ser expresado de la siguiente manera. Si Martí es
el más genial y universal de los cubanos; si, además, vivió
precisamente en la época de gestación del marxismo; y si su
pensamiento puede considerarse como actual por la fuerza de sus
conclusiones al punto de haber servido como inspiración de la
revolución del 59 tal y como afirmara Fidel. Entonces, ¿cómo es
posible que no evolucionara hacia la doctrina de Marx?

No es mi intención analizar aquí todas y cada una de las respuestas,
ante todo, porque considero que el problema principal no está
precisamente en las respuestas. En mi criterio la cuestión esencial
radica en la propia formulación de la pregunta.

El "argumento" de mayor fuerza a favor de esta hipótesis es el que
hace hincapié en las constantes afirmaciones de Martí de simpatía
hacia la clase obrera, en las denuncias de sus condiciones de vida y
de trabajo así como la crítica constante que hizo a la explotación a
la que era sometida por los dueños del capital. Frases tales como que
"un mundo amasado por los trabajadores se nos echa encima", y otras de
similar naturaleza, han sido utilizadas como "prueba" de la evolución
del pensamiento martiano hacia el marxismo.

Esta tendencia a "apuntar" un pretendido acercamiento de Martí a las
posiciones del marxismo está bastante extendida dentro de Cuba. La
reiterada afirmación de Fidel de que la revolución cubana es el
resultado de la fusión del pensamiento martiano y del pensamiento
marxista es la que fijó el rumbo de las investigaciones hacia la
demostración de esta afirmación.

Es bastante frecuente que en artículos, ponencias de eventos teóricos,
trabajos de investigación, tesis de grado, etc., se encuentren
afirmaciones como la siguiente: "Entre el socialismo y Martí había una
distancia histórica: la de la Cuba colonial. Como conductor de una
guerra que necesitaba el aporte de todos los factores sociales, Martí
asumió, como tarea inmediata de su tiempo, la de unir a los sectores
posibles de la sociedad cubana en la lucha independentista frente a
España. Martí no fue un socialista por filiación, pero se hace
necesario recalcar que Martí comprendió las razones vitales del
socialismo." (2)

Este intento de presentar a un Martí -obligado por las circunstancias
de la necesidad de unir a todos los cubanos para llevar a cabo la
guerra de independencia- como conciliador de todos los intereses y
corrientes opuestas, encuentra su expresión en el concepto de táctica
revolucionaria. (3) De acuerdo con las interpretaciones de algunos
autores marxistas la concepción estratégica martiana estaría orientada
hacia posiciones cercanas al socialismo, pero estas mismas posiciones,
en cuanto significaban el enfrentamiento entre obreros y capitalistas,
tuvo que ser aplazada por la necesidad de unir a todos los cubanos en
virtud de la guerra. Dicho de otro modo. Supuestamente en su
concepción más general Martí simpatizaba con el socialismo pero las
circunstancias de la lucha lo obligaron a no llevar a la prácticas
estas ideas porque dividiría aún más a los cubanos. Y lo más triste de
todo es que este falso argumento tiene desde hace mucho tiempo carta
de ciudadanía entre intelectuales cubanos marxistas.

Otra línea de pensamiento, desarrollada fundamentalmente por marxistas
soviéticos, es la de calificar a Martí como demócrata revolucionario.
Hay que recordar que se definió así a los revolucionarios -
fundamentalmente europeos del siglo XIX, y más específicamente a
revolucionarios rusos- cuyo pensamiento seguía una lógica de evolución
que encontraba su expresión de madurez en las posiciones del marxismo.
De acuerdo con este razonamiento el pensamiento martiano, en el
momento de su muerte, se hallaba en pleno proceso de madurez que
tendía al marxismo.
Entre los "argumentos" que se utilizan para justificar esta conclusión
se encuentran los contactos de Martí con socialistas españoles en la
época de su primera deportación; en el hecho de haber sido electo como
delegado a los congresos obreros durante su primera estancia en
México; las declaradas posiciones a favor de los obreros ya
mencionadas, así como la amistad que le unió a Carlos Baliño durante
los años de la preparación de la guerra del 95 precisamente por la
circunstancia de que Baliño fundara años después, junto a Julio
Antonio Mella, el primer partido comunista de Cuba.

Hay otra consideración a tener en cuenta y es la pretendida "temprana
muerte" de Martí a una edad (42 años) en que algunos autores dan por
cierto que es cuando el hombre alcanza su plena madurez. De acuerdo
con esta línea de pensamiento se argumenta que Martí no abrazó
abiertamente, o no pudo llegar, a las posiciones del marxismo debido a
que la muerte interrumpió un proceso de evolución que se manifestaba
como lógico y natural hacia el socialismo.

Quienes hablan de esta supuesta evolución del pensamiento martiano
hacia posiciones cercanas al marxismo pasan por alto varias cuestiones
en mi criterio esenciales. En primer lugar, que el marxismo es sólo
una de las respuestas del pensamiento socialista pero que en ningún
caso ostenta la representación única. En segundo lugar, que la
denominada cientificidad del marxismo es algo admitido sólo por los
creadores y seguidores de esta doctrina. En tercer lugar, que la lucha
en favor del progreso social y por el mejoramiento de las condiciones
de vida de la humanidad no es algo privativo de los comunistas.

Si de calificativos se trata pienso que Martí era un librepensador que
estaba mucho más cerca del liberalismo de mediados del siglo XIX,
precisamente de aquel liberalismo en el que encontramos el elemento
ético, de amor, de responsabilidad, de la posibilidad de cada
individuo de desarrollar sus capacidades, que de las ideas del
socialismo.

La relación entre obreros y capitalistas la enmarcó dentro de su
doctrina de la conciliación tal y como afirmó en 1875 en la
conferencia de filosofía en el Liceo Hidalgo, México, doctrina que se
fundamenta en el amor y su papel en el desarrollo de los
acontecimientos sociales. Pero va más allá.
En su razonamiento destaca la comprensión de que tanto el capitalista
como el obrero son dos partes esenciales para la propia existencia del
capitalismo y por esta razón señalaba la necesidad de aplicar fórmulas
a través de las cuales tanto unos como otros se relacionaran en un
marco de respeto y de consideración mutua. Se opone a las teorías
socialistas de la época por su reclamo a favor del enfrentamiento
social y por su aspiración a establecer un gobierno que se propugnaba
como dictatorial.
Esta idea se inscribe también en su concepción de la política como
capaz de cohesionar y poner de acuerdo a los varios factores de un
pueblo heterogéneo por naturaleza. Martí se opuso a cualquier fórmula
política que no reconociera el derecho de todos los ciudadanos a
ejercer libremente sus derechos políticos tanto de asociación como de
expresión pública de sus ideas. El ciudadano de un país libre -
razonaba- debe participar activamente en la vida política utilizando,
como única arma, el voto en las elecciones. La reflexión, el análisis,
la búsqueda entre todos de soluciones que beneficien a la gran mayoría
sin excluir a la minoría, son otros tantos métodos de quehacer
democrático.

Esta libertad ciudadana no queda circunscrita sólo a la política sino
que abarca todas las demás esferas de la vida social incluyendo a la
económica. (4) Conocedor profundo de la esencia humana sabía
perfectamente que existen diferencias en cuanto a la capacidad o
habilidad para desarrollar un trabajo. De aquí que lejos de aceptar un
igualitarismo abstracto y absurdo, propugnara la necesidad de crear
condiciones suficientes para que cada persona pudiese desarrollar al
máximo estas potencialidades. Critica a los pueblos que se conforman
con un puesto remunerado o con un cargo de funcionario por cuanto
limita la posibilidad de inventiva y de creación que son factores
condicionantes para el progreso social.

Los problemas más importantes de carácter económico que existen hoy en
Cuba son consecuencia, precisamente, de ese enfoque marxista de
colocar todos los medios fundamentales de producción en manos del
Estado y, como resultado, la aparición de un gran ejército de
trabajadores sometidos a la voluntad y capricho de una nueva clase
social, la de los funcionarios-dirigentes o también calificada como la
"nomenklatura". En estas condiciones los obreros pierden la
posibilidad de desarrollar su iniciativa y de trabajar de manera
independiente. Es el Estado quien rige cuánto tiempo y cómo se debe
trabajar y es también quien reparte entre los más "dóciles" los bienes
de consumo que no pueden ser adquiridos por otra vía.

Todo queda en manos de estos funcionarios del Estado quienes tienen
control absoluto sobre la vida y la poca hacienda de los ciudadanos.
"De ser siervo de sí mismo, pasaría el hombre a ser siervo del Estado.
De ser esclavo de los capitalistas, como se llama ahora, iría a ser
esclavo de los funcionarios. Esclavo es todo aquel que trabaja para
otro que tiene dominio sobre él; y en ese sistema socialista dominaría
la comunidad al hombre, que a la comunidad entregaría todo su
trabajo.!" (5)

Creo que el análisis de Martí resulta concluyente y definitorio para
determinar las verdaderas causas del estado de desastre que hoy Cuba
es como nación en todos los sectores de la sociedad. A la luz de estas
palabras problemas tales como el bloqueo (embargo) económico, escasez
de materias primas, bajadas de los precios internacionales del azúcar,
y otros de corte similar pasan a segundo plano en la búsqueda de lo
esencial y definitorio. Porque la causa de todos los males se
encuentran en la naturaleza misma del sistema político implantado en
Cuba.
Notas:

(1) V.I. Lenin. "Tres fuentes y tres partes integrantes del
marxismo".
(2) Even Fontaine Ortiz, Matías Chapeaux, Pedro Suárez. "Martí: breve
ensayo político." Anuario del Centro de Estudios Martianos. No. 5. La
Habana, 1982. Página 293. Ya en Julio Antonio Mella, fundador del
primer partido comunista de Cuba en 1925, hay un llamado a analizar la
obra martiana desde la perspectiva antiimperialista y a favor de la
clase obrera en su trabajo "Glosando a José Martí." En los años 40 el
economista cubano Antonio Martínez Bello llegó a calificarlo
abiertamente de socialista. Y esta línea fue seguida por Enrique Roig
de Leuchering quien en su obra "José Martí y la República", al citar
el artículo que escribiese Martí sobre la muerte de Carlos Marx, sólo
reprodujo los párrafos donde Martí elogia a Marx obviando las
críticas.
(3) Similar recurso ha sido utilizado para explicar el concepto
martiano de "con todos y para el bien de todos."
(4) En este sentido son bastantes elocuentes las críticas que realizó
al proyecto de estado socialista en los dos trabajos en que analiza la
obra de Herbert Spencer "La Futura Esclavitud" y que se reproducen
íntegramente en este mismo capítulo a partir de la página 109.
(5) Artículo sobre "La futura esclavitud", de Herbert Spencer. En "La
América."Nueva York, abril de 1884. Tomo 15. Páginas 388 a 392
El Llanero Solidario
2008-02-03 00:04:18 UTC
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Carta de despedida del Che a Fidel Castro
"Año de la Agricultura"
Habana

Fidel:

Me recuerdo en esta hora de muchas cosas, de cuando te conocí en casa de
María Antonia, de cuando me propusiste venir, de toda la tensión de los
preparativos.

Un día pasaron preguntando a quién se debía avisar en caso de muerte y la
posibilidad real del hecho nos golpeó a todos. Después supimos que era
cierto, que en una revolución se triunfa o se muere (si es verdadera).
Muchos compañeros quedaron a lo largo del camino hacia la victoria.

Hoy todo tiene un tono menos dramático porque somos más maduros, pero el
hecho se repite. Siento que he cumplido la parte de mi deber que me ataba a
la Revolución cubana en su territorio y me despido de ti, de los compañeros,
de tu pueblo que ya es mío.

Hago formal renuncia de mis cargos en la Dirección del Partido, de mi puesto
de Ministro, de mi grado de Comandante, de mi condición de cubano. Nada
legal me ata a Cuba, sólo lazos de otra clase que no se pueden romper como
los nombramientos.

Haciendo un recuento de mi vida pasada creo haber trabajado con suficiente
honradez y dedicación para consolidar el triunfo revolucionario.

Mi única falta de alguna gravedad es no haber confiado más en ti desde los
primeros momentos de la Sierra Maestra y no haber comprendido con suficiente
celeridad tus cualidades de conductor y de revolucionario.

He vivido días magníficos y sentí a tu lado el orgullo de pertenecer a
nuestro pueblo en los días luminosos y tristes de la Crisis del Caribe.

Pocas veces brilló más alto un estadista que en esos días, me enorgullezco
también de haberte seguido sin vacilaciones, identificado con tu manera de
pensar y de ver y apreciar los peligros y los principios.

Otras tierras del mundo reclaman el concurso de mis modestos esfuerzos.

Yo puedo hacer lo que te está negado por tu responsabilidad al frente de
Cuba y llegó la hora de separarnos.

Sépase que lo hago con una mezcla de alegría y dolor, aquí dejo lo más puro
de mis esperanzas de constructor y lo más querido entre mis seres
queridos... y dejo un pueblo que me admitió como un hijo; eso lacera una
parte de mi espíritu. En los nuevos campos de batalla llevaré la fe que me
inculcaste, el espíritu revolucionario de mi pueblo, la sensación de cumplir
con el más sagrado de los deberes; luchar contra el imperialismo dondequiera
que esté; esto reconforta y cura con creces cualquier desgarradura.

Digo una vez más que libero a Cuba de cualquier responsabilidad, salvo la
que emane de su ejemplo. Que si me llega la hora definitiva bajo otros
cielos, mi último pensamiento será para este pueblo y especialmente para ti.
Que te doy las gracias por tus enseñanzas y tu ejemplo al que trataré de ser
fiel hasta las últimas consecuencias de mis actos. Que he estado
identificado siempre con la política exterior de nuestra Revolución y lo
sigo estando. Que en dondequiera que me pare sentiré la responsabilidad de
ser revolucionario cubano, y como tal actuaré. Que no dejo a mis hijos y mi
mujer nada material y no me apena: me alegra que así sea. Que no pido nada
para ellos pues el Estado les dará lo suficiente para vivir y educarse.

Tendría muchas cosas que decirte a ti y a nuestro pueblo, pero siento que
son innecesarias, las palabras no pueden expresar lo que yo quisiera, y no
vale la pena emborronar cuartillas.

Hasta la victoria siempre, ¡Patria o Muerte!

Te abrazo con todo fervor revolucionario,

Che
El Llanero Solidario
2008-02-03 00:04:57 UTC
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Carta de despedida del Che a sus hijos
A mis hijos




Queridos Hildita, Aleidita, Camilo, Celia y Ernesto:

Si alguna vez tienen que leer esta carta, será porque yo no esté entre Uds.

Casi no se acordarán de mi y los más chiquitos no recordarán nada.

Su padre ha sido un hombre que actúa como piensa y, seguro, ha sido leal a
sus convicciones.

Crezcan como buenos revolucionarios. Estudien mucho para poder dominar la
técnica que permite dominar la naturaleza. Acuérdense que la revolución es
lo importante y que cada uno de nosotros, solo, no vale nada. Sobre todo,
sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida
contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda de
un revolucionario.

Hasta siempre hijitos, espero verlos todavía. Un beso grandote y un gran
abrazo de



Papá
El Llanero Solidario
2008-02-03 00:05:27 UTC
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Carta de despedida del Che a sus padres
1 de abril de 1965

Queridos viejos:

Otra vez siento bajo mis talones el costillar de Rocinante, vuelvo al camino
con mi adarga al brazo.

Hace de esto casi diez años, les escribí otra carta de despedida. Según
recuerdo, me lamentaba de no ser mejor soldado y mejor médico; lo segundo ya
no me interesa, soldado no soy tan malo.

Nada ha cambiado en esencia, salvo que soy mucho más conciente, mi marxismo
está enraizado y depurado. Creo en la lucha armada como única solución para
los pueblos que luchan por liberarse y soy consecuente con mis creencias.
Muchos me dirán aventurero, y lo soy, sólo que de un tipo diferente y de los
que ponen el pellejo para demostrar sus verdades.

Puede ser que ésta sea la definitiva. No lo busco pero está dentro del
cálculo lógico de probabilidades. Si es así, va un último abrazo.

Los he querido mucho, sólo que no he sabido expresar mi cariño, soy
extremadamente rígido en mis acciones y creo que a veces no me entendieron.
No era fácil entenderme, por otra parte, créanme, solamente, hoy. Ahora, una
voluntad que he pulido con delectación de artista, sostendrá unas piernas
fláccidas y unos pulmones cansados. Lo haré.

Acuérdense de vez en cuando de este pequeño condotieri del siglo XX. Un beso
a Celia, a Roberto, Juan Martín y Patotín, a Beatriz, a todos. Un gran
abrazo de hijo pródigo y recalcitrante para ustedes.

Ernesto
El Llanero Solidario
2008-02-03 00:06:06 UTC
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Marzo 1965

Estimado compañero. Acabo estas notas en viaje por el África, animado del
deseo de cumplir, aunque tardíamente, mi promesa. Quisiera hacerlo tratando
el tema del título. Creo que pudiera ser interesante para los lectores
uruguayos.

Es común escuchar de boca de los voceros capitalistas, como un argumento en
la lucha ideológica contra el socialismo, la afirmación de que este sistema
social o el período de construcción del socialismo al que estamos nosotros
abocados, se caracteriza por la abolición del individuo en aras del Estado.
No pretenderé refutar esta afirmación sobre una base meramente teórica, sino
establecer los hechos tal cual se viven en Cuba y agregar comentarios de
índole general. Primero esbozaré a grandes rasgos la historia de nuestra
lucha revolucionaria antes y después de la toma del poder.

Como es sabido, la fecha precisa en que se iniciaron las acciones
revolucionarias que culminaron el primero de enero de 1959, fue el 26 de
julio de 1953. Un grupo de hombres dirigidos por Fidel Castro atacó la
madrugada de ese día el cuartel de Moncada, en la provincia de Oriente. El
ataque fue un fracaso, el fracaso se transformó en desastre y los
sobrevivientes fueron a parar a la cárcel, para reiniciar, luego de ser
amnistiados, la lucha revolucionaria.

Durante este proceso, en el cual solamente existían gérmenes de socialismo,
el hombre era un factor fundamental. En él se confiaba, individualizado,
específico, con nombre y apellido, y de su capacidad de acción dependía el
triunfo o el fracaso del hecho encomendado.

Llegó la etapa de la lucha guerrillera. Esta se desarrolló en dos ambientes
distintos: el pueblo, masa todavía dormida a quien había que movilizar y su
vanguardia, la guerrilla, motor impulsor de la movilización, generador de
conciencia revolucionaria y de entusiasmo combativo. Fue esta vanguardia el
agente catalizador, el que creó las condiciones subjetivas necesarias para
la victoria. También en ella, en el marco del proceso de proletarización de
nuestro pensamiento, de la revolución que se operaba en nuestros hábitos, en
nuestras mentes, el individuo fue el factor fundamental. Cada uno de los
combatientes de la Sierra Maestra que alcanzara algún grado superior en las
fuerzas revolucionarias, tiene una historia de hechos notables en su haber.
En base a éstos lograba sus grados.

Fue la primera época heroica, en la cual se disputaban para lograr un cargo
de mayor responsabilidad, de mayor peligro, sin otra satisfacción que el
cumplimiento del deber. En nuestro trabajo de educación revolucionaria,
volvemos a menudo sobre este tema aleccionador. En la actitud de nuestros
combatientes se vislumbraba al hombre del futuro.

En otras oportunidades de nuestra historia se repitió el hecho de la entrega
total a la causa revolucionaria. Durante la Crisis de Octubre o en los días
del ciclón Flora, vimos actos de valor y sacrificio excepcionales realizados
por todo un pueblo. Encontrar la fórmula para perpetuar en la vida cotidiana
esa actitud heroica, es una de nuestras tareas fundamentales desde el punto
de vista ideológico.

En enero de 1959 se estableció el Gobierno Revolucionario con la
participación en él de varios miembros de la burguesía entreguista. La
presencia del Ejército Rebelde constituía la garantía de poder, como factor
fundamental de fuerza.

Se produjeron enseguida contradicciones serias, resueltas, en primera
instancia, en febrero del 59, cuando Fidel Castro asumió la jefatura de
Gobierno con el cargo de Primer Ministro. Culminaba el proceso en julio del
mismo año, al renunciar el presidente Urrutia ante la presión de las masas.

Aparecía en la historia de la Revolución cubana, ahora con caracteres
nítidos, un personaje que se repetirá sistemáticamente: la masa.

Este ente multifacético no es, como se pretende, la suma de elementos de la
misma categoría (reducidos a la misma categoría, además, por el sistema
impuesto), que actúa como un manso rebaño. Es verdad que sigue sin vacilar a
sus dirigentes, fundamentalmente a Fidel Castro, pero el grado en que él ha
ganado esa confianza responde precisamente a la interpretación cabal de los
deseos del pueblo, de sus aspiraciones, y a la lucha sincera por el
cumplimiento de las promesas hechas.

La masa participó en la Reforma Agraria y en el difícil empeño de la
administración de las empresas estatales; pasó por la experiencia heroica de
Playa Girón; se forjó en las luchas contra las distintas bandas de bandidos
armadas por la CIA; vivió una de las definiciones más importantes de los
tiempos modernos en la Crisis de Octubre y sigue hoy trabajando en la
construcción del socialismo.

Vistas las cosas desde un punto de vista superficial, pudiera parecer que
tienen razón aquéllos que hablan de la supeditación del individuo al Estado,
la masa realiza con entusiasmo y disciplina sin iguales las tareas que el
gobierno fija, ya sean de índole económica, cultural, de defensa, deportiva,
&c. La iniciativa parte en general de Fidel o del alto mando de la
Revolución y es explicada al pueblo que la toma como suya. Otras veces,
experiencias locales se toman por el Partido y el Gobierno para hacerlas
generales, siguiendo el mismo procedimiento.

Sin embargo, el Estado se equivoca a veces. Cuando una de esas
equivocaciones se produce, se nota una disminución del entusiasmo colectivo
por efectos de una disminución cuantitativa de cada uno de los elementos que
la forman, y el trabajo se paraliza hasta quedar reducido a magnitudes
insignificantes; es el instante de rectificar. Así sucedió en marzo de 1962
ante la política sectaria impuesta al Partido por Aníbal Escalante.

Es evidente que el mecanismo no basta para asegurar una sucesión de medidas
sensatas y que falta una conexión más estructurada con la masa. Debemos
mejorarla durante el curso de los próximos años pero, en el caso de las
iniciativas surgidas en los estratos superiores del Gobierno utilizamos por
ahora el método casi intuitivo de auscultar las reacciones generales frente
a los problemas planteados.

Maestro en ello es Fidel, cuyo particular modo de integración con el pueblo
sólo puede apreciarse viéndolo actuar. En las grandes concentraciones
públicas se observa algo así como el diálogo de dos diapasones cuyas
vibraciones provocan otras nuevas en el interlocutor. Fidel y la masa
comienzan a vibrar en un diálogo de intensidad creciente hasta alcanzar el
clímax en un final abrupto, coronado por nuestro grito de lucha y de
victoria.

Lo difícil de entender, para quien no viva la experiencia de la Revolución,
es esa estrecha unidad dialéctica existente entre el individuo y la masa,
donde ambos se interrelacionan y, a su vez, la masa, como conjunto de
individuos, se interrelaciona con los dirigentes.

En el capitalismo se pueden ver algunos fenómenos de este tipo cuando
aparecen políticos capaces de lograr la movilización popular, pero si no se
trata de un auténtico movimiento social, en cuyo caso no es plenamente
lícito hablar de capitalismo, el movimiento vivirá lo que la vida de quien
lo impulse o hasta el fin de las ilusiones populares, impuesto por el rigor
de la sociedad capitalista. En ésta, el hombre está dirigido por un frío
ordenamiento que, habitualmente, escapa al dominio de su comprensión. El
ejemplar humano, enajenado, tiene un invisible cordón umbilical que le liga
a la sociedad en su conjunto: la ley del valor. Ella actúa en todos los
aspectos de su vida, va modelando su camino y su destino.

Las leyes del capitalismo, invisibles para el común de las gentes y ciegas,
actúan sobre el individuo sin que éste se percate. Solo ve la amplitud de un
horizonte que aparece infinito. Así lo presenta la propaganda capitalista
que pretende extraer del caso Rockefeller -verídico o no-, una lección sobre
las posibilidades de éxito. La miseria que es necesario acumular para que
surja un ejemplo así y la suma de ruindades que conlleva una fortuna de esa
magnitud, no aparecen en el cuadro y no siempre es posible a las fuerzas
populares aclarar estos conceptos. (Cabría aquí la disquisición sobre cómo
en los países imperialistas los obreros van perdiendo su espíritu
internacional de clase al influjo de una cierta complicidad en la
explotación de los países dependientes y cómo este hecho, al mismo tiempo,
lima el espíritu de lucha de las masas en el propio país, pero ése es un
tema que sale de la intención de estas notas.)

De todos modos, se muestra el camino con escollos que, aparentemente, un
individuo con las cualidades necesarias puede superar para llegar a la meta.
El premio se avizora en la lejanía; el camino es solitario. Además, es una
carrera de lobos: solamente se puede llegar sobre el fracaso de otros.

Intentaré, ahora, definir al individuo, actor de ese extraño y apasionante
drama que es la construcción del socialismo, en su doble existencia de ser
único y miembro de la comunidad.

Creo que lo más sencillo es reconocer su cualidad de no hecho, de producto
no acabado. Las taras del pasado se trasladan al presente en la conciencia
individual y hay que hacer un trabajo continuo para erradicarlas.

El proceso es doble, por un lado actúa la sociedad con su educación directa
e indirecta, por otro, el individuo se somete a un proceso consciente de
autoeducación.

La nueva sociedad en formación tiene que competir muy duramente con el
pasado. Esto se hace sentir no sólo en la conciencia individual en la que
pesan los residuos de una educación sistemáticamente orientada al
aislamiento del individuo, sino también por el carácter mismo de este
período de transición con persistencia de las relaciones mercantiles. La
mercancía es la célula económica de la sociedad capitalista; mientras
exista, sus efectos se harán sentir en la organización de la producción y,
por ende, en la conciencia.

En el esquema de Marx se concebía el período de transición como resultado de
la transformación explosiva del sistema capitalista destrozado por sus
contradicciones; en la realidad posterior se ha visto cómo se desgajan del
árbol imperialista algunos países que constituyen las ramas débiles,
fenómeno previsto por Lenin. En éstos, el capitalismo se ha desarrollado lo
suficiente como para hacer sentir sus efectos, de un modo u otro, sobre el
pueblo, pero no son sus propias contradicciones las que, agotadas todas las
posibilidades, hacen saltar el sistema. La lucha de liberación contra un
opresor externo, la miseria provocada por accidentes extraños, como la
guerra, cuyas consecuencias hacen recaer las clases privilegiadas sobre los
explotados, los movimientos de liberación destinados a derrocar regímenes
neocoloniales, son los factores habituales de desencadenamiento. La acción
consciente hace el resto.

En estos países no se ha producido todavía una educación completa para el
trabajo social y la riqueza dista de estar al alcance de las masas mediante
el simple proceso de apropiación. El subdesarrollo por un lado y la habitual
fuga de capitales hacia países «civilizados» por otro, hacen imposible un
cambio rápido y sin sacrificios. Resta un gran tramo a recorrer en la
construcción de la base económica y la tentación de seguir los caminos
trillados del interés material, como palanca impulsora de un desarrollo
acelerado, es muy grande.

Se corre el peligro de que los árboles impidan ver el bosque. Persiguiendo
la quimera de realizar el socialismo con la ayuda de las armas melladas que
nos legara el capitalismo (la mercancía como célula económica, la
rentabilidad, el interés material individual como palanca, &c.), se puede
llegar a un callejón sin salida. Y se arriba allí tras recorrer una larga
distancia en la que los caminos se entrecruzan muchas veces y donde es
difícil percibir el momento en que se equivocó la ruta. Entre tanto, la base
económica adaptada ha hecho su trabajo de zapa sobre el desarrollo de la
conciencia. Para construir el comunismo, simultáneamente con la base
material hay que hacer al hombre nuevo.

De allí que sea tan importante elegir correctamente el instrumento de
movilización de las masas. Ese instrumento debe ser de índole moral,
fundamentalmente, sin olvidar una correcta utilización del estímulo
material, sobre todo de naturaleza social.

Como ya dije, en momentos de peligro extremo es fácil potenciar los
estímulos morales; para mantener su vigencia, es necesario el desarrollo de
una conciencia en la que los valores adquieran categorías nuevas. La
sociedad en su conjunto debe convertirse en una gigantesca escuela.

Las grandes líneas del fenómeno son similares al proceso de formación de la
conciencia capitalista en su primera época. El capitalismo recurre a la
fuerza, pero, además, educa a la gente en el sistema. La propaganda directa
se realiza por los encargados de explicar la ineluctabilidad de un régimen
de clase, ya sea de origen divino o por imposición de la naturaleza como
ente mecánico. Esto aplaca a las masas que se ven oprimidas por un mal
contra el cual no es posible la lucha.

A continuación viene la esperanza, y en esto se diferencia de los anteriores
regímenes de casta que no daban salida posible.

Para algunos continuará vigente todavía la fórmula de casta: el premio a los
obedientes consiste en el arribo, después de la muerte, a otros mundos
maravillosos donde los buenos son premiados, con lo que se sigue la vieja
tradición. Para otros, la innovación; la separación en clases es fatal, pero
los individuos pueden salir de aquella a que pertenecen mediante el trabajo,
la iniciativa, &c. Este proceso, y el de autoeducación para el triunfo,
deben ser profundamente hipócritas: es la demostración interesada de que una
mentira es verdad.

En nuestro caso, la educación directa adquiere una importancia mucho mayor.
La explicación es convincente porque es verdadera; no precisa de
subterfugios. Se ejerce a través del aparato educativo del Estado en función
de la cultura general, técnica e ideológica, por medio de organismos tales
como el Ministerio de Educación y el aparato de divulgación del Partido. La
educación prende en las masas y la nueva actitud preconizada tiende a
convertirse en hábito; la masa la va haciendo suya y presiona a quienes no
se han educado todavía. Esta es la forma indirecta de educar a las masas,
tan poderosa como aquella otra.

Pero el proceso es consciente; el individuo recibe continuamente el impacto
del nuevo poder social y percibe que no está completamente adecuado a él.
Bajo el influjo de la presión que supone la educación indirecta, trata de
acomodarse a una situación que siente justa y cuya propia falta de
desarrollo le ha impedido hacerlo hasta ahora. Se autoeduca.

En este período de construcción del socialismo podemos ver el hombre nuevo
que va naciendo. Su imagen no está todavía acabada; no podría estarlo nunca
ya que el proceso marcha paralelo al desarrollo de formas económicas nuevas.
Descontando aquellos cuya falta de educación los hace tender el camino
solitario, a la autosatisfacción de sus ambiciones, los hay que aun dentro
de este nuevo panorama de marcha conjunta, tienen tendencia a caminar
aislados de la masa que acompañan. Lo importante es que los hombres van
adquiriendo cada día más conciencia de la necesidad de su incorporación a la
sociedad y, al mismo tiempo, de su importancia como motores de la misma.

Ya no marchan completamente solos, por veredas extraviadas, hacia lejanos
anhelos. Siguen a su vanguardia, constituida por el Partido, por los obreros
de avanzada, por los hombres de avanzada que caminan ligados a las masas y
en estrecha comunión con ellas. Las vanguardias tienen su vista puesta en el
futuro y en su recompensa, pero ésta no se vislumbra como algo individual;
el premio es la nueva sociedad donde los hombres tendrán características
distintas: la sociedad del hombre comunista.

El camino es largo y lleno de dificultades. A veces, por extraviar la ruta,
hay que retroceder; otras, por caminar demasiado aprisa, nos separamos de
las masas; en ocasiones por hacerlo lentamente, sentimos el aliento cercano
de los que nos pisan los talones. En nuestra ambición de revolucionarios,
tratamos de caminar tan aprisa como sea posible, abriendo caminos, pero
sabemos que tenemos que nutrirnos de la masa y que ésta sólo podrá avanzar
más rápido si la alentamos con nuestro ejemplo.

A pesar de la importancia dada a los estímulos morales, el hecho de que
exista la división en dos grupos principales (excluyendo, claro está, a la
fracción minoritaria de los que no participan, por una razón u otra en la
construcción del socialismo), indica la relativa falta de desarrollo de la
conciencia social. El grupo de vanguardia es ideológicamente más avanzado
que la masa; ésta conoce los valores nuevos, pero insuficientemente.
Mientras en los primeros se produce un cambio cualitativo que le permite ir
al sacrificio en su función de avanzada, los segundos sólo ven a medias y
deben ser sometidos a estímulos y presiones de cierta intensidad; es la
dictadura del proletariado ejerciéndose no sólo sobre la clase derrotada,
sino también individualmente, sobre la clase vencedora.

Todo esto entraña, para su éxito total, la necesidad de una serie de
mecanismos, las instituciones revolucionarias. En la imagen de las
multitudes marchando hacia el futuro, encaja el concepto de
institucionalización como el de un conjunto armónico de canales, escalones,
represas, aparatos bien aceitados que permitan esa marcha, que permitan la
selección natural de los destinados a caminar en la vanguardia y que
adjudiquen el premio y el castigo a los que cumplen o atenten contra la
sociedad en construcción.

Esta institucionalidad de la Revolución todavía no se ha logrado. Buscamos
algo nuevo que permita la perfecta identificación entre el Gobierno y la
comunidad en su conjunto, ajustada a las condiciones peculiares de la
construcción del socialismo y huyendo al máximo de los lugares comunes de la
democracia burguesa, trasplantados a la sociedad en formación (como las
cámaras legislativas, por ejemplo). Se han hecho algunas experiencias
dedicadas a crear paulatinamente la institucionalización de la Revolución,
pero sin demasiada prisa. El freno mayor que hemos tenido ha sido el miedo a
que cualquier aspecto formal nos separe de las masas y del individuo, nos
haga perder de vista la última y más importante ambición revolucionaria que
es ver al hombre liberado de su enajenación.

No obstante la carencia de instituciones, lo que debe superarse
gradualmente, ahora las masas hacen la historia como el conjunto consciente
de individuos que luchan por una misma causa. El hombre, en el socialismo, a
pesar de su aparente estandarización, es más completo; a pesar de la falta
de mecanismo perfecto para ello, su posibilidad de expresarse y hacerse
sentir en el aparato social es infinitamente mayor.

Todavía es preciso acentuar su participación consciente, individual y
colectiva, en todos los mecanismos de dirección y de producción y ligarla a
la idea de la necesidad de la educación técnica e ideológica, de manera que
sienta cómo estos procesos son estrechamente interdependientes y sus avances
son paralelos. Así logrará la total conciencia de su ser social, lo que
equivale a su realización plena como criatura humana, rotas las cadenas de
la enajenación.

Esto se traducirá concretamente en la reapropiación de su naturaleza a
través del trabajo liberado y la expresión de su propia condición humana a
través de la cultura y el arte.

Para que se desarrolle en la primera, el trabajo debe adquirir una condición
nueva; la mercancía-hombre cesa de existir y se instala un sistema que
otorga una cuota por el cumplimiento del deber social. Los medios de
producción pertenecen a la sociedad y la máquina es sólo la trinchera donde
se cumple el deber. El hombre comienza a liberar su pensamiento del hecho
enojoso que suponía la necesidad de satisfacer sus necesidades animales
mediante el trabajo. Empieza a verse retratado en su obra y a comprender su
magnitud humana a través del objeto creado, del trabajo realizado. Esto ya
no entraña dejar una parte de su ser en forma de fuerza de trabajo vendida,
que no le pertenece más, sino que significa una emanación de sí mismo, un
aporte a la vida común en que se refleja; el cumplimiento de su deber
social.

Hacemos todo lo posible por darle al trabajo esta nueva categoría de deber
social y unirlo al desarrollo de la técnica, por un lado, lo que dará
condiciones para una mayor libertad, y al trabajo voluntario por otro,
basados en la apreciación marxista de que el hombre realmente alcanza su
plena condición humana cuanto produce sin la compulsión de la necesidad
física de venderse como mercancía.

Claro que todavía hay aspectos coactivos en el trabajo, aun cuando sea
voluntario; el hombre no ha transformado toda la coerción que lo rodea en
reflejo condicionado de naturaleza social y todavía produce, en muchos
casos, bajo la presión del medio (compulsión moral, la llama Fidel). Todavía
le falta el lograr la completa recreación espiritual ante su propia obra,
sin la presión directa del medio social, pero ligado a él por los nuevos
hábitos. Esto será el comunismo.

El cambio no se produce automáticamente en la conciencia, como no se produce
tampoco en la economía. Las variaciones son lentas y no son rítmicas; hay
períodos de aceleración, otros pausados e incluso, de retroceso.

Debemos considerar, además como apuntáramos antes, que no estamos frente al
período de transición puro, tal como lo viera Marx en la Crítica del
Programa de Gotha, sino a una nueva fase no prevista por él; primer período
de transición del comunismo o de la construcción del socialismo. Este
transcurre en medio de violentas luchas de clase y con elementos de
capitalismo en su seno que oscurecen la comprensión cabal de su esencia.

Si a esto se agrega el escolasticismo que ha frenado el desarrollo de la
filosofía marxista e impedido el tratamiento sistemático del período, cuya
economía política no se ha desarrollado, debemos convenir en que todavía
estamos en pañales y es preciso dedicarse a investigar todas las
características primordiales del mismo antes de elaborar una teoría
económica y política de mayor alcance.

La teoría que resulte dará indefectiblemente preeminencia a los dos pilares
de la construcción: la formación del hombre nuevo y el desarrollo de la
técnica. En ambos aspectos nos falta mucho por hacer, pero es menos
excusable el atraso en cuanto a la concepción de la técnica como base
fundamental, ya que aquí no se trata de avanzar a ciegas sino de seguir
durante un buen tramo el camino abierto por los países más adelantados del
mundo. Por ello Fidel machaca con tanta insistencia sobre la necesidad de la
formación tecnológica y científica de todo nuestro pueblo y más aún, de su
vanguardia.

En el campo de las ideas que conducen a actividades no productivas, es más
fácil ver la división entre necesidad material y espiritual. Desde hace
mucho tiempo el hombre trata de liberarse de la enajenación mediante la
cultura y el arte. Muere diariamente las ocho y más horas en que actúa como
mercancía para resucitar en su creación espiritual. Pero este remedio porta
los gérmenes de la misma enfermedad: es un ser solitario el que busca
comunión con la naturaleza. Defiende su individualidad oprimida por el medio
y reacciona ante las ideas estéticas como un ser único cuya aspiración es
permanecer inmaculado.

Se trata sólo de un intento de fuga. La ley del valor no es ya un mero
reflejo de las relaciones de producción; los capitalistas monopolistas la
rodean de un complicado andamiaje que la convierte en una sierva dócil, aun
cuando los métodos que emplean sean puramente empíricos. La superestructura
impone un tipo de arte en el cual hay que educar a los artistas. Los
rebeldes son dominados por la maquinaria y sólo los talentos excepcionales
podrán crear su propia obra. Los restantes devienen asalariados vergonzantes
o son triturados.

Se inventa la investigación artística a la que se da como definitoria de la
libertad, pero esta «investigación» tiene sus límites, imperceptibles hasta
el momento de chocar con ellos, vale decir, de plantearse los reales
problemas del hombre y su enajenación. La angustia sin sentido o el
pasatiempo vulgar constituyen válvulas cómodas a la inquietud humana; se
combate la idea de hacer del arte un arma de denuncia.

Si se respetan las leyes del juego se consiguen todos los honores; los que
podría tener un mono al inventar piruetas. La condición es no tratar de
escapar de la jaula invisible.

Cuando la Revolución tomó el poder se produjo el éxodo de los domesticados
totales; los demás, revolucionarios o no, vieron un camino nuevo. La
investigación artística cobró nuevo impulso. Sin embargo, las rutas estaban
más o menos trazadas y el sentido del concepto fuga se escondió tras la
palabra libertad. En los propios revolucionarios se mantuvo muchas veces
esta actitud, reflejo del idealismo burgués en la conciencia.

En países que pasaron por un proceso similar se pretendió combatir estas
tendencias con un dogmatismo exagerado. La cultura general se convirtió casi
en un tabú y se proclamó el summum de la aspiración cultural, una
representación formalmente exacta de la naturaleza, convirtiéndose ésta,
luego, en una representación mecánica de la realidad social que se quería
hacer ver; la sociedad ideal, casi sin conflictos ni contradicciones, que se
buscaba crear.

El socialismo es joven y tiene errores. Los revolucionarios carecemos,
muchas veces, de los conocimientos y la audacia intelectual necesarias para
encarar la tarea del desarrollo de un hombre nuevo por métodos distintos a
los convencionales y los métodos convencionales sufren de la influencia de
la sociedad que los creó. (Otra vez se plantea el tema de la relación entre
forma y contenido.) La desorientación es grande y los problemas de la
construcción material nos absorben. No hay artistas de gran autoridad que, a
su vez, tengan gran autoridad revolucionaria. Los hombres del Partido deben
tomar esa tarea entre las manos y buscar el logro del objetivo principal:
educar al pueblo.

Se busca entonces la simplificación, lo que entiende todo el mundo, que es
lo que entienden los funcionarios. Se anula la auténtica investigación
artística y se reduce el problema de la cultura general a una apropiación
del presente socialista y del pasado muerto (por tanto, no peligroso). Así
nace el realismo socialista sobre las bases del arte del siglo pasado.

Pero el arte realista del siglo XIX también es de clase, más puramente
capitalista, quizás, que este arte decadente del siglo XX, donde se
transparenta la angustia del hombre enajenado. El capitalismo en cultura ha
dado todo de sí y no queda de él sino el anuncio de un cadáver maloliente en
arte, su decadencia de hoy. Pero, ¿por qué pretender buscar en las formas
congeladas del realismo socialista la única receta válida? No se puede
oponer al realismo socialista «la libertad», porque ésta no existe todavía,
no existirá hasta el completo desarrollo de la sociedad nueva; pero no se
pretenda condenar a todas las formas de arte posteriores a la primer mitad
del siglo XIX desde el trono pontificio del realismo a ultranza, pues se
caería en un error proudhoniano de retorno al pasado, poniéndole camisa de
fuerza a la expresión artística del hombre que nace y se construye hoy.

Falta el desarrollo de un mecanismo ideológico cultural que permita la
investigación y desbroce la mala hierba, tan fácilmente multiplicable en el
terreno abonado de la subvención estatal.

En nuestro país, el error del mecanicismo realista no se ha dado, pero sí
otro signo de contrario. Y ha sido por no comprender la necesidad de la
creación del hombre nuevo, que no sea el que represente las ideas del siglo
XIX, pero tampoco las de nuestro siglo decadente y morboso. El hombre del
siglo XXI es el que debemos crear, aunque todavía es una aspiración
subjetiva y no sistematizada. Precisamente éste es uno de los puntos
fundamentales de nuestro estudio y de nuestro trabajo y en la medida en que
logremos éxitos concretos sobre una base teórica o, viceversa, extraigamos
conclusiones teóricas de carácter amplio sobre la base de nuestra
investigación concreta, habremos hecho un aporte valioso al
marxismo-leninismo, a la causa de la humanidad. La reacción contra el hombre
del siglo XIX nos ha traído la reincidencia en el decadentismo del siglo XX;
no es un error demasiado grave, pero debemos superarlo, so pena de abrir un
ancho cauce al revisionismo.

Las grandes multitudes se van desarrollando, las nuevas ideas van alcanzando
adecuado ímpetu en el seno de la sociedad, las posibilidades materiales de
desarrollo integral de absolutamente todos sus miembros, hacen mucho más
fructífera la labor. El presente es de lucha; el futuro es nuestro.

Resumiendo, la culpabilidad de muchos de nuestros intelectuales y artistas
reside en su pecado original; no son auténticamente revolucionarios. Podemos
intentar injertar el olmo para que dé peras, pero simultáneamente hay que
sembrar perales. Las nuevas generaciones vendrán libres del pecado original.
Las posibilidades de que surjan artistas excepcionales serán tanto mayores
cuanto más se haya ensanchado el campo de la cultura y la posibilidad de
expresión. Nuestra tarea consiste en impedir que la generación actual,
dislocada por sus conflictos, se pervierta y pervierta a las nuevas. No
debemos crear asalariados dóciles al pensamiento oficial ni «becarios» que
vivan al amparo del presupuesto, ejerciendo una libertad entre comillas. Ya
vendrán los revolucionarios que entonen el canto del hombre nuevo con la
auténtica voz del pueblo. Es un proceso que requiere tiempo.

En nuestra sociedad, juegan un papel la juventud y el Partido.

Particularmente importante es la primera, por ser la arcilla maleable con
que se puede construir al hombre nuevo sin ninguna de las taras anteriores.

Ella recibe un trato acorde con nuestras ambiciones. Su educación es cada
vez más completa y no olvidamos su integración al trabajo desde los primeros
instantes. Nuestros becarios hacen trabajo físico en sus vacaciones o
simultáneamente con el estudio. El trabajo es un premio en ciertos casos, un
instrumento de educación, en otros, jamás un castigo. Una nueva generación
nace.

El Partido es una organización de vanguardia. Los mejores trabajadores son
propuestos por sus compañeros para integrarlo. Este es minoritario pero de
gran autoridad para la calidad de sus cuadros. Nuestra aspiración es que el
Partido sea de masas, pero cuando las masas hayan alcanzado el nivel de
desarrollo de la vanguardia, es decir, cuando estén educados para el
comunismo. Y a esa educación va encaminado el trabajo. El Partido es el
ejemplo vivo; sus cuadros deben dictar cátedras de laboriosidad y
sacrificio, deben llevar, con su acción, a las masas, al fin de la tarea
revolucionaria, lo que entraña años de duro bregar contra las dificultades
de la construcción, los enemigos de clase, las lacras del pasado, el
imperialismo...

Quisiera explicar ahora el papel que juega la personalidad, el hombre como
individuo de las masas que hacen la historia. Es nuestra experiencia, no una
receta.

Fidel dio a la Revolución el impulso en los primeros años, la dirección, la
tónica siempre, pero hay un buen grupo de revolucionarios que se desarrollan
en el mismo sentido que el dirigente máximo y una gran masa que sigue a sus
dirigentes porque les tiene fe; y les tiene fe, porque ellos han sabido
interpretar sus anhelos.

No se trata de cuántos kilogramos de carne se come o de cuántas veces por
año pueda ir alguien a pasearse en la playa, ni de cuántas bellezas que
vienen del exterior puedan comprarse con los salarios actuales. Se trata,
precisamente, de que el individuo se sienta más pleno, con mucha más riqueza
interior y con mucha más responsabilidad. El individuo de nuestro país sabe
que la época gloriosa que le toca vivir es de sacrificio; conoce el
sacrificio. Los primeros lo conocieron en la Sierra Maestra y dondequiera
que se luchó; después lo hemos conocido en toda Cuba. Cuba es la vanguardia
de América y debe hacer sacrificios porque ocupa el lugar de avanzada,
porque indica a las masas de América Latina el camino de la libertad plena.

Dentro del país, los dirigentes tienen que cumplir su papel de vanguardia;
y, hay que decirlo con toda sinceridad, en una revolución verdadera a la que
se le da todo, de la cual no se espera ninguna retribución material, la
tarea del revolucionario de vanguardia es a la vez magnífica y angustiosa.

Déjeme decirle, a riesgo de parecer ridículo, que el revolucionario
verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor. Es imposible pensar
en un revolucionario auténtico sin esta cualidad. Quizás sea uno de los
grandes dramas del dirigente; éste debe unir a un espíritu apasionado una
mente fría y tomar decisiones dolorosas sin que se contraiga un músculo.
Nuestros revolucionarios de vanguardia tienen que idealizar ese amor a los
pueblos, a las causas más sagradas y hacerlo único, indivisible. No pueden
descender con su pequeña dosis de cariño cotidiano hacia los lugares donde
el hombre común lo ejercita.

Los dirigentes de la Revolución tienen hijos que en sus primeros balbuceos,
no aprenden a nombrar al padre; mujeres que deben ser parte del sacrificio
general de su vida para llevar la Revolución a su destino; el marco de los
amigos responde estrictamente al marco de los compañeros de Revolución. No
hay vida fuera de ella.

En esas condiciones, hay que tener una gran dosis de humanidad, una gran
dosis de sentido de la justicia y de la verdad para no caer en extremos
dogmáticos, en escolasticismos fríos, en aislamiento de las masas. Todos los
días hay que luchar porque ese amor a la humanidad viviente se transforme en
hechos concretos, en actos que sirvan de ejemplo, de movilización.

El revolucionario, motor ideológico de la revolución dentro de su partido,
se consume en esa actividad ininterrumpida que no tiene más fin que la
muerte, a menos que la construcción se logre en escala mundial. Si su afán
de revolucionario se embota cuando las tareas más apremiantes se ven
realizadas a escala local y se olvida del internacionalismo proletario, la
revolución que dirige deja de ser una fuerza impulsora y se sume en una
cómoda modorra, aprovechada por nuestros enemigos irreconciliables, el
imperialismo, que gana terreno. El internacionalismo proletario es un deber
pero también es una necesidad revolucionaria. Así educamos a nuestro pueblo.

Claro que hay peligros presentes en las actuales circunstancias. No sólo el
del dogmatismo, no sólo el de congelar las relaciones con las masas en medio
de la gran tarea; también existe el peligro de las debilidades en que se
puede caer. Si un hombre piensa que, para dedicar su vida entera a la
revolución, no puede distraer su mente por la preocupación de que a un hijo
le falte determinado producto, que los zapatos de los niños estén rotos, que
su familia carezca de determinado bien necesario, bajo este razonamiento
deja infiltrarse los gérmenes de la futura corrupción.

En nuestro caso, hemos mantenido que nuestros hijos deben tener y carecer de
lo que tienen y de lo que carecen los hijos del hombre común; y nuestra
familia debe comprenderlo y luchar por ello. La revolución se hace a través
del hombre, pero el hombre tiene que forjar día a día su espíritu
revolucionario.

Así vamos marchando. A la cabeza de la inmensa columna -no nos avergüenza ni
nos intimida el decirlo- va Fidel, después, los mejores cuadros del partido,
e inmediatamente, tan cerca que se siente su enorme fuerza, va el pueblo en
su conjunto sólida armazón de individualidades que caminan hacia un fin
común; individuos que han alcanzado la conciencia de lo que es necesario
hacer; hombres que luchan por salir del reino de la necesidad y entrar al de
la libertad.

Esa inmensa muchedumbre se ordena; su orden responde a la conciencia de la
necesidad del mismo, ya no es fuerza dispersa, divisible en mieles de
fracciones disparadas al espacio como fragmentos de granada, tratando de
alcanzar por cualquier medio, en lucha reñida con sus iguales, una posición,
algo que permita apoyo frente al futuro incierto.

Sabemos que hay sacrificios delante nuestro y que debemos pagar un precio
por el hecho heroico de constituir una vanguardia como nación. Nosotros,
dirigentes, sabemos que tenemos que pagar un precio por tener derecho a
decir que estamos a la cabeza del pueblo que está a la cabeza de América.
Todos y cada uno de nosotros paga puntualmente su cuota de sacrificio,
conscientes de recibir el premio en la satisfacción del deber cumplido,
conscientes de avanzar con todos hacia el hombre nuevo que se vislumbra en
el horizonte.

Permítame intentar unas conclusiones:

Nosotros, socialistas, somos más libres porque somos más plenos; somos más
plenos por ser más libres.

El esqueleto de nuestra libertad completa está formado, falta la sustancia
proteica y el ropaje; los crearemos.

Nuestra libertad y su sostén cotidiano tienen color de sangre y están
henchidos de sacrificio.

Nuestro sacrificio es consciente; cuota para pagar la libertad que
construimos.

El camino es largo y desconocido en parte; conocemos nuestras limitaciones.
Haremos el hombre del siglo XXI: nosotros mismos.

Nos forjaremos en la acción cotidiana, creando un hombre nuevo con una nueva
técnica.

La personalidad juega el papel de movilización y dirección en cuanto que
encarna las más altas virtudes y aspiraciones del pueblo y no se separa de
la ruta.

Quien abre el camino es el grupo de vanguardia, los mejores entre los
buenos, el Partido.

La arcilla fundamental de nuestra obra es la juventud, en ella depositamos
nuestra esperanza y la preparamos para tomar de nuestras manos la bandera.

Si esta carta balbuceante aclara algo, ha cumplido el objetivo con que la
mando.

Reciba nuestro saludo ritual, como un apretón de manos o un «Ave María
Purísima». Patria o muerte.
El Llanero Solidario
2008-02-03 00:06:47 UTC
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Crear dos, tres... muchos Vietnam, es la consigna.
Che

Es la hora de los hornos y no se ha de ver más que la luz.
José Martí

Ya se han cumplido veintiún años desde el fin de la última conflagración
mundial y diversas publicaciones, en infinidad de lenguas, celebran el
acontecimiento simbolizado en la derrota del Japón. Hay un clima de aparente
optimismo en muchos sectores de los dispares campos en que el mundo se
divide.

Veintiún años sin guerra mundial, en estos tiempos de confrontaciones
máximas, de choques violentos y cambios repentinos, parecen una cifra muy
alta. Pero, sin analizar los resultados prácticos de esa paz por la que
todos nos manifestamos dispuestos a luchar (la miseria, la degradación, la
explotación cada vez mayor de enormes sectores del mundo) cabe preguntarse
si ella es real.

No es la intención de estas notas historiar los diversos conflictos de
carácter local que se han sucedido desde la rendición del Japón, no es
tampoco nuestra tarea hacer el recuento, numeroso y creciente, de luchas
civiles ocurridas durante estos años de pretendida paz. Bástenos poner como
ejemplos contra el desmedido optimismo las guerras de Corea y Vietnam.

En la primera, tras años de lucha feroz, la parte norte del país quedó
sumida en la más terrible devastación que figure en los anales de la guerra
moderna; acribillada a bombas; sin fábricas, escuelas u hospitales; sin
ningún tipo de habitación para albergar a diez millones de habitantes.

En esta guerra intervinieron, bajo la fementida bandera de las Naciones
Unidas, decenas de países conducidos militarmente por los Estados Unidos,
con la participación masiva de soldados de esa nacionalidad y el uso, como
carne de cañón, de la población sudcoreana enrolada.

En el otro bando, el ejército y el pueblo de Corea y los voluntarios de la
República Popular China contaron con el abastecimiento y asesoría del
aparato militar soviético. Por parte de los norteamericanos se hicieron toda
clase de pruebas de armas de destrucción, excluyendo las termonucleares pero
incluyendo las bacteriológicas y químicas, en escala limitada. En Vietnam,
se han sucedido acciones bélicas, sostenidas por las fuerzas patrióticas de
ese país casi ininterrumpidamente contra tres potencias imperialistas:
Japón, cuyo poderío sufriera una caída vertical a partir de las bombas de
Hiroshima y Nagasaki; Francia, que recupera de aquel país vencido sus
colonias indochinas e ignoraba las promesas hechas en momentos difíciles; y
los Estados Unidos, en esta última fase de la contienda.

Hubieron confrontaciones limitadas en todos los continentes, aun cuando en
el americano, durante mucho tiempo, sólo se produjeron conatos de lucha de
liberación y cuartelazos, hasta que la Revolución cubana diera su clarinada
de alerta sobre la importancia de esta región y atrajera las iras
imperialistas, obligándola a la defensa de sus costas en Playa Girón,
primero, y durante la Crisis de Octubre, después.

Este último incidente pudo haber provocado una guerra de incalculables
proporciones, al producirse, en torno a Cuba, el choque de norteamericanos y
soviéticos.

Pero, evidentemente, el foco de contradicciones, en este momento, está
radicado en los territorios de la península indochina y los países aledaños.
Laos y Vietnam son sacudidos por guerras civiles, que dejan de ser tales al
hacerse presente, con todo su poderío, el imperialismo norteamericano, y
toda la zona se convierte en una peligrosa espoleta presta a detonar.

En Vietnam la confrontación ha adquirido características de una agudeza
extrema. Tampoco es nuestra intención historiar esta guerra. Simplemente,
señalaremos algunos hitos de recuerdo.

En 1954, tras la derrota aniquilante de Dien-Bien-Phu, se firmaron los
acuerdos de Ginebra, que dividían al país en dos zonas y estipulaban la
realización de elecciones en un plazo de 18 meses para determinar quiénes
debían gobernar a Vietnam y cómo se reunificaría el país. Los
norteamericanos no firmaron dicho documento, comenzando las maniobras para
sustituir al emperador Bao Dai, títere francés, por un hombre adecuado a sus
intenciones. Este resultó ser Ngo Din Diem, cuyo trágico fin -el de la
naranja exprimida por el imperialismo- es conocido de todos.

En los meses posteriores a la firma del acuerdo, reinó el optimismo en el
campo de las fuerzas populares. Se desmantelaron reductos de lucha
antifrancesa en el sur del país y se esperó el cumplimiento de lo pactado.
Pero pronto comprendieron los patriotas que no habría elecciones a menos que
los Estados Unidos se sintieran capaces de imponer su voluntad en las urnas,
cosa que no podía ocurrir, aun utilizando todos los métodos de fraude de
ellos conocidos.

Nuevamente se iniciaron las luchas en el sur del país y fueron adquiriendo
mayor intensidad hasta llegar al momento actual, en que el ejército
norteamericano se compone de casi medio millón de invasores, mientras las
fuerzas títeres disminuyen su número, y sobre todo, han perdido totalmente
la combatividad.

Hace cerca de dos años que los norteamericanos comenzaron el bombardeo
sistemático de la República Democrática de Vietnam en un intento más de
frenar la combatividad del sur y obligar a una conferencia desde posiciones
de fuerza. Al principio, los bombardeos fueron más o menos aislados y se
revestían de la máscara de represalias por supuestas provocaciones del
norte. Después aumentaron en intensidad y método, hasta convertirse en una
gigantesca batida llevada a cabo por las unidades aéreas de los Estados
Unidos, día a día, con el propósito de destruir todo vestigio de
civilización en la zona norte del país. Es un episodio de la tristemente
célebre escalada.

Las aspiraciones materiales del mundo yanqui se han cumplido en buena parte
a pesar de la denodada defensa de las unidades antiaéreas vietnamitas, de
los más de 1.700 aviones derribados y de la ayuda del campo socialista en
material de guerra.

Hay una penosa realidad: Vietnam, esa nación que representa las
aspiraciones, las esperanzas de victoria de todo un mundo preterido, está
trágicamente solo. Ese pueblo debe soportar los embates de la técnica
norteamericana, casi a mansalva en el sur, con algunas posibilidades de
defensa en el norte, pero siempre solo. La solidaridad del mundo progresista
para con el pueblo de Vietnam semeja a la amarga ironía que significaba para
los gladiadores del circo romano el estímulo de la plebe. No se trata de
desear éxitos al agredido, sino de correr su misma suerte; acompañarlo a la
muerte o la victoria.

Cuando analizamos la soledad vietnamita nos asalta la angustia de este
momento ilógico de la humanidad. El imperialismo norteamericano es culpable
de agresión; sus crímenes son inmensos y repartidos por todo el orbe. ¡Ya lo
sabemos, señores! Pero también son culpables los que en el momento de
definición vacilaron en hacer de Vietnam parte inviolable del territorio
socialista, corriendo, sí, los riesgos de una guerra de alcance mundial,
pero también obligando a una decisión a los imperialistas norteamericanos. Y
son culpables los que mantienen una guerra de denuestos y zancadillas
comenzada hace ya buen tiempo por los representantes de las dos más grandes
potencias del campo socialista.

Preguntemos, para lograr una respuesta honrada: ¿Está o no aislado el
Vietnam, haciendo equilibrios peligrosos entre las dos potencias en pugna?

Y ¡qué grandeza la de ese pueblo! ¡Qué estoicismo y valor, el de ese pueblo!
Y qué lección para el mundo entraña esa lucha.

Hasta dentro de mucho tiempo no sabremos si el presidente Johnson pensaba en
serio iniciar algunas de las reformas necesarias a un pueblo -para limar
aristas de las contradicciones de clase que asoman con fuerza explosiva y
cada vez más frecuentemente. Lo cierto es que las mejoras anunciadas bajo el
pomposo título de lucha por la gran sociedad han caído en el sumidero de
Vietnam.

El más grande de los poderes imperialistas siente en sus entrañas el
desangramiento provocado por un país pobre y atrasado y su fabulosa economía
se resiente del esfuerzo de guerra. Matar deja de ser el más cómodo negocio
de los monopolios. Armas de contención, y no en número suficiente, es todo
lo que tienen estos soldados maravillosos, además del amor a su patria, a su
sociedad y un valor a toda prueba. Pero el imperialismo se empantana en
Vietnam, no halla camino de salida y busca desesperadamente alguno que le
permita sortear con dignidad este peligroso trance en que se ve. Mas los
«cuatro puntos» del norte y «los cinco» del sur lo atenazan, haciendo aún
más decidida la confrontación.

Todo parece indicar que la paz, esa paz precaria a la que se ha dado tal
nombre, sólo porque no se ha producido ninguna conflagración de carácter
mundial, está otra vez en peligro de romperse ante cualquier paso
irreversible e inaceptable, dado por los norteamericanos. Y, a nosotros,
explotados del mundo, ¿cuál es el papel que nos corresponde? Los pueblos de
tres continentes observan y aprenden su lección en Vietnam. Ya que, con la
amenaza de guerra, los imperialistas ejercen su chantaje sobre la humanidad,
no temer la guerra, es la respuesta justa. Atacar dura e ininterrumpidamente
en cada punto de confrontación, debe ser la táctica general de los pueblos.

Pero, en los lugares en que esta mísera paz que sufrimos no ha sido rota,
¿cuál será nuestra tarea? Liberarnos a cualquier precio.

El panorama del mundo muestra una gran complejidad. La tarea de la
liberación espera aún a países de la vieja Europa, suficientemente
desarrollados para sentir todas las contradicciones del capitalismo, pero
tan débiles que no pueden ya seguir el rumbo del imperialismo o iniciar esa
ruta. Allí las contradicciones alcanzarán en los próximos años carácter
explosivo, pero sus problemas y, por ende, la solución de los mismos son
diferentes a la de nuestros pueblos dependientes y atrasados económicamente.

El campo fundamental de la explotación del imperialismo abarca los tres
continentes atrasados, América, Asia y Africa. Cada país tiene
características propias, pero los continentes, en su conjunto, también las
presentan.

América constituye un conjunto más o menos homogéneo y en la casi totalidad
de su territorio los capitales monopolistas norteamericanos mantienen una
primacía absoluta. Los gobiernos títeres o, en el mejor de los casos,
débiles y medrosos, no pueden oponerse a las órdenes del amo yanqui. Los
norteamericanos han llegado casi al máximo de su dominación política y
económica, poco más podrían avanzar ya; cualquier cambio de la situación
podría convertirse en un retroceso en su primacía. Su política es mantener
lo conquistado. La línea de acción se reduce en el momento actual, al uso
brutal de la fuerza para impedir movimientos de liberación, de cualquier
tipo que sean.

Bajo el slogan, «no permitiremos otra Cuba», se encubre la posibilidad de
agresiones a mansalva, como la perpretada contra Santo Domingo o,
anteriormente, la masacre de Panamá, y la clara advertencia de que las
tropas yanquis están dispuestas a intervenir en cualquier lugar de América
donde el orden establecido sea alterado, poniendo en peligro sus intereses.
Es política cuenta con una impunidad casi absoluta; la OEA es una máscara
cómoda, por desprestigiada que esté; la ONU es de una ineficiencia rayana en
el ridículo o en lo trágico, los ejércitos de todos los países de América
están listos a intervenir para aplastar a sus pueblos. Se ha formado, de
hecho, la internacional del crimen y la traición.

Por otra parte las burguesías autóctonas han perdido toda su capacidad de
oposición al imperialismo -si alguna vez la tuvieron- y sólo forman su
furgón de cola.

No hay más cambios que hacer; o revolución socialista o caricatura de
revolución.

Asia es un continente de características diferentes. Las luchas de
liberación contra una serie de poderes coloniales europeos, dieron por
resultado el establecimiento de gobiernos más o menos progresistas, cuya
evolución posterior ha sido, en algunos casos, de profundización de los
objetivos primarios de la liberación nacional y en otros de reversión hacia
posiciones proimperialistas.

Desde el punto de vista económico, Estados Unidos tenía poco que perder y
mucho que ganar en Asia. Los cambios le favorecen; se lucha por desplazar a
otros poderes neocoloniales, penetrar nuevas esferas de acción en el campo
económico, a veces directamente, otras utilizando al Japón.

Pero existen condiciones políticas especiales, sobre todo en la península
indochina, que le dan características de capital importancia al Asia y
juegan un papel importante en la estrategia militar global del imperialismo
norteamericano. Este ejerce un cerco a China a través de Corea del Sur,
Japón, Taiwan, Vietnam del Sur y Tailandia, por lo menos.

Esa doble situación: un interés estratégico tan importante como el cerco
militar a la República Popular China y la ambición de sus capitales por
penetrar esos grandes mercados que todavía no dominan, hacen que el Asia sea
uno de los lugares más explosivos del mundo actual, a pesar de la aparente
estabilidad fuera del área vietnamita.

Perteneciendo geográficamente a este continente, pero con sus propias
contradicciones, el Oriente Medio está en plena ebullición, sin que se pueda
prever hasta dónde llegará esa guerra fría entre Israel, respaldada por los
imperialistas, y los países progresistas de la zona. Es otro de los volcanes
amenazadores del mundo.

El Africa ofrece las características de ser un campo casi virgen para la
invasión neocolonial. Se han producido cambios que, en alguna medida,
obligaron a los poderes neocoloniales a ceder sus antiguas prerrogativas de
carácter absoluto. Pero, cuando los procesos se llevan a cabo
ininterrumpidamente, al colonialismo sucede, sin violencia, un
neocolonialismo de iguales efectos en cuanto a la dominación económica se
refiere. Estados Unidos no tenía colonias en esta región y ahora lucha por
penetrar en los antiguos cotos cerrados de sus socios. Se puede asegurar que
Africa constituye, en los planes estratégicos del imperialismo
norteamericano, su reservorio a largo plazo; sus inversiones actuales sólo
tienen importancia en la Unión Sudafricana y comienza su penetración en el
Congo, Nigeria y otros países, donde se inicia una violenta competencia (con
carácter pacífico hasta ahora) con otros poderes imperialistas.

No tiene todavía grandes intereses que defender salvo su pretendido derecho
a intervenir en cada lugar del globo en que sus monopolios olfateen buenas
ganancias o la existencia de grandes reservas de materias primas. Todos
estos antecedentes hacen lícito el planteamiento interrogante sobre las
posibilidades de liberación de los pueblos a corto o mediano plazo.

Si analizamos el Africa veremos que se lucha con alguna intensidad en las
colonias portuguesas de Guinea, Mozambique y Angola, con particular éxito en
la primera y con éxito variable en las dos restantes. Que todavía se asiste
a la lucha entre los sucesores de Lumumba y los viejos cómplices de Tshombe
en el Congo, lucha que, en el momento actual, parece inclinarse a favor de
los últimos, los que han «pacificado» en su propio provecho una gran parte
del país, aunque la guerra se mantenga latente.

En Rhodesia el problema es diferente: el imperialismo británico utilizó
todos los mecanismos a su alcance para entregar el poder a la minoría blanca
que lo detenta actualmente. El conflicto, desde el punto de vista de
Inglaterra, es absolutamente antioficial, sólo que esta potencia, con su
habitual habilidad diplomática -también llamada hipocresía en buen romance-
presenta una fachada de disgustos ante las medidas tomadas por el gobierno
de Ian Smith, y es apoyada en su taimada actitud por algunos de los países
del Commonwealth que la siguen, y atacada por una buena parte de los países
del Africa Negra, sean o no dóciles vasallos económicos del imperialismo
inglés.

En Rhodesia la situación puede tornarse sumamente explosiva si cristalizaran
los esfuerzos de los patriotas negros para alzarse en armas y este
movimiento fuera apoyado efectivamente por las naciones africanas vecinas.
Pero por ahora todos los problemas se ventilan en organismos tan inicuos
como la ONU, el Commonwealth o la OUA.

Sin embargo, la evolución política y social del Africa no hace prever una
situación revolucionaria continental. Las luchas de liberación contra los
portugueses deben terminar victoriosamente, pero Portugal no significa nada
en la nómina imperialista. Las confrontaciones de importancia revolucionaria
son las que ponen en jaque a todo el aparato imperialista, aunque no por eso
dejemos de luchar por la liberación de las tres colonias portuguesas y por
la profundización de sus revoluciones.

Cuando las masas negras de Sudáfrica o Rhodesia inicien su auténtica lucha
revolucionaria, se habrá iniciado una nueva época en el Africa. O, cuando
las masas empobrecidas de un país se lancen a rescatar su derecho a una vida
digna, de las manos de las oligarquías gobernantes.

Hasta ahora se suceden los golpes cuartelarios en que un grupo de oficiales
reemplaza a otro o a un gobernante que ya no sirva a sus intereses de casta
y a los de las potencias que los manejan solapadamente, pero no hay
convulsiones populares. En el Congo se dieron fugazmente estas
características impulsadas por el recuerdo de Lumumba, pero han ido
perdiendo fuerza en los últimos meses.

En Asia, como vimos, la situación es explosiva, y no son sólo Vietnam y
Laos, donde se lucha, los puntos de fricción. También lo es Cambodia, donde
en cualquier momento puede iniciarse la agresión directa norteamericana,
Tailandia, Malasia y, por supuesto, Indonesia, donde no podemos pensar que
se haya dicho la última palabra pese al aniquilamiento del Partido Comunista
de ese país, al ocupar el poder los reaccionarios. Y, por supuesto, el
Oriente Medio.

En América Latina se lucha con las armas en la mano en Guatemala, Colombia,
Venezuela y Bolivia y despuntan ya los primeros brotes en Brasil. Hay otros
focos de resistencia que aparecen y se extinguen. Pero casi todos los países
de este continente están maduros para una lucha de tipo tal, que para
resultar triunfante, no puede conformarse con menos que la instauración de
un gobierno de corte socialista.

En este continente se habla prácticamente una lengua, salvo el caso
excepcional del Brasil, con cuyo pueblo los de habla hispana pueden
entenderse, dada la similitud de ambos idiomas. Hay una identidad tan grande
entre las clases de estos países que logran una identificación de tipo
«internacional americano», mucho más completa que en otros continentes.
Lengua, costumbres, religión, amo común, los unen. El grado y las formas de
explotación son similares en sus efectos para explotadores y explotados de
una buena parte de los países de nuestra América. Y la rebelión está
madurando aceleradamente en ella.

Podemos preguntarnos: esta rebelión, ¿cómo fructificará?; ¿de qué tipo será?
Hemos sostenido desde hace tiempo, que dadas sus características similares,
la lucha en América adquirirá, en su momento, dimensiones continentales.
Será escenario de muchas grandes batallas dadas por la humanidad para su
liberación.

En el marco de esa lucha de alcance continental, las que actualmente se
sostienen en forma activa son sólo episodios, pero ya han dado los mártires
que figurarán en la historia americana como entregando su cuota de sangre
necesaria en esta última etapa de la lucha por la libertad plena del hombre.
Allí figurarán los nombres del comandante Turcios Lima, del cura Camilo
Torres, del comandante Fabricio Ojeda, de los comandantes Lobatón y Luis de
la Puente Uceda, figuras principalísimas en los movimientos revolucionarios
de Guatemala, Colombia, Venezuela y Perú.

Pero la movilización activa del pueblo crea sus nuevos dirigentes: César
Montes y Yon Sosa levantan la bandera en Guatemala, Fabio Vázquez y
Marulanda lo hacen en Colombia, Douglas Bravo en el occidente del país y
Américo Martín en El Bachiller, dirigen sus respectivos frentes en
Venezuela.

Nuevos brotes de guerra surgirán en estos y otros países americanos, como ya
ha ocurrido en Bolivia, e irán creciendo, con todas las vicisitudes que
entraña este peligroso oficio de revolucionario moderno. Muchos morirán
víctimas de sus errores, otros caerán en el duro combate que se avecina;
nuevos luchadores y nuevos dirigentes surgirán al calor de la lucha
revolucionaria. El pueblo irá formando sus combatientes y sus conductores en
el marco selectivo de la guerra misma, y los agentes yanquis de represión
aumentarán. Hoy hay asesores en todos los países donde la lucha armada se
mantiene y el ejército peruano realizó, al parecer, una exitosa batida
contra los revolucionarios de ese país, también asesorado y entrenado por
los yanquis. Pero si los focos de guerra se llevan con suficiente destreza
política y militar, se harán prácticamente imbatibles y exigirán nuevos
envíos de los yanquis. En el propio Perú, con tenacidad y firmeza, nuevas
figuras aún no completamente conocidas, reorganizan la lucha guerrillera.
Poco a poco, las armas obsoletas que bastan para la represión de pequeñas
bandas armadas, irán convirtiéndose en armas modernas y los grupos de
asesores en combatientes norteamericanos, hasta que, en un momento dado, se
vean obligados a enviar cantidades crecientes de tropas regulares para
asegurar la relativa estabilidad de un poder cuyo ejército nacional títere
se desintegra ante los combates de las guerrillas. Es el camino de Vietnam;
es el camino que deben seguir los pueblos; es el camino que seguirá América,
con la característica especial de que los grupos en armas pudieran formar
algo así como Juntas de Coordinación para hacer más difícil la tarea
represiva del imperialismo yanqui y facilitar la propia causa.

América, continente olvidado por las últimas luchas políticas de liberación,
que empieza a hacerse sentir a través de la Tricontinental en la voz de la
vanguardia de sus pueblos, que es la Revolución cubana, tendrá una tarea de
mucho mayor relieve: la de la creación del segundo o tercer Vietnam o del
segundo y tercer Vietnam del mundo.

En definitiva, hay que tener en cuenta que el imperialismo es un sistema
mundial, última etapa del capitalismo, y que hay que batirlo en una gran
confrontación mundial. La finalidad estratégica de esa lucha debe ser la
destrucción del imperialismo. La participación que nos toca a nosotros, los
explotados y atrasados del mundo, es la de eliminar las bases de
sustentación del imperialismo: nuestros pueblos oprimidos, de donde extraen
capitales, materias primas, técnicos y obreros baratos y a donde exportan
nuevos capitales -instrumentos de dominación-, armas y toda clase de
artículos, sumiéndonos en una dependencia absoluta. El elemento fundamental
de esa finalidad estratégica será, entonces, la liberación real de los
pueblos; liberación que se producirá, a través de lucha armada, en la
mayoría de los casos, y que tendrá, en América, casi indefectiblemente, la
propiedad de convertirse en una revolución socialista.

Al enfocar la destrucción del imperialismo, hay que identificar a su cabeza,
la que no es otra que los Estados Unidos de Norteamérica.

Debemos realizar una tarea de tipo general que tenga como finalidad táctica
sacar al enemigo de su ambiente obligándolo a luchar en lugares donde sus
hábitos de vida choquen con la realidad imperante. No se debe despreciar al
adversario; el soldado norteamericano tiene capacidad técnica y está
respaldado por medios de tal magnitud que lo hacen temible. Le falta
esencialmente la motivación ideológica, que tienen en grado sumo sus más
enconados rivales de hoy: los soldados vietnamitas. Solamente podremos
triunfar sobre ese ejército en la medida en que logremos minar su moral. Y
ésta se mina infligiéndole derrotas y ocasionándole sufrimientos repetidos.

Pero este pequeño esquema de victorias encierra dentro de sí sacrificios
inmensos de los pueblos, sacrificios que debe exigirse desde hoy, a la luz
del día, y que quizás sean menos dolorosos que los que debieron soportar si
rehuyéramos constantemente el combate, para tratar de que otros sean los que
nos saquen las castañas del fuego.

Claro que, el último país en liberarse, muy probablemente lo hará sin lucha
armada, y los sufrimientos de una guerra larga y tan cruel como la que hacen
los imperialistas, se le ahorrarán a ese pueblo. Pero tal vez sea imposible
eludir esa lucha o sus efectos, en una contienda de carácter mundial y se
sufra igual o más aún. No podemos predecir el futuro, pero jamás debemos
ceder a la tentación claudicante de ser los abanderados de un pueblo que
anhela su libertad, pero reniega de la lucha que ésta conlleva y la espera
como un mendrugo de victoria.

Es absolutamente justo evitar todo sacrificio inútil. Por eso es tan
importante el esclarecimiento de las posibilidades efectivas que tiene la
América dependiente de liberarse en formas pacíficas. Para nosotros está
clara la solución de este interrogante; podrá ser o no el momento actual el
indicado para iniciar la lucha, pero no podemos hacernos ninguna ilusión, ni
tenemos derecho a ello de lograr la libertad sin combatir. Y los combates no
serán meras luchas callejeras de piedras contra gases lacrimógenos, ni de
huelgas generales pacíficas; ni será la lucha de un pueblo enfurecido que
destruya en dos o tres días el andamiaje represivo de las oligarquías
gobernantes; será una lucha larga, cruenta, donde su frente estará en los
refugios guerrilleros, en las ciudades, en las casas de los
combatientes -donde la represión irá buscando víctimas fáciles entre sus
familiares- en la población campesina masacrada, en las aldeas o ciudades
destruidas por el bombardeo enemigo.

Nos empujan a esa lucha; no hay más remedio que prepararla y decidirse a
emprenderla.

Los comienzos no serán fáciles; serán sumamente difíciles. Toda la capacidad
de represión, toda la capacidad de brutalidad y demagogia de las oligarquías
se pondrá al servicio de su causa. Nuestra misión, en la primera hora, es
sobrevivir, después actuará el ejemplo perenne de la guerrilla realizando la
propaganda armada en la acepción vietnamita de la frase, vale decir, la
propaganda de los tiros, de los combates que se ganan o se pierden, pero se
dan, contra los enemigos.

La gran enseñanza de la invencibilidad de la guerrilla prendiendo en las
masas de los desposeídos. La galvanización del espíritu nacional, la
preparación para tareas más duras, para resistir represiones más violentas.

El odio como factor de lucha; el odio intransigente al enemigo, que impulsa
más allá de las limitaciones naturales del ser humano y lo convierte en una
efectiva, violenta, selectiva y fría máquina de matar. Nuestros soldados
tienen que ser así; un pueblo sin odio no puede triunfar sobre un enemigo
brutal.

Hay que llevar la guerra hasta donde el enemigo la lleve: a su casa, a sus
lugares de diversión; hacerla total. Hay que impedirle tener un minuto de
tranquilidad, un minuto de sosiego fuera de sus cuarteles, y aun dentro de
los mismos: atacarlo dondequiera que se encuentre; hacerlo sentir una fiera
acosada por cada lugar que transite. Entonces su moral irá decayendo.

Se hará más bestial todavía, pero se notarán los signos del decaimiento que
asoma.

Y que se desarrolle un verdadero internacionalismo proletario; con ejércitos
proletarios internacionales, donde la bandera bajo la que se luche sea la
causa sagrada de la redención de la humanidad, de tal modo que morir bajo
las enseñas de Vietnam, de Venezuela, de Guatemala, de Laos, de Guinea, de
Colombia, de Bolivia, de Brasil, para citar sólo los escenarios actuales de
la lucha armada sea igualmente glorioso y apetecible para un americano, un
asiático, un africano y, aun, un europeo.

Cada gota de sangre derramada en un territorio bajo cuya bandera no se ha
nacido, es experiencia que recoge quien sobrevive para aplicarla luego en la
lucha por la liberación de su lugar de origen. Y cada pueblo que se libere,
es una fase de la batalla por la liberación del propio pueblo que se ha
ganado.

Es la hora de atemperar nuestras discrepancias y ponerlo todo al servicio de
la lucha.

Que agitan grandes controversias al mundo que lucha por la libertad, lo
sabemos todos y no lo podemos esconder. Que han adquirido un carácter y una
agudeza tales que luce sumamente difícil, si no imposible, el diálogo y la
conciliación, también lo sabemos. Buscar métodos para iniciar un diálogo que
los contendientes rehuyen es una tarea inútil. Pero el enemigo está allí,
golpea todos los días y amenaza con nuevos golpes y esos golpes nos unirán,
hoy, mañana o pasado. Quienes antes lo capten y se preparen a esa unión
necesaria tendrán el reconocimiento de los pueblos.

Dadas las virulencias e intransigencias con que se defiende cada causa,
nosotros, los desposeídos, no podemos tomar partido por una u otra forma de
manifestar las discrepancias, aun cuando coincidamos a veces con algunos
planteamientos de una u otra parte, o en mayor medida con los de una parte
que con los de la otra. En el momento de la lucha, la forma en que se hacen
visibles las actuales diferencias constituyen una debilidad; pero en el
estado en que se encuentran, querer arreglarlas mediante palabras es una
ilusión. La historia las irá borrando o dándoles su verdadera explicación.

En nuestro mundo en lucha, todo lo que sea discrepancia en torno a la
táctica, método de acción para la consecución de objetivos limitados, debe
analizarse con el respeto que merecen las apreciaciones ajenas. En cuanto al
gran objetivo estratégico, la destrucción total del imperialismo por medio
de la lucha, debemos ser intransigentes.

Sinteticemos así nuestras aspiraciones de victoria: destrucción del
imperialismo mediante la eliminación de su baluarte más fuerte: el dominio
imperialista de los Estados Unidos de Norteamérica. Tomar como función
táctica la liberación gradual de los pueblos, uno a uno o por grupos,
llevando al enemigo a una lucha difícil fuera de su terreno; liquidándole
sus bases de sustentación, que son territorios dependientes.

Eso significa una guerra larga. Y, lo repetimos una vez más, una guerra
cruel. Que nadie se engañe cuando la vaya a iniciar y que nadie vacile en
iniciarla por temor a los resultados que pueda traer para su pueblo. Es casi
la única esperanza de victoria.

No podemos eludir el llamado de la hora. Nos lo enseña Vietnam con su
permanente lección de heroísmo, su trágica y cotidiana lección de lucha y de
muerte para lograr la victoria final.

Allí, los soldados del imperialismo encuentran la incomodidad de quien,
acostumbrado al nivel de vida que ostenta la nación norteamericana, tiene
que enfrentarse con la tierra hostil; la inseguridad de quien no puede
moverse sin sentir que pisa territorio enemigo; la muerte a los que avanzan
más allá de sus reductos fortificados, la hostilidad permanente de toda la
población. Todo eso va provocando la repercusión interior en los Estados
Unidos; va haciendo surgir un factor atenuado por el imperialismo en pleno
vigor, la lucha de clases aun dentro de su propio territorio.

¡Cómo podríamos mirar el futuro de luminoso y cercano, si dos, tres, muchos
Vietnam florecieran en la superficie del globo, con su cuota de muerte y sus
tragedias inmensas, con su heroísmo cotidiano, con sus golpes repetidos al
imperialismo, con la obligación que entraña para éste de dispersar sus
fuerzas, bajo el embate del odio creciente de los pueblos del mundo!

Y si todos fuéramos capaces de unirnos, para que nuestros golpes fueran más
sólidos y certeros, para que la ayuda de todo tipo a los pueblos en lucha
fuera aún más efectiva, ¡qué grande sería el futuro, y qué cercano!

Si a nosotros, los que en un pequeño punto del mapa del mundo cumplimos el
deber que preconizamos y ponemos a disposición de la lucha este poco que nos
es permitido dar: nuestras vidas, nuestro sacrificio, nos toca alguno de
estos días lanzar el último suspiro sobre cualquier tierra, ya nuestra,
regada con nuestra sangre, sépase que hemos medido el alcance de nuestros
actos y que no nos consideramos nada más que elementos en el gran ejército
del proletariado, pero nos sentimos orgullosos de haber aprendido de la
Revolución cubana y de su gran dirigente máximo la gran lección que emana de
su actitud en esta parte del mundo: «qué importan los peligros o sacrificios
de un hombre o de un pueblo, cuando está en juego el destino de la
humanidad.»

Toda nuestra acción es un grito de guerra contra el imperialismo y un clamor
por la unidad de los pueblos contra el gran enemigo del género humano: los
Estados Unidos de Norteamérica. En cualquier lugar que nos sorprenda la
muerte, bienvenida sea, siempre que ése, nuestro grito de guerra, haya
llegado hasta un oído receptivo y otra mano se tienda para empuñar nuestras
armas, y otros hombres se apresten a entonar los cantos luctuosos con
tableteo de ametralladoras y nuevos gritos de guerra y de victoria.

Tricontinental. Suplemento especial, 16 de abril de 1967
merengue
2008-02-03 16:50:55 UTC
Permalink
Tamano trabajo que se hizo en Vietnam. Le ha abierto las puertas a los
neoliberalistas para que ayuden a sacar el pais del atolladero economico en
que los hundio el socialismo.
Post by El Llanero Solidario
Crear dos, tres... muchos Vietnam, es la consigna.
Che
Es la hora de los hornos y no se ha de ver más que la luz.
José Martí
Ya se han cumplido veintiún años desde el fin de la última conflagración
mundial y diversas publicaciones, en infinidad de lenguas, celebran el
acontecimiento simbolizado en la derrota del Japón. Hay un clima de
aparente optimismo en muchos sectores de los dispares campos en que el
mundo se divide.
Veintiún años sin guerra mundial, en estos tiempos de confrontaciones
máximas, de choques violentos y cambios repentinos, parecen una cifra muy
alta. Pero, sin analizar los resultados prácticos de esa paz por la que
todos nos manifestamos dispuestos a luchar (la miseria, la degradación, la
explotación cada vez mayor de enormes sectores del mundo) cabe preguntarse
si ella es real.
No es la intención de estas notas historiar los diversos conflictos de
carácter local que se han sucedido desde la rendición del Japón, no es
tampoco nuestra tarea hacer el recuento, numeroso y creciente, de luchas
civiles ocurridas durante estos años de pretendida paz. Bástenos poner
como ejemplos contra el desmedido optimismo las guerras de Corea y
Vietnam.
En la primera, tras años de lucha feroz, la parte norte del país quedó
sumida en la más terrible devastación que figure en los anales de la
guerra moderna; acribillada a bombas; sin fábricas, escuelas u hospitales;
sin ningún tipo de habitación para albergar a diez millones de habitantes.
En esta guerra intervinieron, bajo la fementida bandera de las Naciones
Unidas, decenas de países conducidos militarmente por los Estados Unidos,
con la participación masiva de soldados de esa nacionalidad y el uso, como
carne de cañón, de la población sudcoreana enrolada.
En el otro bando, el ejército y el pueblo de Corea y los voluntarios de la
República Popular China contaron con el abastecimiento y asesoría del
aparato militar soviético. Por parte de los norteamericanos se hicieron
toda clase de pruebas de armas de destrucción, excluyendo las
termonucleares pero incluyendo las bacteriológicas y químicas, en escala
limitada. En Vietnam, se han sucedido acciones bélicas, sostenidas por las
fuerzas patrióticas de ese país casi ininterrumpidamente contra tres
potencias imperialistas: Japón, cuyo poderío sufriera una caída vertical a
partir de las bombas de Hiroshima y Nagasaki; Francia, que recupera de
aquel país vencido sus colonias indochinas e ignoraba las promesas hechas
en momentos difíciles; y los Estados Unidos, en esta última fase de la
contienda.
Hubieron confrontaciones limitadas en todos los continentes, aun cuando en
el americano, durante mucho tiempo, sólo se produjeron conatos de lucha de
liberación y cuartelazos, hasta que la Revolución cubana diera su
clarinada de alerta sobre la importancia de esta región y atrajera las
iras imperialistas, obligándola a la defensa de sus costas en Playa Girón,
primero, y durante la Crisis de Octubre, después.
Este último incidente pudo haber provocado una guerra de incalculables
proporciones, al producirse, en torno a Cuba, el choque de norteamericanos
y soviéticos.
Pero, evidentemente, el foco de contradicciones, en este momento, está
radicado en los territorios de la península indochina y los países
aledaños. Laos y Vietnam son sacudidos por guerras civiles, que dejan de
ser tales al hacerse presente, con todo su poderío, el imperialismo
norteamericano, y toda la zona se convierte en una peligrosa espoleta
presta a detonar.
En Vietnam la confrontación ha adquirido características de una agudeza
extrema. Tampoco es nuestra intención historiar esta guerra. Simplemente,
señalaremos algunos hitos de recuerdo.
En 1954, tras la derrota aniquilante de Dien-Bien-Phu, se firmaron los
acuerdos de Ginebra, que dividían al país en dos zonas y estipulaban la
realización de elecciones en un plazo de 18 meses para determinar quiénes
debían gobernar a Vietnam y cómo se reunificaría el país. Los
norteamericanos no firmaron dicho documento, comenzando las maniobras para
sustituir al emperador Bao Dai, títere francés, por un hombre adecuado a
sus intenciones. Este resultó ser Ngo Din Diem, cuyo trágico fin -el de la
naranja exprimida por el imperialismo- es conocido de todos.
En los meses posteriores a la firma del acuerdo, reinó el optimismo en el
campo de las fuerzas populares. Se desmantelaron reductos de lucha
antifrancesa en el sur del país y se esperó el cumplimiento de lo pactado.
Pero pronto comprendieron los patriotas que no habría elecciones a menos
que los Estados Unidos se sintieran capaces de imponer su voluntad en las
urnas, cosa que no podía ocurrir, aun utilizando todos los métodos de
fraude de ellos conocidos.
Nuevamente se iniciaron las luchas en el sur del país y fueron adquiriendo
mayor intensidad hasta llegar al momento actual, en que el ejército
norteamericano se compone de casi medio millón de invasores, mientras las
fuerzas títeres disminuyen su número, y sobre todo, han perdido totalmente
la combatividad.
Hace cerca de dos años que los norteamericanos comenzaron el bombardeo
sistemático de la República Democrática de Vietnam en un intento más de
frenar la combatividad del sur y obligar a una conferencia desde
posiciones de fuerza. Al principio, los bombardeos fueron más o menos
aislados y se revestían de la máscara de represalias por supuestas
provocaciones del norte. Después aumentaron en intensidad y método, hasta
convertirse en una gigantesca batida llevada a cabo por las unidades
aéreas de los Estados Unidos, día a día, con el propósito de destruir todo
vestigio de civilización en la zona norte del país. Es un episodio de la
tristemente célebre escalada.
Las aspiraciones materiales del mundo yanqui se han cumplido en buena
parte a pesar de la denodada defensa de las unidades antiaéreas
vietnamitas, de los más de 1.700 aviones derribados y de la ayuda del
campo socialista en material de guerra.
Hay una penosa realidad: Vietnam, esa nación que representa las
aspiraciones, las esperanzas de victoria de todo un mundo preterido, está
trágicamente solo. Ese pueblo debe soportar los embates de la técnica
norteamericana, casi a mansalva en el sur, con algunas posibilidades de
defensa en el norte, pero siempre solo. La solidaridad del mundo
progresista para con el pueblo de Vietnam semeja a la amarga ironía que
significaba para los gladiadores del circo romano el estímulo de la plebe.
No se trata de desear éxitos al agredido, sino de correr su misma suerte;
acompañarlo a la muerte o la victoria.
Cuando analizamos la soledad vietnamita nos asalta la angustia de este
momento ilógico de la humanidad. El imperialismo norteamericano es
culpable de agresión; sus crímenes son inmensos y repartidos por todo el
orbe. ¡Ya lo sabemos, señores! Pero también son culpables los que en el
momento de definición vacilaron en hacer de Vietnam parte inviolable del
territorio socialista, corriendo, sí, los riesgos de una guerra de alcance
mundial, pero también obligando a una decisión a los imperialistas
norteamericanos. Y son culpables los que mantienen una guerra de denuestos
y zancadillas comenzada hace ya buen tiempo por los representantes de las
dos más grandes potencias del campo socialista.
Preguntemos, para lograr una respuesta honrada: ¿Está o no aislado el
Vietnam, haciendo equilibrios peligrosos entre las dos potencias en pugna?
Y ¡qué grandeza la de ese pueblo! ¡Qué estoicismo y valor, el de ese
pueblo! Y qué lección para el mundo entraña esa lucha.
Hasta dentro de mucho tiempo no sabremos si el presidente Johnson pensaba
en serio iniciar algunas de las reformas necesarias a un pueblo -para
limar aristas de las contradicciones de clase que asoman con fuerza
explosiva y cada vez más frecuentemente. Lo cierto es que las mejoras
anunciadas bajo el pomposo título de lucha por la gran sociedad han caído
en el sumidero de Vietnam.
El más grande de los poderes imperialistas siente en sus entrañas el
desangramiento provocado por un país pobre y atrasado y su fabulosa
economía se resiente del esfuerzo de guerra. Matar deja de ser el más
cómodo negocio de los monopolios. Armas de contención, y no en número
suficiente, es todo lo que tienen estos soldados maravillosos, además del
amor a su patria, a su sociedad y un valor a toda prueba. Pero el
imperialismo se empantana en Vietnam, no halla camino de salida y busca
desesperadamente alguno que le permita sortear con dignidad este peligroso
trance en que se ve. Mas los «cuatro puntos» del norte y «los cinco» del
sur lo atenazan, haciendo aún más decidida la confrontación.
Todo parece indicar que la paz, esa paz precaria a la que se ha dado tal
nombre, sólo porque no se ha producido ninguna conflagración de carácter
mundial, está otra vez en peligro de romperse ante cualquier paso
irreversible e inaceptable, dado por los norteamericanos. Y, a nosotros,
explotados del mundo, ¿cuál es el papel que nos corresponde? Los pueblos
de tres continentes observan y aprenden su lección en Vietnam. Ya que, con
la amenaza de guerra, los imperialistas ejercen su chantaje sobre la
humanidad, no temer la guerra, es la respuesta justa. Atacar dura e
ininterrumpidamente en cada punto de confrontación, debe ser la táctica
general de los pueblos.
Pero, en los lugares en que esta mísera paz que sufrimos no ha sido rota,
¿cuál será nuestra tarea? Liberarnos a cualquier precio.
El panorama del mundo muestra una gran complejidad. La tarea de la
liberación espera aún a países de la vieja Europa, suficientemente
desarrollados para sentir todas las contradicciones del capitalismo, pero
tan débiles que no pueden ya seguir el rumbo del imperialismo o iniciar
esa ruta. Allí las contradicciones alcanzarán en los próximos años
carácter explosivo, pero sus problemas y, por ende, la solución de los
mismos son diferentes a la de nuestros pueblos dependientes y atrasados
económicamente.
El campo fundamental de la explotación del imperialismo abarca los tres
continentes atrasados, América, Asia y Africa. Cada país tiene
características propias, pero los continentes, en su conjunto, también las
presentan.
América constituye un conjunto más o menos homogéneo y en la casi
totalidad de su territorio los capitales monopolistas norteamericanos
mantienen una primacía absoluta. Los gobiernos títeres o, en el mejor de
los casos, débiles y medrosos, no pueden oponerse a las órdenes del amo
yanqui. Los norteamericanos han llegado casi al máximo de su dominación
política y económica, poco más podrían avanzar ya; cualquier cambio de la
situación podría convertirse en un retroceso en su primacía. Su política
es mantener lo conquistado. La línea de acción se reduce en el momento
actual, al uso brutal de la fuerza para impedir movimientos de liberación,
de cualquier tipo que sean.
Bajo el slogan, «no permitiremos otra Cuba», se encubre la posibilidad de
agresiones a mansalva, como la perpretada contra Santo Domingo o,
anteriormente, la masacre de Panamá, y la clara advertencia de que las
tropas yanquis están dispuestas a intervenir en cualquier lugar de América
donde el orden establecido sea alterado, poniendo en peligro sus
intereses. Es política cuenta con una impunidad casi absoluta; la OEA es
una máscara cómoda, por desprestigiada que esté; la ONU es de una
ineficiencia rayana en el ridículo o en lo trágico, los ejércitos de todos
los países de América están listos a intervenir para aplastar a sus
pueblos. Se ha formado, de hecho, la internacional del crimen y la
traición.
Por otra parte las burguesías autóctonas han perdido toda su capacidad de
oposición al imperialismo -si alguna vez la tuvieron- y sólo forman su
furgón de cola.
No hay más cambios que hacer; o revolución socialista o caricatura de
revolución.
Asia es un continente de características diferentes. Las luchas de
liberación contra una serie de poderes coloniales europeos, dieron por
resultado el establecimiento de gobiernos más o menos progresistas, cuya
evolución posterior ha sido, en algunos casos, de profundización de los
objetivos primarios de la liberación nacional y en otros de reversión
hacia posiciones proimperialistas.
Desde el punto de vista económico, Estados Unidos tenía poco que perder y
mucho que ganar en Asia. Los cambios le favorecen; se lucha por desplazar
a otros poderes neocoloniales, penetrar nuevas esferas de acción en el
campo económico, a veces directamente, otras utilizando al Japón.
Pero existen condiciones políticas especiales, sobre todo en la península
indochina, que le dan características de capital importancia al Asia y
juegan un papel importante en la estrategia militar global del
imperialismo norteamericano. Este ejerce un cerco a China a través de
Corea del Sur, Japón, Taiwan, Vietnam del Sur y Tailandia, por lo menos.
Esa doble situación: un interés estratégico tan importante como el cerco
militar a la República Popular China y la ambición de sus capitales por
penetrar esos grandes mercados que todavía no dominan, hacen que el Asia
sea uno de los lugares más explosivos del mundo actual, a pesar de la
aparente estabilidad fuera del área vietnamita.
Perteneciendo geográficamente a este continente, pero con sus propias
contradicciones, el Oriente Medio está en plena ebullición, sin que se
pueda prever hasta dónde llegará esa guerra fría entre Israel, respaldada
por los imperialistas, y los países progresistas de la zona. Es otro de
los volcanes amenazadores del mundo.
El Africa ofrece las características de ser un campo casi virgen para la
invasión neocolonial. Se han producido cambios que, en alguna medida,
obligaron a los poderes neocoloniales a ceder sus antiguas prerrogativas
de carácter absoluto. Pero, cuando los procesos se llevan a cabo
ininterrumpidamente, al colonialismo sucede, sin violencia, un
neocolonialismo de iguales efectos en cuanto a la dominación económica se
refiere. Estados Unidos no tenía colonias en esta región y ahora lucha por
penetrar en los antiguos cotos cerrados de sus socios. Se puede asegurar
que Africa constituye, en los planes estratégicos del imperialismo
norteamericano, su reservorio a largo plazo; sus inversiones actuales sólo
tienen importancia en la Unión Sudafricana y comienza su penetración en el
Congo, Nigeria y otros países, donde se inicia una violenta competencia
(con carácter pacífico hasta ahora) con otros poderes imperialistas.
No tiene todavía grandes intereses que defender salvo su pretendido
derecho a intervenir en cada lugar del globo en que sus monopolios
olfateen buenas ganancias o la existencia de grandes reservas de materias
primas. Todos estos antecedentes hacen lícito el planteamiento
interrogante sobre las posibilidades de liberación de los pueblos a corto
o mediano plazo.
Si analizamos el Africa veremos que se lucha con alguna intensidad en las
colonias portuguesas de Guinea, Mozambique y Angola, con particular éxito
en la primera y con éxito variable en las dos restantes. Que todavía se
asiste a la lucha entre los sucesores de Lumumba y los viejos cómplices de
Tshombe en el Congo, lucha que, en el momento actual, parece inclinarse a
favor de los últimos, los que han «pacificado» en su propio provecho una
gran parte del país, aunque la guerra se mantenga latente.
En Rhodesia el problema es diferente: el imperialismo británico utilizó
todos los mecanismos a su alcance para entregar el poder a la minoría
blanca que lo detenta actualmente. El conflicto, desde el punto de vista
de Inglaterra, es absolutamente antioficial, sólo que esta potencia, con
su habitual habilidad diplomática -también llamada hipocresía en buen
romance- presenta una fachada de disgustos ante las medidas tomadas por el
gobierno de Ian Smith, y es apoyada en su taimada actitud por algunos de
los países del Commonwealth que la siguen, y atacada por una buena parte
de los países del Africa Negra, sean o no dóciles vasallos económicos del
imperialismo inglés.
En Rhodesia la situación puede tornarse sumamente explosiva si
cristalizaran los esfuerzos de los patriotas negros para alzarse en armas
y este movimiento fuera apoyado efectivamente por las naciones africanas
vecinas. Pero por ahora todos los problemas se ventilan en organismos tan
inicuos como la ONU, el Commonwealth o la OUA.
Sin embargo, la evolución política y social del Africa no hace prever una
situación revolucionaria continental. Las luchas de liberación contra los
portugueses deben terminar victoriosamente, pero Portugal no significa
nada en la nómina imperialista. Las confrontaciones de importancia
revolucionaria son las que ponen en jaque a todo el aparato imperialista,
aunque no por eso dejemos de luchar por la liberación de las tres colonias
portuguesas y por la profundización de sus revoluciones.
Cuando las masas negras de Sudáfrica o Rhodesia inicien su auténtica lucha
revolucionaria, se habrá iniciado una nueva época en el Africa. O, cuando
las masas empobrecidas de un país se lancen a rescatar su derecho a una
vida digna, de las manos de las oligarquías gobernantes.
Hasta ahora se suceden los golpes cuartelarios en que un grupo de
oficiales reemplaza a otro o a un gobernante que ya no sirva a sus
intereses de casta y a los de las potencias que los manejan solapadamente,
pero no hay convulsiones populares. En el Congo se dieron fugazmente estas
características impulsadas por el recuerdo de Lumumba, pero han ido
perdiendo fuerza en los últimos meses.
En Asia, como vimos, la situación es explosiva, y no son sólo Vietnam y
Laos, donde se lucha, los puntos de fricción. También lo es Cambodia,
donde en cualquier momento puede iniciarse la agresión directa
norteamericana, Tailandia, Malasia y, por supuesto, Indonesia, donde no
podemos pensar que se haya dicho la última palabra pese al aniquilamiento
del Partido Comunista de ese país, al ocupar el poder los reaccionarios.
Y, por supuesto, el Oriente Medio.
En América Latina se lucha con las armas en la mano en Guatemala,
Colombia, Venezuela y Bolivia y despuntan ya los primeros brotes en
Brasil. Hay otros focos de resistencia que aparecen y se extinguen. Pero
casi todos los países de este continente están maduros para una lucha de
tipo tal, que para resultar triunfante, no puede conformarse con menos que
la instauración de un gobierno de corte socialista.
En este continente se habla prácticamente una lengua, salvo el caso
excepcional del Brasil, con cuyo pueblo los de habla hispana pueden
entenderse, dada la similitud de ambos idiomas. Hay una identidad tan
grande entre las clases de estos países que logran una identificación de
tipo «internacional americano», mucho más completa que en otros
continentes. Lengua, costumbres, religión, amo común, los unen. El grado y
las formas de explotación son similares en sus efectos para explotadores y
explotados de una buena parte de los países de nuestra América. Y la
rebelión está madurando aceleradamente en ella.
Podemos preguntarnos: esta rebelión, ¿cómo fructificará?; ¿de qué tipo
será? Hemos sostenido desde hace tiempo, que dadas sus características
similares, la lucha en América adquirirá, en su momento, dimensiones
continentales. Será escenario de muchas grandes batallas dadas por la
humanidad para su liberación.
En el marco de esa lucha de alcance continental, las que actualmente se
sostienen en forma activa son sólo episodios, pero ya han dado los
mártires que figurarán en la historia americana como entregando su cuota
de sangre necesaria en esta última etapa de la lucha por la libertad plena
del hombre. Allí figurarán los nombres del comandante Turcios Lima, del
cura Camilo Torres, del comandante Fabricio Ojeda, de los comandantes
Lobatón y Luis de la Puente Uceda, figuras principalísimas en los
movimientos revolucionarios de Guatemala, Colombia, Venezuela y Perú.
Pero la movilización activa del pueblo crea sus nuevos dirigentes: César
Montes y Yon Sosa levantan la bandera en Guatemala, Fabio Vázquez y
Marulanda lo hacen en Colombia, Douglas Bravo en el occidente del país y
Américo Martín en El Bachiller, dirigen sus respectivos frentes en
Venezuela.
Nuevos brotes de guerra surgirán en estos y otros países americanos, como
ya ha ocurrido en Bolivia, e irán creciendo, con todas las vicisitudes que
entraña este peligroso oficio de revolucionario moderno. Muchos morirán
víctimas de sus errores, otros caerán en el duro combate que se avecina;
nuevos luchadores y nuevos dirigentes surgirán al calor de la lucha
revolucionaria. El pueblo irá formando sus combatientes y sus conductores
en el marco selectivo de la guerra misma, y los agentes yanquis de
represión aumentarán. Hoy hay asesores en todos los países donde la lucha
armada se mantiene y el ejército peruano realizó, al parecer, una exitosa
batida contra los revolucionarios de ese país, también asesorado y
entrenado por los yanquis. Pero si los focos de guerra se llevan con
suficiente destreza política y militar, se harán prácticamente imbatibles
y exigirán nuevos envíos de los yanquis. En el propio Perú, con tenacidad
y firmeza, nuevas figuras aún no completamente conocidas, reorganizan la
lucha guerrillera. Poco a poco, las armas obsoletas que bastan para la
represión de pequeñas bandas armadas, irán convirtiéndose en armas
modernas y los grupos de asesores en combatientes norteamericanos, hasta
que, en un momento dado, se vean obligados a enviar cantidades crecientes
de tropas regulares para asegurar la relativa estabilidad de un poder cuyo
ejército nacional títere se desintegra ante los combates de las
guerrillas. Es el camino de Vietnam; es el camino que deben seguir los
pueblos; es el camino que seguirá América, con la característica especial
de que los grupos en armas pudieran formar algo así como Juntas de
Coordinación para hacer más difícil la tarea represiva del imperialismo
yanqui y facilitar la propia causa.
América, continente olvidado por las últimas luchas políticas de
liberación, que empieza a hacerse sentir a través de la Tricontinental en
la voz de la vanguardia de sus pueblos, que es la Revolución cubana,
tendrá una tarea de mucho mayor relieve: la de la creación del segundo o
tercer Vietnam o del segundo y tercer Vietnam del mundo.
En definitiva, hay que tener en cuenta que el imperialismo es un sistema
mundial, última etapa del capitalismo, y que hay que batirlo en una gran
confrontación mundial. La finalidad estratégica de esa lucha debe ser la
destrucción del imperialismo. La participación que nos toca a nosotros,
los explotados y atrasados del mundo, es la de eliminar las bases de
sustentación del imperialismo: nuestros pueblos oprimidos, de donde
extraen capitales, materias primas, técnicos y obreros baratos y a donde
exportan nuevos capitales -instrumentos de dominación-, armas y toda clase
de artículos, sumiéndonos en una dependencia absoluta. El elemento
fundamental de esa finalidad estratégica será, entonces, la liberación
real de los pueblos; liberación que se producirá, a través de lucha
armada, en la mayoría de los casos, y que tendrá, en América, casi
indefectiblemente, la propiedad de convertirse en una revolución
socialista.
Al enfocar la destrucción del imperialismo, hay que identificar a su
cabeza, la que no es otra que los Estados Unidos de Norteamérica.
Debemos realizar una tarea de tipo general que tenga como finalidad
táctica sacar al enemigo de su ambiente obligándolo a luchar en lugares
donde sus hábitos de vida choquen con la realidad imperante. No se debe
despreciar al adversario; el soldado norteamericano tiene capacidad
técnica y está respaldado por medios de tal magnitud que lo hacen temible.
Le falta esencialmente la motivación ideológica, que tienen en grado sumo
sus más enconados rivales de hoy: los soldados vietnamitas. Solamente
podremos triunfar sobre ese ejército en la medida en que logremos minar su
moral. Y ésta se mina infligiéndole derrotas y ocasionándole sufrimientos
repetidos.
Pero este pequeño esquema de victorias encierra dentro de sí sacrificios
inmensos de los pueblos, sacrificios que debe exigirse desde hoy, a la luz
del día, y que quizás sean menos dolorosos que los que debieron soportar
si rehuyéramos constantemente el combate, para tratar de que otros sean
los que nos saquen las castañas del fuego.
Claro que, el último país en liberarse, muy probablemente lo hará sin
lucha armada, y los sufrimientos de una guerra larga y tan cruel como la
que hacen los imperialistas, se le ahorrarán a ese pueblo. Pero tal vez
sea imposible eludir esa lucha o sus efectos, en una contienda de carácter
mundial y se sufra igual o más aún. No podemos predecir el futuro, pero
jamás debemos ceder a la tentación claudicante de ser los abanderados de
un pueblo que anhela su libertad, pero reniega de la lucha que ésta
conlleva y la espera como un mendrugo de victoria.
Es absolutamente justo evitar todo sacrificio inútil. Por eso es tan
importante el esclarecimiento de las posibilidades efectivas que tiene la
América dependiente de liberarse en formas pacíficas. Para nosotros está
clara la solución de este interrogante; podrá ser o no el momento actual
el indicado para iniciar la lucha, pero no podemos hacernos ninguna
ilusión, ni tenemos derecho a ello de lograr la libertad sin combatir. Y
los combates no serán meras luchas callejeras de piedras contra gases
lacrimógenos, ni de huelgas generales pacíficas; ni será la lucha de un
pueblo enfurecido que destruya en dos o tres días el andamiaje represivo
de las oligarquías gobernantes; será una lucha larga, cruenta, donde su
frente estará en los refugios guerrilleros, en las ciudades, en las casas
de los combatientes -donde la represión irá buscando víctimas fáciles
entre sus familiares- en la población campesina masacrada, en las aldeas o
ciudades destruidas por el bombardeo enemigo.
Nos empujan a esa lucha; no hay más remedio que prepararla y decidirse a
emprenderla.
Los comienzos no serán fáciles; serán sumamente difíciles. Toda la
capacidad de represión, toda la capacidad de brutalidad y demagogia de las
oligarquías se pondrá al servicio de su causa. Nuestra misión, en la
primera hora, es sobrevivir, después actuará el ejemplo perenne de la
guerrilla realizando la propaganda armada en la acepción vietnamita de la
frase, vale decir, la propaganda de los tiros, de los combates que se
ganan o se pierden, pero se dan, contra los enemigos.
La gran enseñanza de la invencibilidad de la guerrilla prendiendo en las
masas de los desposeídos. La galvanización del espíritu nacional, la
preparación para tareas más duras, para resistir represiones más violentas.
El odio como factor de lucha; el odio intransigente al enemigo, que
impulsa más allá de las limitaciones naturales del ser humano y lo
convierte en una efectiva, violenta, selectiva y fría máquina de matar.
Nuestros soldados tienen que ser así; un pueblo sin odio no puede triunfar
sobre un enemigo brutal.
Hay que llevar la guerra hasta donde el enemigo la lleve: a su casa, a sus
lugares de diversión; hacerla total. Hay que impedirle tener un minuto de
tranquilidad, un minuto de sosiego fuera de sus cuarteles, y aun dentro de
los mismos: atacarlo dondequiera que se encuentre; hacerlo sentir una
fiera acosada por cada lugar que transite. Entonces su moral irá
decayendo.
Se hará más bestial todavía, pero se notarán los signos del decaimiento
que asoma.
Y que se desarrolle un verdadero internacionalismo proletario; con
ejércitos proletarios internacionales, donde la bandera bajo la que se
luche sea la causa sagrada de la redención de la humanidad, de tal modo
que morir bajo las enseñas de Vietnam, de Venezuela, de Guatemala, de
Laos, de Guinea, de Colombia, de Bolivia, de Brasil, para citar sólo los
escenarios actuales de la lucha armada sea igualmente glorioso y
apetecible para un americano, un asiático, un africano y, aun, un europeo.
Cada gota de sangre derramada en un territorio bajo cuya bandera no se ha
nacido, es experiencia que recoge quien sobrevive para aplicarla luego en
la lucha por la liberación de su lugar de origen. Y cada pueblo que se
libere, es una fase de la batalla por la liberación del propio pueblo que
se ha ganado.
Es la hora de atemperar nuestras discrepancias y ponerlo todo al servicio
de la lucha.
Que agitan grandes controversias al mundo que lucha por la libertad, lo
sabemos todos y no lo podemos esconder. Que han adquirido un carácter y
una agudeza tales que luce sumamente difícil, si no imposible, el diálogo
y la conciliación, también lo sabemos. Buscar métodos para iniciar un
diálogo que los contendientes rehuyen es una tarea inútil. Pero el enemigo
está allí, golpea todos los días y amenaza con nuevos golpes y esos golpes
nos unirán, hoy, mañana o pasado. Quienes antes lo capten y se preparen a
esa unión necesaria tendrán el reconocimiento de los pueblos.
Dadas las virulencias e intransigencias con que se defiende cada causa,
nosotros, los desposeídos, no podemos tomar partido por una u otra forma
de manifestar las discrepancias, aun cuando coincidamos a veces con
algunos planteamientos de una u otra parte, o en mayor medida con los de
una parte que con los de la otra. En el momento de la lucha, la forma en
que se hacen visibles las actuales diferencias constituyen una debilidad;
pero en el estado en que se encuentran, querer arreglarlas mediante
palabras es una ilusión. La historia las irá borrando o dándoles su
verdadera explicación.
En nuestro mundo en lucha, todo lo que sea discrepancia en torno a la
táctica, método de acción para la consecución de objetivos limitados, debe
analizarse con el respeto que merecen las apreciaciones ajenas. En cuanto
al gran objetivo estratégico, la destrucción total del imperialismo por
medio de la lucha, debemos ser intransigentes.
Sinteticemos así nuestras aspiraciones de victoria: destrucción del
imperialismo mediante la eliminación de su baluarte más fuerte: el dominio
imperialista de los Estados Unidos de Norteamérica. Tomar como función
táctica la liberación gradual de los pueblos, uno a uno o por grupos,
llevando al enemigo a una lucha difícil fuera de su terreno; liquidándole
sus bases de sustentación, que son territorios dependientes.
Eso significa una guerra larga. Y, lo repetimos una vez más, una guerra
cruel. Que nadie se engañe cuando la vaya a iniciar y que nadie vacile en
iniciarla por temor a los resultados que pueda traer para su pueblo. Es
casi la única esperanza de victoria.
No podemos eludir el llamado de la hora. Nos lo enseña Vietnam con su
permanente lección de heroísmo, su trágica y cotidiana lección de lucha y
de muerte para lograr la victoria final.
Allí, los soldados del imperialismo encuentran la incomodidad de quien,
acostumbrado al nivel de vida que ostenta la nación norteamericana, tiene
que enfrentarse con la tierra hostil; la inseguridad de quien no puede
moverse sin sentir que pisa territorio enemigo; la muerte a los que
avanzan más allá de sus reductos fortificados, la hostilidad permanente de
toda la población. Todo eso va provocando la repercusión interior en los
Estados Unidos; va haciendo surgir un factor atenuado por el imperialismo
en pleno vigor, la lucha de clases aun dentro de su propio territorio.
¡Cómo podríamos mirar el futuro de luminoso y cercano, si dos, tres,
muchos Vietnam florecieran en la superficie del globo, con su cuota de
muerte y sus tragedias inmensas, con su heroísmo cotidiano, con sus golpes
repetidos al imperialismo, con la obligación que entraña para éste de
dispersar sus fuerzas, bajo el embate del odio creciente de los pueblos
del mundo!
Y si todos fuéramos capaces de unirnos, para que nuestros golpes fueran
más sólidos y certeros, para que la ayuda de todo tipo a los pueblos en
lucha fuera aún más efectiva, ¡qué grande sería el futuro, y qué cercano!
Si a nosotros, los que en un pequeño punto del mapa del mundo cumplimos el
deber que preconizamos y ponemos a disposición de la lucha este poco que
nos es permitido dar: nuestras vidas, nuestro sacrificio, nos toca alguno
de estos días lanzar el último suspiro sobre cualquier tierra, ya nuestra,
regada con nuestra sangre, sépase que hemos medido el alcance de nuestros
actos y que no nos consideramos nada más que elementos en el gran ejército
del proletariado, pero nos sentimos orgullosos de haber aprendido de la
Revolución cubana y de su gran dirigente máximo la gran lección que emana
de su actitud en esta parte del mundo: «qué importan los peligros o
sacrificios de un hombre o de un pueblo, cuando está en juego el destino
de la humanidad.»
Toda nuestra acción es un grito de guerra contra el imperialismo y un
clamor por la unidad de los pueblos contra el gran enemigo del género
humano: los Estados Unidos de Norteamérica. En cualquier lugar que nos
sorprenda la muerte, bienvenida sea, siempre que ése, nuestro grito de
guerra, haya llegado hasta un oído receptivo y otra mano se tienda para
empuñar nuestras armas, y otros hombres se apresten a entonar los cantos
luctuosos con tableteo de ametralladoras y nuevos gritos de guerra y de
victoria.
Tricontinental. Suplemento especial, 16 de abril de 1967
El Llanero Solidario
2008-02-03 00:07:32 UTC
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Intervención del Che Guevara en la ONU
Intervención en la Asamblea General de las Naciones Unidas en uso del
derecho de replica

11 de diciembre de 1964

Pido disculpas por tener que ocupar por segunda vez esta tribuna. Lo hago
haciendo uso del derecho de réplica. Naturalmente, aunque no estamos
interesados especialmente en ello, esto que podría llamarse ahora la
contrarréplica, podríamos seguir extendiéndola haciendo la contrarréplica y
así hasta el infinito.

Nosotros contestaremos una por una las afirmaciones de los delegados que
impugnaron la intervención de Cuba, y lo hacemos en el espíritu en que cada
uno de ellos lo hizo, aproximadamente.

Empezaré contestando al delegado de Costa Rica, quien lamentó que Cuba se
haya dejado llevar por algunos infundios de la prensa sensacionalista, y
manifestó que su Gobierno tomó inmediatamente algunas medidas de inspección
cuando la prensa libre de Costa Rica, muy distinta a la prensa esclava de
Cuba, hizo algunas denuncias.

Quizás el delegado de Costa Rica tenga razón. Nosotros no podemos hacer una
afirmación absoluta basada en los reportajes que la prensa imperialista,
sobre todo de los Estados Unidos, ha hecho repetidas veces a los
contrarrevolucionarios cubanos. Pero si Artime fue jefe de la fracasada
invasión de Playa Girón, lo fue con algún intermedio, porque fue jefe hasta
llegar a las costas cubanas y sufrir las primeras caídas, volviendo a los
Estados Unidos. En el intermedio, como la mayoría de los miembros de aquella
«heroica expedición libertadora», fue «cocinero o sanitario», porque ésa fue
la forma en que llegaron a Cuba después de estar presos, según sus
declaraciones, todos los «libertadores» de Cuba. Artime, que ahora vuelve a
ser jefe, se indignó contra la acusación. ¿De qué? De contrabando de whisky,
porque en sus bases de Costa Rica y Nicaragua, según informó, no hay
contrabando de whisky: «hay preparación de revolucionarios para liberar a
Cuba.» Esas declaraciones han sido hechas a las agencias noticieras y han
recorrido el mundo.

En Costa Rica se ha denunciado esto repetidas veces. Patriotas
costarricenses nos han informado de la existencia de esas bases en la zona
de Tortugueras y zonas aledañas, y el Gobierno de Costa Rica debe saber bien
si esto es verdad o no.

Nosotros estamos absolutamente seguros de la certeza de estas informaciones,
como también estamos seguros de que el señor Artime, entre sus múltiples
ocupaciones «revolucionarias», tuvo tiempo también para contrabandear
whisky, porque son cosas naturales en la clase de libertadores que el
Gobierno de Costa Rica protege, aunque sea a medias.

Nosotros sostenemos, una y mil veces, que las revoluciones no se exportan.
Las revoluciones nacen en el seno de los pueblos. Las revoluciones las
engendran las explotaciones que los gobiernos -como el de Costa Rica, el de
Nicaragua, el de Panamá o el de Venezuela- ejercen sobre sus pueblos.
Después, puede ayudarse o no a los movimientos de liberación; sobre todo se
les puede ayudar moralmente. Pero, la realidad es que no se pueden exportar
revoluciones.

Lo decimos no como una justificación ante esta Asamblea; lo decimos
simplemente como la expresión de un hecho científicamente conocido desde
hace muchos años. Por eso, mal haríamos en pretender exportar revoluciones y
menos, naturalmente, a Costa Rica, en donde en honor a la verdad existe un
régimen con el cual no tenemos absolutamente comunión de ningún tipo y que
no es de los que se distinguen en América por la opresión directa
indiscriminada contra su pueblo.

Con respecto a Nicaragua queríamos decir a su representante, aunque no
entendí bien con exactitud toda su argumentación en cuanto a los
acentos -creo que se refirió a Cuba, a Argentina y quizás también a la Unión
Soviética- espero en todo caso que el representante de Nicaragua no haya
encontrado acento norteamericano en mi alocución porque eso sí que sería
peligroso. Efectivamente, puede ser que en el acento y que utilizara al
hablar se escapara algo de la Argentina. He nacido en la Argentina; no es un
secreto para nadie. Soy cubano y también soy argentino y, si no se ofenden
las ilustrísimas señorías de Latinoamérica, me siento tan patriota de
Latinoamérica, de cualquier país de Latinoamérica, como el que más y, en el
momento en que fuera necesario, estaría dispuesto a entregar mi vida por la
liberación de cualquiera de los países de Latinoamérica, sin pedirle nada a
nadie, sin exigir nada, sin explotar a nadie. Y así en esa disposición de
ánimo, no está solamente este representante transitorio ante esta Asamblea.
El pueblo de Cuba entero está con esa disposición. El pueblo de Cuba entero
vibra cada vez que se comete una injusticia, no solamente en América, sino
en el mundo entro. Nosotros podemos decir lo que tantas veces hemos dicho
del apotegma maravilloso de Martí, de que todo hombre verdadero debe sentir
en la mejilla el golpe dado a cualquier mejilla de hombre. Eso, el pueblo
entero de Cuba, lo siente así, señores representantes.

Por si el representante de Nicaragua quiere hacer alguna pequeña revisión de
su carta geográfica o inspeccionar ocularmente lugares de difícil acceso,
puede ir además de a Puerto Cabezas -de donde creo que no negará salió
parte, o gran parte, o toda la expedición de Playa Girón- a Blue Fields y
Monkey Point, que creo que se debería llamar Punto Mono, y que no sé por qué
extraño accidente histórico, estando en Nicaragua, figura como Monkey Point.
Allí podrá encontrar algunos contrarrevolucionarios o revolucionarios
cubanos, como ustedes prefieren llamarles, señores representantes de
Nicaragua. Los hay de todos los colores. Hay también bastantes whisky, no sé
si contrabandeado o si directamente importado. Conocemos de la existencia de
esas bases. Y, naturalmente, no vamos a exigir que la OEA investigue si las
hay o no. Conocemos la ceguera colectiva de la OEA demasiado bien para pedir
tal absurdo.

Se dice que nosotros hemos reconocido tener armas atómicas. No hay tal. Creo
que ha sido una pequeña equivocación del representante de Nicaragua.
Nosotros solamente hemos defendido el derecho a tener las armas que
pudiéramos conseguir para nuestra defensa, y hemos negado el derecho de
ningún país a determinar qué tipos de armas vamos a tener.

El representante de Panamá, que ha tenido la gentileza de apodarme Che, como
me apoda el pueblo de Cuba, empezó hablando de la Revolución mexicana. La
delegación de Cuba hablaba de la masacre norteamericana contra el pueblo de
Panamá, y la delegación de Panamá empieza hablando de la Revolución mexicana
y siguió en este mismo estilo, sin referirse para nada a la masacre
norteamericana por la que el Gobierno de Panamá rompió relaciones con los
Estados Unidos. Tal vez en el lenguaje de la política entreguista, esto se
llame táctica; en el lenguaje revolucionario, esto, señores, se llama
abyección, con todas las letras. Se refirió a la invasión del año 1959. Un
grupo de aventureros, encabezados por un barbudo de café, que nunca había
estado en la Sierra Maestra y que ahora está en Miami, o en alguna base o en
algún lugar, logró entusiasmar a un grupo de muchachos y realizar aquella
aventura. Oficiales del Gobierno cubano trabajaron conjuntamente con el
Gobierno panameño para liquidar aquello. Es verdad que salieron de puerto
cubano, y también es verdad que discutimos en un plano amistoso en aquella
oportunidad.

De todas las intervenciones que hay aquí contra la delegación de Cuba, la
que parece inexcusable en todo sentido es la intervención de la delegación
de Panamá. No tuvimos la menor intención de ofenderla ni de ofender a su
Gobierno. Pero también es verdad otra cosa: no tuvimos tampoco la menor
intención de defender al Gobierno de Panamá. Queríamos defender al pueblo de
Panamá con una denuncia ante las Naciones Unidas, ya que su Gobierno no
tiene el valor, no tiene la dignidad de plantear aquí las cosas con su
verdadero nombre. No quisimos ofender al Gobierno de Panamá, ni tampoco lo
quisimos defender. Para el pueblo de Panamá, nuestro pueblo hermano, va
nuestra simpatía y tratamos de defenderlo con nuestra denuncia.

Entre las afirmaciones del representante de Panamá se encuentra una muy
interesante. Dice que, a pesar de las bravatas cubanas, todavía está allí la
base. En la intervención, que estará fresca en la memoria de los
representantes, tiene que reconocerse que hemos denunciado más de 1.300
provocaciones de la base de todo tipo, que van de algunas nimias hasta
disparos de armas de fuego. Hemos explicado cómo no queremos caer en
provocaciones, porque conocemos las consecuencias que ellas pueden traer
para nuestro pueblo; hemos planteado el problemas de la base de Guantánamo
en todas las conferencias internacionales y siempre hemos reclamado el
derecho del pueblo de Cuba a recobrar esa base por medios pacíficos. No
hemos echado nunca bravatas, porque no las echamos, señor representante de
Panamá, porque los hombres como nosotros, que están dispuestos a morir, que
dirigen un pueblo entero dispuesto a morir por defender su causa, nunca
necesitan echar bravatas.

No echamos bravatas en Playa Girón; no echamos bravatas cuando la Crisis de
Octubre, cuando todo el pueblo estuvo enfrente del hongo atómico con el cual
los norteamericanos amenazan a nuestra Isla, y todo el pueblo marchó a las
trincheras, marchó a las fábricas, para aumentar la producción. No hubo un
solo paso atrás; no hubo un solo quejido, y miles y miles de hombres que no
pertenecían a nuestras milicias entraron voluntariamente a ellas en momentos
en que el imperialismo norteamericano amenazaba con echar una bomba o varias
bombas atómicas o un ataque atómico sobre Cuba. Ese es nuestro país. Y un
país así, cuyos dirigentes y cuyo pueblo -lo puedo decir aquí con la frente
muy alta- no tienen el más mínimo miedo a la muerte y conocen bien la
responsabilidad de sus actos, nunca echa bravatas. Eso sí: lucha hasta la
muerte, señor representante de Panamá, si es necesario, y luchará hasta la
muerte, con su Gobierno, todo el pueblo de Cuba si es agredido.

El señor representante de Colombia manifiesta, en todo medido -yo también
tengo que cambiar el tono- que hay dos aseveraciones inexactas: una, la
invasión yanqui en 1948 a raíz del asesinato de Jorge Eliecer Gaitán; y, por
el tono de voz del señor representante de Colombia, se advierte que siente
muchísimo aquella muerte: está profundamente apenado.

Nosotros nos referimos, en nuestro discurso, a otra intervención anterior
que, tal vez, el señor representante de Colombia olvidó: la intervención
norteamericana sobre la segregación de Panamá. Después, manifestó que no hay
tropas de liberación en Colombia, porque no hay nada que liberar. En
Colombia, donde se habla con tanta naturalidad de la democracia
representativa y sólo hay dos partidos políticos que se distribuyen el poder
mitad y mitad durante años, de acuerdo con una democracia fantástica, la
oligarquía colombiana ha llegado al summum de la democracia, podemos decir.
Se divide en liberales y conservadores y en conservadores y liberales;
cuatro años uno y cuatro años otros. Nada cambia. Esas son las democracias
de elecciones; ésas son las democracias representativas que defiende,
probablemente con todo entusiasmo, el señor representante de Colombia, en
ese país donde se dice que hay 200.000 o 300.000 muertos a raíz de la guerra
civil que incendiara a Colombia después de la muerte de Gaitán. Y, sin
embargo, se dice que no hay nada que liberar. No habrá nada que vengar,
tampoco; no habrá miles de muertos que vengar; no habrá habido ejércitos
masacrando pueblos y no será ese mismo ejército el que masacra el pueblo
desde el año 1948. Lo que está ahí lo han cambiado algo, o sus generales son
distintos, o sus mandos son distintos u obedecen a otra clase distinta de la
que masacró al pueblo durante cuatro años de una larga lucha y lo siguió
masacrando intermitentemente durante varios años más. Y se dice que no hay
que liberar nada. ¿No recuerda el señor representante de Colombia que en
Marquetalia hay fuerzas a las cuales los propios periódicos colombianos han
llamado «la República Independiente de Marquetalia» y a uno de cuyos
dirigentes se le ha puesto el apodo de Tiro Fijo para tratar de convertirlo
en un vulgar bandolero? ¿Y no sabe que allí se hizo una gran operación por
parte de 16.000 hombres del ejército colombiano, asesorados por militares
norteamericanos, y con la utilización de una serie de elementos, como
helicópteros y, probablemente -aunque no puedo asegurarlo- con aviones,
también del ejército norteamericano?

Parece que el señor representante de Colombia tiene mala información por
estar alejado de su país o su memoria es un poco deficiente. Además, el
señor representante de Colombia manifestó con toda soltura que si Cuba
hubiera seguido en la órbita de los estados americanos otra cosa sería.
Nosotros no sabemos bien a qué se referirá con esto de la órbita; pero
órbita tienen los satélites y nosotros no somos satélites. No estamos en
ninguna órbita; estamos fuera de órbita. Naturalmente que si hubiéramos
hecho aquí un melifluo discurso de algunas cuartillas en un español
naturalmente mucho más fino, mucho más sustancioso y adjetivado, y
hubiéramos hablado de las bellezas del sistema interamericano y de nuestra
defensa firme, inconmovible, del mundo libre dirigido por el centro de la
órbita que todos ustedes saben quién es. No necesito nombrarlo.

El señor representante de Venezuela también empleó un tono moderado, aunque
enfático. Manifestó que son infames las acusaciones de genocidio y que
realmente era increíble que el Gobierno cubano se ocupara de estas cosas de
Venezuela existiendo tal represión contra su pueblo. Nosotros tenemos que
decir aquí lo que es una verdad conocida, que la hemos expresado siempre
ante el mundo: fusilamientos, sí, hemos fusilado; fusilamos y seguiremos
fusilando mientras sea necesario. Nuestra lucha es una lucha a muerte.
Nosotros sabemos cuál sería el resultado de una batalla perdida y también
tienen que saber los gusanos cuál es el resultado de la batalla perdida hoy
en Cuba. En esas condiciones nosotros vivimos por la imposición del
imperialismo norteamericano. Pero, eso sí: asesinatos no cometemos, como
está cometiendo ahora en estos momentos, la policía venezolana que creo
recibe el nombre de Digepol, si no estoy mal informado. Esa policía ha
cometido una serie de actos de barbarie, de fusilamientos, es decir,
asesinatos y después ha tirado los cadáveres en algunos lugares. Esto ha
ocurrido contra la persona, por ejemplo, de estudiantes, etcétera.

La prensa libre de Venezuela fue suspendida varias veces en estos últimos
tiempos por dar una serie de datos de este tipo. Los aviones militares
venezolanos, con la asesoría yanqui, sí, bombardean zonas extensas de
campesinos, matan campesinos; sí, crece la rebelión popular en Venezuela, y
sí, veremos el resultado después de algún tiempo.

El señor representante de Venezuela está indignado. Yo recuerdo la
indignación de los señores representantes de Venezuela cuando la delegación
cubana en Punta del Este leyó los informes secretos que los voceros de los
Estados Unidos de América tuvieron a bien hacernos llegar en una forma
indirecta, naturalmente. En aquel momento leímos ante la asamblea de Punta
del Este la opinión que tenían los señores representantes de los Estados
Unidos del Gobierno venezolano. Anunciaban algo interesantísimo
que -perdonen la inexactitud porque no puedo citar ahora textualmente-
podría ser más o menos así: «O esta gente cambia o aquí todos van a ir al
paredón.» El paredón es la forma en que se pretende definir la Revolución
Cubana; el paredón de fusilamiento.

Los miembros de la embajada norteamericana anunciaban, en documentos
irrefutables, que ése era el destino de la oligarquía venezolana si no
cambiaba sus métodos, y así se le acusaba de latrocinio y, en fin, se le
hacían toda una serie de terribles acusaciones de ese orden.

La delegación venezolana se indignó muchísimo; naturalmente, no se indignó
con los Estados Unidos; se indignó con la representación cubana que tuvo a
bien leerle las opiniones que los Estados Unidos tenían de su Gobierno y,
también de su pueblo. Si, la única respuesta que hubo a todo esto es que el
señor Moscoso, que fue quien graciosamente cedió documentos en forma
indirecta, fue cambiado de cargo.

Le recordamos esto al señor representante de Venezuela porque las
revoluciones no se exportan; las revoluciones actúan y la Revolución
venezolana actuará en su momento, y los que no tengan avión listo -como hubo
en Cuba- para huir hacia Miami o hacia otros lugares, tendrán que afrontar
allí lo que el pueblo venezolano decida. No echen culpas a otros pueblos, a
otros gobiernos, de lo que pueda suceder allí. Quiero recomendar al señor
representante de Venezuela, que, si tiene interés, lea algunas
interesantísimas opiniones sobre lo que es la guerra guerrillera y cómo
combatirla, que algunos de los elementos más inteligentes del COPEI han
escrito y publicado en la prensa de su país... Verá que no es con bombas y
asesinatos como se puede combatir a un pueblo en armas. Precisamente, esto
es lo que hace más revolucionarios a los pueblos. Lo conocemos bien. Está
mal que a un enemigo declarado le hagamos el favor de mostrarle la
estrategia contraguerrillera, pero lo hacemos porque sabemos que su ceguera
es tanta que no la seguirá.

Queda el señor Stevenson. Lamentablemente no está aquí presente.
Comprendemos perfectamente bien que el señor Stevenson no esté presente.

Hemos escuchado, una vez más, sus declaraciones medulares y serias, dignas
de un intelectual de su categoría. Declaraciones iguales, enfáticas,
medulares y serias fueron hechas en la primera comisión, el 15 de abril de
1961, durante la sesión 1.149, precisamente, el día en que aviones piratas
norteamericanos con insignias cubanas -que salieron de Puerto Cabezas, según
creo recordar, de Nicaragua o tal vez de Guatemala, no está bien precisado-
bombardearon los aeropuertos cubanos y casi reducen a cero nuestra fuerza
aérea. Los aviones, después de realizar su «hazaña» a mansalva, aterrizan en
Estados Unidos. Frente a nuestra denuncia el señor Stevenson dice cosas muy
interesantes.

Perdóneseme lo largo de esta intervención, pero creo que es digno recordar
una vez más las frases medulares de un intelectual tan distinguido como el
señor Stevenson, pronunciadas apenas cuatro o cinco días antes de que el
señor Kennedy dijera tranquilamente, a la faz del mundo, que asumía toda
responsabilidad de los hechos ocurridos en Cuba. Esta es, creo una simple
reseña, porque dado el poco tiempo de que disponíamos no hemos podido
recolectar actas precisas de cada una de las reuniones. Dicen así:

«Las acusaciones formuladas contra los Estados Unidos por el representante
de Cuba, con respecto a los bombardeos, que, según se informa, se han
realizado contra los aeropuertos de La Habana y Santiago y sobre el cuartel
general de la fuerza aérea cubana en San Antonio de los Baños, son
totalmente infundadas.»

Y el señor Stevenson las rechaza categóricamente.

«Como lo declaró el Presidente de los Estados Unidos, las fuerzas armadas de
los Estados Unidos no intervendrán en circunstancia alguna en Cuba y los
Estados Unidos harán todo lo que sea posible a fin de que ningún
norteamericano participe en acción alguna contra Cuba.»

Un año y pico después tuvimos la gentileza de devolverle el cadáver de un
piloto que cayó en tierras cubanas. No el del mayor Anderson; otro de
aquella época.

«En cuanto a los acontecimientos que según se dice han ocurrido esta mañana
y en el día de ayer, los Estados Unidos estudiarán las peticiones de asilo
político de conformidad con los procedimientos habituales.»

Le iban a dar asilo político a la gente que ello habían mandado. «Quienes
creen en la libertad y buscan asilo contra la tiranía y la opresión
encontrarán siempre comprensión y acogida favorable de parte del pueblo
norteamericano y del Gobierno de los Estados Unidos.»

Así sigue el señor Stevenson su larga perorata.

Dos días después, desembarcan en Playa Girón las huestes de la Brigada 2506
conocida por su heroísmo seguramente en los anales de la historia de
América. Dos días después se rinde la brigada heroica sin perder casi ni un
hombre y entonces empieza aquel torneo -que algunos de ustedes habrán
conocido- de hombres vestidos con el uniforme de gusanos que tiene el
ejército de los Estados Unidos, diciendo que eran cocineros y enfermeros o
que habían venido de marineros en aquella expedición.

Fue entonces cuando el presidente Kennedy tuvo un gesto digno. No pretendió
mantener una falsa política que nadie creía y dijo claramente que se
responsabilizaba de todo aquello que había ocurrido en Cuba. Se
responsabilizó, sí; pero la Organización de Estados Americanos no lo
responsabilizó ni le exigió responsabilidades de ningún tipo que nosotros
recordemos. Fue una responsabilidad ante su propia historia y ante la
historia de los Estados Unidos, porque la Organización de Estados Americanos
estaba en la órbita. No tenía tiempo de ocuparse de estas cosas.

Agradezco al señor Stevenson su referencia histórica a mi larga vida como
comunista y revolucionario que culmina en Cuba. Como siempre, las agencias
norteamericanas, no sólo en noticias, sino de espionaje, confunden las
cosas. Mi historia de revolucionario es corta y realmente empieza en el
Granma y sigue hasta este momento.

No pertenecía al Partido Comunista hasta ahora que estoy en Cuba y podemos
proclamar todos ante esta Asamblea el marxismo-leninismo que sigue como
teoría de acción la Revolución cubana. Lo importante no son las referencias
personales; lo importante es que el señor Stevenson una vez más dice que no
hoy violación de las leyes, que los aviones no salen de aquí, como tampoco
los barcos, por supuesto; que los ataques piratas surgen de la nada, que
todo surge de la nada. Utiliza él la misma voz, la misma seguridad, el mismo
acento de intelectual serio y firme que usara en 1961 para sostener,
enfáticamente, que aquellos aviones cubanos habían salido de territorio
cubano y que se trataba de exilados políticos, antes de ser desmentido.
Naturalmente, me explico, una vez más, que el distinguido colega, el señor
Stevenson, haya tenido a bien retirarse de esta Asamblea.

Los Estados Unidos pretenden que pueden realizar los vuelos de vigilancia
porque los aprobó la Organización de Estados Americanos. ¿Quién es la
Organización de los Estados Americanos para aprobar vuelos de vigilancia
sobre el territorio de un país? ¿Cuál es el papel que juegan las Naciones
Unidas? ¿Para qué está la Organización si nuestro destino va a depender de
la órbita, como tan bien ha definido el señor representante de Colombia, de
la Organización de Estados Americanos? Esta es una pregunta muy seria y muy
importante, que hay que hacer ante esta Asamblea. Porque nosotros, país
pequeño, no podemos aceptar, de ninguna manera, el derecho de un país grande
a violar nuestro espacio aéreo; muchísimo menos con la pretensión insólita
de que sus actos tienen la juridicidad que le da la Organización de Estados
Americanos, la que nos expulsó de su seno y con la cual no nos liga vínculo
alguno. Son muy serias las afirmaciones del representante de los Estados
Unidos.

Quiero decir únicamente dos pequeñas cosas. No pienso ocupar todo el tiempo
de la Asamblea en estas réplicas y contrarréplicas.

Dice el señor representante de los Estados Unidos que Cuba echa la culpa de
su desastre económico al bloqueo, cuando ése es un problema a consecuencia
de la mala administración del Gobierno. Cuando nada de esto había ocurrido,
cuando empezaron las primeras leyes nacionales en Cuba, los Estados Unidos
comenzaron a tomar acciones económicas represivas tales como la supresión
unilateral, sin distinción alguna, de la cuota de azúcar, que
tradicionalmente vendíamos al mercado norteamericano. Asimismo, se negaron a
refinar el petróleo que habíamos comprado a la Unión Soviética en uso de
legítimo derecho y amparados en todas las leyes posibles.

No repetiré la larga historia de las agresiones económicas de los Estados
Unidos. Sí diré, que a pesar de esas agresiones, con la ayuda fraterna de
los países socialistas, sobre todo de la Unión Soviética, nosotros hemos
salido adelante y continuaremos haciéndolo; que aun cuando condenamos el
bloqueo económico, él no nos detendrá y, pase lo que pase, seguiremos
constituyendo un pequeño dolor de cabeza cuando lleguemos a esta Asamblea o
a cualquier otra, para llamar a las cosas por su nombre y a los
representantes de los Estados Unidos gendarmes de la represión en el mundo
entero.

Por último, sí hubo embargo de medicinas contra Cuba.

Pero sin no es así, nuestro Gobierno en los próximos meses pondrá un pedido
de medicinas aquí en los Estados Unidos, y le mandará un telegrama al señor
Stevenson, que nuestro representante leerá en la comisión o en el lugar que
sea conveniente, para que sepa bien si son o no ciertas las imputaciones que
Cuba hace. En todo caso, hasta ahora lo han sido. La última vez que
pretendimos comprar medicinas por valor de 1.500.000 dólares, medicinas que
no se fabrican en Cuba y que son necesarias únicamente para salvar vidas, el
Gobierno norteamericano intervino e impidió esa venta.

Hace poco el Presidente de Bolivia le dijo a nuestros delegados, con
lágrimas en los ojos, que tenía que romper con Cuba porque los Estados
Unidos lo obligaban a ello. Así, despidieron de La Paz a nuestros delegados.

No puedo afirmar que esa aseveración del Presidente de Bolivia fuera cierta.
Lo que sí es cierto, es que nosotros le dijimos que esa transacción con el
enemigo no le valdría de nada, porque ya estaba condenado.

El Presidente de Bolivia, con el cual no teníamos ni tenemos ningún vínculo,
con cuyo Gobierno no hicimos nada más que mantener las relaciones que se
deben mantener con los pueblos de América, ha sido derrocado por un golpe
militar. Ahora se ha establecido allí una Junta de Gobierno.

En todo caso, para gente como ésta, que no sabe caer con dignidad, vale la
pena recordar lo que le dijo, creo que la madre del último califa de Granada
a su hijo, que lloraba al perder la ciudad: «Haces bien en llorar como mujer
lo que no supiste defender como hombre.»

Tomado del folleto Ha sonado la hora postrera del colonialismo, Ministerio
de Relaciones Exteriores.
Fortinbras
2008-01-31 21:42:48 UTC
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Post by nosidetpa
"... El respeto a la libertad y al pensamiento ajenos, aun del ente
más infeliz, es en mí fanatismo: si muero, o me matan, será por eso."
José Martí. (1)
Medio disparate o del todo lo que escribio este hombre. Se hubiera podido
tambien morir de cualquier cosa, como cualquier hijo de vecino. O podrian
haberlo matado tambien por cualquier cosa.

Saludos cordiales

Fortinbras
Fortinbras
2008-01-30 17:13:13 UTC
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http://www.josemarti.org/
"Una revolución es necesaria todavía...
...la revolución contra las revoluciones", declara José Martí. Y
luego,
le dice no al socialismo, habla del capitalismo, defiende el libre
comercio, expresa su admiración por Norteamérica y proyecta su
pensamiento sobre las fraternas y abiertas relaciones de inversión y
de comercio que deberán existir entre una Cuba independiente y los
Estados Unidos de América.
José L. Solís
Pues ni un dia duro independiente!

O sea que, segun Solis, MARTI ERA UN CIPAYAZO, ENTREGUISTA Y
CONTRAREVOLUCIONARIO?

Estaria hoy entonces Cuba COMO LA INDEPENDIENTE HAITI?

Saludos cordiales

Fortinbras
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Bufozzo
2008-01-31 00:37:05 UTC
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Post by Fortinbras
http://www.josemarti.org/
"Una revolución es necesaria todavía...
...la revolución contra las revoluciones", declara José Martí. Y
luego,
le dice no al socialismo, habla del capitalismo, defiende el libre
comercio, expresa su admiración por Norteamérica y proyecta su
pensamiento sobre las fraternas y abiertas relaciones de inversión y
de comercio que deberán existir entre una Cuba independiente y los
Estados Unidos de América.
José L. Solís
Pues ni un dia duro independiente!
O sea que, segun Solis, MARTI ERA UN CIPAYAZO, ENTREGUISTA Y
CONTRAREVOLUCIONARIO?
Estaria hoy entonces Cuba COMO LA INDEPENDIENTE HAITI?
Vivan las repúblicas capitalistas de Haití,República Dominicana, Guatemala,
Honduras y El Salvador.
Todos prósperos paises que se salvaron de las garras del socialismo
judeoateizante que los hubiera convertido en paises subdesarrollados,
manejados por castas corruptas y con la población hambreada, tal como pasa
en Cuba.

Sr Bufozzo
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